Texto: Agustina Fourquet / Fotos: Guille Llamos
“Luna, luna, lunaaa, tu sabes que la quierooo/ Luna, Luna, Lunaaaa, yo sin su amor me muerooo/ me mueroo por ti mi amor”. ¿Quién no bailó en una fiesta en los 90 o principio de los 2000 con el ritmo de esta cumbia, “con el calor de tu cuerpo yo siento en tus besos toda la dulzura”? Pero la cumbia es mucho más que una canción en una fiesta. Es, tal vez, la música de la gran mayoría de los argentinos. Sin embargo, por su origen popular, por prejuicios o simple discriminación, no ha logrado aún su reconocimiento como uno de los géneros de la música nacional, como sí lo lograron otros que la antecedieron, como el folklore o el rock. “Lo que diferencia a la cumbia del rock nacional, es que es comúnmente entendida como música de pobres, y considerada como estéticamente pobre. La cumbia no ha tenido hasta ahora el status de música nacional, popular o folklórica” dicen Pablo Semán y Pablo Vila en la Introducción de su libro “Cumbia”.
Ráfaga es la banda autora del éxito “La luna y tú”, así como de “Agüita”, “Mentirosa” y “Otra Cerveza” entre muchos otros temas que todavía siguen sonando en las fiestas de todas las clases sociales: en Palermo, en el interior del país, en bailes del conurbano hasta las del tercer tiempo de los clubes de rugby de San Isidro. Fueron una de las pocas bandas de cumbia en hacer giras internacionales en lugares impensados como Las Islas Canarias y Rumania, donde llegaron a tocar para 110 mil personas auspiciados por marcas como Air France. A punto de cumplir 22 años, pasaron a formar parte del repertorio de los clásicos de “lo mejor de la cumbia de los 90/2000” de cualquier lista de Spotify, junto a artistas como Antonio Ríos, Grupo Sombras, La Nueva Luna y Damas Gratis. Sin embargo, dicen que hace rato se sacaron la camiseta de la movida tropical, una industria que sienten que nunca los reconoció.
Ráfaga está de regreso con nuevos temas, un show en el teatro Ópera donde celebraron la vuelta de su cantante histórico, Ariel Pucheta, después de 15 años de ausencia, y a punto de iniciar otra gira por Europa que los llevará a España, Rumania, Italia y Suecia. Son el producto de una década en el que la movida tropical estalló comercialmente en Argentina. Figuras como Lía Crucet, Gladys la “bomba tucumana”, Pocho la Pantera y Ricky Maravilla empezaban a desfilar por la mesa de Mirtha Legrand, el living de Susana Giménez y el show de Tinelli, lugares antes totalmente vedados para cantantes de cumbia. Por primera vez surgía una industria discográfica tropical con sellos como Leader Music y Magenta y se afianzaba la movida en Capital Federal y el conurbano bonaerense. Surgieron más de 300 bailantas: Metropolis, The Killer y Fantástico Bailable, entre las más emblemáticas. En aquel momento, como señala Malvina Silba en su trabajo “La Cumbia en Argentina” y Tomás Balmaceda en «Los 90», los productores decidieron dirigirse a otro perfil de consumidores más identificados con sectores medios y crearon grupos de jóvenes de cabellos largos con vestimenta pseudo caribeña y reminiscencia a la banda española del momento “Locomia”, como Comanche, los Chakales, Malakate y Volcán. En ese contexto de saturación de grupos de cumbia casi clonados, Ráfaga fue creado por Mauricio Bustamante en 1996, con el objetivo de armar una banda con pibes que fueran “músicos de verdad”.
-Para algunos, los 90 fueron el boom de la cumbia en Argentina, para otros que venían escuchando desde los 60 bandas como los Wawancó o el Cuarteto Imperial, fue un momento de empobrecimiento del género. ¿Qué piensan ustedes de esta época? ¿Creen que los 90 fue la época dorada del a cumbia?
