Por Lucas Villamil
En el mundo del arte los caminos son azarosos. Basta con conocer la vida de algunos de los más grandes artistas de la humanidad para entender que ni el talento ni el esfuerzo son suficientes para alcanzar el reconocimiento, tal vez ni siquiera para «ganarse la vida». Pero lo que está adentro tiene que salir, el único fracaso es no jugar las cartas que uno tiene.
En este caso las cartas tienen forma de libro. Un libro de artista, algo así como una bitácora de la búsqueda estética y creativa que acompaña a Bruno Prin a donde quiera que vaya desde muy chico. Ya en la escuela primaria del barrio Las Tunas, en Pacheco, el niño rubio pasaba horas plasmando donde pudiera las imágenes que la calle le regalaba. Más tarde, mudado con su familia a una isla del Tigre, la vocación se hizo muy patente para él y para los otros, tanto que una maestra del secundario le recomendó cambiar de la escuela normal a una con orientación artística donde aprendió a relacionarse con las técnicas y los materiales.
Las paredes, las telas usadas, papeles robados a nadie y hasta la propia piel se transformaron en el lienzo en el que la naturaleza -su naturaleza- quedó plasmada, y ahora, mientras pinta cuadros y talla esculturas compulsivamente en su taller de la isla, esas imágenes de colores y trazos tan rústicos como expresivos llegan nada menos que al Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA).
Hace pocos meses la Municipalidad de Tigre convocó a un concurso de libros de artista en el que el premio sería el envío del libro al museo neoyorkino, en el marco de una muestra especial de obras en este tipo de soporte. Entonces Prin reunió muchos dibujos que había realizado durante un viaje con su novia a la espesura del continente, uno de esos viajes que marcan a fuego el destino, y completó la colección con una dedicatoria a su hijo Jade, un niño con nombre de piedra preciosa que está por cumplir un año. La birome, el marcador, los pasteles y acrílicos se fusionan en un collage emotivo que permite todo y que ahora funciona como el mensaje en la botella que salió desde el muelle Romance Isleño por el río Sarmiento y llega con furia a los refinados ojos de Manhattan.
Antes de fin de año, las 52 páginas del libro junto con otras obras del artista podrán verse en el Museo Municipal de Tigre.