Para una colección titulada “Lujo silencioso”, el desfile SS24 de Barragán carecía de monocromos y tejidos sosos. La austera tendencia de TikTok es una especie de versión aspiracional del normcore que, junto con el “dinero antiguo”, marca la obsesión de la Generación Z con la señalización de riqueza y el autoetiquetado para alimentar hábitos de compra cuestionables. Es el efecto de esto último lo que Víctor Barragán aborda temporada tras temporada.
En el Aeropuerto Felipe Ángeles de la Ciudad de México, mientras los desfiles europeos de septiembre mostraban a casas como Gucci optando por básicos discretos, en busca del lujo silencioso, el hereje de la moda mexicano-estadounidense se ponía capas para desentrañar la influencia política y sartorial de Occidente en los lugares más explotados por el regreso del ciclo de tendencias. En la pasarela (literal), los jetsetters fueron reemplazados por modelos vestidas con camuflaje, banderas nacionales y hoces y martillos. Los parches que decían “CANCELADO DOS VECES” y un simbolismo religioso confuso aportaron un nuevo significado a la logomanía, mientras que los trajes de matador reinventados se complementaban con cinturones con temporizadores de dosis de GHB, cicatrices de efectos especiales y coronas de espinas. Es un baño de sangre desenfrenado y lo estamos disfrutando.