-Sí, yo creo que sí. Pero ahora que estamos más grandes, lo vamos entendiendo de otra manera. En su momento, al principio del 2000, cuando apareció la cumbia villera, pensábamos la “cumbia involucionó”. Nosotros teníamos unas letras de amor, canciones de instrumentación, todo re lindo. Y pensábamos “esto no es mejor de lo que hacemos nosotros“. Pero hoy a la distancia, nos damos cuenta de la gente empieza a escuchar otro tipo de música. Y van pasando generaciones y uno tiene el prejuicio, como lo han tenido también nuestros padres y antes nuestros abuelos. Yo creo que los 90 fueron la época dorada de la movida tropical porque había muchas bandas que eran número uno. Tenías un Antonio Ríos, Green, Red, Comanche. Hoy, si te ponés a pensar, hay una sola banda número uno de la cumbia y para mi es Pablo Lescano con “Damas Gratis”. Hay uno solo, y después la mayoría no sabés si catalogarlos en la cumbia o el reggaeton, es como que se perdió la identidad.
«La cumbia y el rock eran como el agua y el aceite, más que nada por el prejuicio de los rockeros, no nuestros»
Como afirma Malvina Silba en su estudio sobre la movida tropical, y tal como a la distancia podemos reconocer muchos de quienes fuimos adolescentes en los 90, con la masificación de la cumbia y el acercamiento del género a la clase media, se impuso un consumo paródico del género. Había cierta ridiculización de las bandas.
-¿Cuando Tinelli llevaba a Ricky Maravilla o Lía Crucet iba a lo de Susana, se les reían un poco, era todo como medio bizarro, no?
-Sí, en esa época, sí. Creo que hasta que llegamos nosotros en 96 fue un poco así. Había muchos grupos como nosotros en ese momento, pibitos, pelo largo, cancheros: Comanche, Volcán, Epidemia. Nosotros, sin ser Beethoven, le dimos un toque de buena imagen y un audio muy lindo, escuchable y con letras que tenían que ver con la poesía más que nada. Cualquier artista de otro género podía ponerse a escuchar y ver el trabajo musical que había. Ráfaga le dio eso sello a la cumbia. Y no es de egocéntricos, pero a través de nosotros la cumbia llegó a lugares donde todavía la movida tropical no había entrado. Después, atrás de nosotros fueron un montón de artistas que se mandaron un par de macanas. Y eso siempre pasa en la movida tropical. Se manda uno una macana y parece que somos todos iguales, y no es así.
-Una vez dijiste: “por ahí la gente se ríe de la bailanta o la discrimina, en parte porque en la música tropical se hacen mal muchas cosas” ¿Qué cosas se hicieron mal?
-Lo que se hacía mal desde mi punto de vista es que cualquiera se hacía productor, y agarraba a los chicos a los que les pagaba dos pesos con cincuenta y los hacía subir al escenario a hacer cualquier cosa, sin haberse preparado absolutamente en nada. Y claro, vos sos joven, te dicen “te pongo en la tele” y todos lo hacían. Entonces a nivel estético y musical estaban muy mal. Lo que pasaba en la movida era eso, salías, la pegabas, y ya estaba, te olvidabas de todo. Y nos ponían a todos en la misma bolsa. Y nosotros nos gastábamos fortunas en la ropa, en los ensayos, estudios de grabación, tratando de sonar mucho mejor. Aprendiendo, cada uno en lo suyo. Y creo que un poco la persistencia de Ráfaga es por eso, nos mantenemos a través de las generaciones y los estilos de música que pasaron. Nosotros no salimos enseguida con estudios, pero fuimos aprendiendo, cada uno se fue a estudiar su instrumento. Y es un poco eso, es el haber tomado esta carrera y este negocio con seriedad y con respeto sobre todo.
-Con la crisis del 2001 estalló la cumbia villera, una cumbia con un contenido más social que le daba visibilidad con sus letras muy crudas a lo que estaba pasando en las villas y los sectores más pobres de la sociedad. Historias de los excluidos, de delitos, abusos de la policía, la droga. Y ustedes venían cantando historias de amor. ¿No se sintieron tocados de alguna forma por eso? ¿Sintieron la necesidad de hacer una cumbia más “social”, de hablar un poco de lo que estaba pasado?
-No, jamás. Teníamos nuestra propia convicción. A la gente de la villa o del país, mostrarle lo que estaba pasando, ya se lo mostraban los noticieros. Nosotros somos músicos, tenemos que alegrar a la gente. Tenemos que hacerle recordar cosas lindas a través de una canción. Eso es lo que pensábamos nosotros y esa era nuestra función. Aparte era lo que nos gustaba. Pasaron muchos estilos además de la cumbia villera, después vinieron los wachiturros, ahora está de moda el reggaeton o el trap y no por eso vamos a hacer trap. Muchos de la banda eran de Villa Fiorito, por ejemplo. Así que imaginate que ya lo estaban viviendo en carne propia, y encima cantarlo, no, ya era demasiado.
-¿No se sienten identificados como parte de la movida tropical?
-Antes hablábamos con nuestros amigos de “la bandera de la movida tropical”, pero yo esa bandera de la movida tropical me la saqué hace rato. Siento que la movida tropical nunca reconoció a Ráfaga como lo que realmente es. Lo que hicimos nosotros, no lo logró nadie. Por ejemplo hace poco fuimos a tocar en vivo a Pasión de Sábados, y no se publicitó como se publicita todo. En el momento que salimos, sacaron a todas la bailarinas del estudio, es otro el trato. No se si es a propósito, pero yo lo siento así. Y después, por ejemplo en el 2000 Ráfaga ganó en el festival de Viña del Mar el doble premio, Gaviota de Plata y de Oro y acá en Argentina no se supo nada. Ni una nota nos hicieron, jaja. Antes de Ráfaga, el único grupo argentino que había ganado ese premio había sido Soda Stereo y todo el mundo lo sabía. Todo lo tenés que pagar para que se sepa, pero es en la cumbia, es algo propio de la movida.
-Martín “el Fanta” Rossi, realizador audiovisual que hace documentales y miniseries sobre la movida, dijo el año pasado en una entrevista que “El prejuicio con la cumbia tiene una sola causa: la discriminación. No hay cuestiones musicales. Nadie de los que discriminan se involucra ni escucha…. Entonces ven a un negro cantando y les de terror”. ¿Creen que hay todavía un prejuicio o discriminación con respecto a la cumbia como un género menor o de baja calidad?
-Hoy por hoy, yo creo que ya no se discrimina tanto, como en ese momento que hablamos, que se reían de Ricky Maravilla en la tele. Hoy ya no. Siento hace muchos años que tanto a mi, Ariel Pucheta, como a Ráfaga, se lo respeta de todos los géneros. Cuando hablan de la movida tropical, piensan en Ráfaga.
-¿Cómo era la relación con otros géneros musicales, como el rock?
-Ráfaga tocó en el Luna Park con Juanse de los Ratones Paranoicos, a nosotros nos respetan. Pero la cumbia y el rock eran como el agua y el aceite, más que nada por el prejuicio de los rockeros, no nuestros. No son todos iguales. Pero hay una anécdota puntual que nos quedó como una espina. Había un festival de rock argentino en Miami y nos llevaron. Y hubo algunos rockeros que no querían que nosotros toquemos. Y tuvieron que poner en los flyers “género invitado: Ráfaga”. Al otro día, en los diarios de Estados Unidos salimos nosotros en las tapas, gigantes, y no salió ningún rockero, jaja. La explotamos, los diarios decían en inglés “no sé qué tipo de rock será…” pero onda, les encantó. Fuimos con todo, hicimos un show hermoso. Pero bueno sí, son cosas que pasan.
«En España donde entramos rapidísimo. Canarias fue donde más golpeamos al principio, nos recorrimos las 7 islas. Nos llevábamos sorpresas de ir caminando, y escuchar en los bares nuestras canciones, en la radio, en los autos, en los shoppings»
-¿Cómo llega un grupo de cumbia a tocar en países como Rumania o Suecia en el 2003, cuando todavía la penetración de Internet no era tan grande como ahora y no existía Spotify como plataforma para escuchar y descubrir nueva munda de todo el mundo?
-Todo empezó en Miami. Tocamos una vez en una expo para empresarios de la industria de la música. La compañía en ese momento presentó a Ráfaga, Red y Antonio Ríos. Les gustó el grupo y se llevaron el material para España donde entramos rapidísimo. Canarias fue donde más golpeamos al principio, nos recorrimos las 7 islas. Nos llevábamos sorpresas de ir caminando, y escuchar en los bares nuestras canciones, en la radio, en los autos, en los shoppings. En uno de los carnavales más importantes de allá, que es el de Tenerife, íbamos en la combi para tocar, y veíamos a las personas disfrazadas de nosotros, con pelucas y nuestros trajes. Parece que un empresario de Rumania, presidente de las cerveza Skol, escuchó la banda, le gustó e hizo una publicidad de la cerveza con nuestra canción “La Luna y tú” que sonó todo un verano. En ese momento trabajábamos con Leader Music y le empezaron a caer pedidos de discos desde Rumania. Le había pasado otras veces con otros países de Europa por la gente latina que vive allá. Pero no hay muchos latinos en Rumania. Empezaron a pedir de a 10 mil, 15 mil discos, 20 mil cds y la gente de Leader empezó a preguntarse qué está pasado acá. Y todo había sido por la publicidad de la cerveza. Además, habíamos participado en la novela de Natalia Oreiro “Muñeca Brava” que también era furor en aquella época en Rumania. Nos llevaron para allá. En aquel momento, los empresarios esperaban un show de 30 mil personas, que era lo que había convocado Enrique Iglesias, y nosotros estábamos muy emocionados. Nos sponsoreaba Air France, una marca que en la vida nos hubiera sponsoreado en Argentina. Bajamos todos zaparrastrosos del avión y nos estaban esperando los fans y la prensa. No teníamos idea de lo que estaba pasando. Había gente que nos seguía y después nos dimos cuenta que eran de seguridad, nos reíamos de todo eso. Al final, hicimos un show para 110 mil personas en una plaza, solos, triplicamos la convocatoria de Enrique Iglesias, y estaban todos enloquecidos.
-Y hoy, cuando escuchan a Marama, Rombai, o ese tipo de grupos que hacen covers y otro tipo de cumbia, ¿qué les pasa?
-Nunca tuve nada contra Agapornis, pero siempre fui crítico y lo que siempre dije es que en el momento que salieron, salieron con covers mal hechos, mal tocados, nada más, eso es lo que yo criticaba. Después si yo iba a bailar y sonaban, los bailaba. La crítica es de no haber mamado la cumbia.
«Los 90 fueron la época dorada de la movida tropical porque había muchas bandas que eran número uno. Tenías un Antonio Ríos, Green, Red, Comanche. Hoy, si te ponés a pensar, hay una sola banda número uno de la cumbia y para mi es Pablo Lescano con Damas Gratis. Hay uno solo, y después la mayoría no sabés si catalogarlos en la cumbia o el reggaeton, es como que se perdió la identidad»
-¿Para hacer buena cumbia tenés que venir de un barrio pobre, del conurbano?
-Mirá, la mayoría de los grupos de aquella época de los 90, Sombras, Antonio Ríos, Mala Gata, Red, Green, somos todos de Villa Caraza, de Villa Fiorito o de San Martín. Somos todos de ahí, entonces, yo creo que sí. Todos fuimos grupos de barrio y después fuimos medianamente conocidos. Pero la gente elige, y ya está, es así. Creo que grupos como Marama y los demás le dieron un poco de color musical y se van adaptando un poco y cada vez mejor. Como Rombai. Los Totora arrancaron de una forma y hoy tienen un excelente show y evolucionaron mucho.
-Bueno, cambiaron muchas cosas en estos 22 años en la movida musical. Cuando ustedes salen, los grupos ganaban discos de platino, de oro, y hoy la música se consume por Spotify o Youtube, por un lado. Eso cambió la industria. ¿Cómo se involucran ustedes en eso o artísticamente no les cambió mucho?
-Ahora estamos con muchas reuniones, porque nos están enseñando un poco más y nos queremos involucrar al mundo digital, pero sí le queremos poner todo a eso, porque tampoco nos queremos quedar en el pasado.
-Y por otro lado, algo que también cambió es el tema de las fans. Cómo lo manejaron históricamente, y cómo lo manejan ahora. Teniendo en cuenta todo lo que pasó últimamente, con denuncias de chicas de abusos de partes de sus ídolos como Cristian Aldana y otros.
-Con respecto a eso, nosotros siempre fuimos respetuosos. Y si bien algunos habremos tenido alguna relación con alguna fan, siempre fue consensuada. No pedíamos el DNI, pero nosotros también éramos jóvenes. Era muy difícil. No nos pasó nunca una denuncia o un caso de maltrato. No tuvimos eso, ninguno. Pero también fuimos cuidadosos entre nosotros. Siempre era cuidarnos entre compañeros, porque veníamos de la misma familia, somos bastante parecidos. Cuidarnos con eso y con las drogas, que en Ráfaga nunca existió la droga y no va a existir. Nunca nos drogamos, y no nos vamos a empezar a drogar ahora, jaja.