Es una de las personas que más palabras dice por minuto cuando se apasiona. Lo bueno es que las dice bien claritas. Sabe hablar. Sabe explicar cosas complicadas de manera que todos las podamos entender. Damián Verzeñassi lleva años hablando allí donde lo convoquen sobre los daños que el sistema de producción en el que estamos inmersos está generando al medio ambiente y, por lo tanto, a la salud de todos nosotros.
Este médico y docente nacido hace 43 años en Paraná y residente en Rosario se hizo conocido sobre todo por denunciar los efectos concretos que el cultivo de soja transgénica trajo para la salud de los habitantes de las zonas aledañas desde fines de los 90. A través de los llamados campamentos sanitarios que organizó como práctica final de la carrera de medicina en Rosario, descubrió que habían aumentado los cánceres, las malformaciones, el hipotiroidismo, los abortos espontáneos así como las enfermedades neurológicas, respiratorias y de la piel. Y, basándose en trabajos científicos, lo vinculó a los químicos que se utilizan en ese monocultivo, entre ellos, el famoso glifosato.
Llegó con sus denuncias hasta La Haya, donde en 2016 participó en el Tribunal Internacional contra Monsanto, un juicio simbólico contra el mayor fabricante de ese herbicida, y en 2018 expuso sobre el tema ante el Parlamento Europeo y las Naciones Unidas.
¿Cuál es la relación entre la salud del ambiente y la salud de los seres humanos?
Es la misma relación, por ejemplo, entre la salud de nuestro corazón y la salud de nosotros en general. No puede haber un órgano sano que funcione saludablemente en un organismo que no está saludable. Y si somos capaces de entender esto en nuestros propios cuerpos, ¿por qué nos cuesta tanto entender que eso pasa también en el cuerpo que habitamos, que es el planeta, el territorio? Lo que ha ocurrido, creo, es que hay una escisión entre la comprensión del espacio-cuerpo individual y la comprensión de nosotros como pertenecientes a un espacio-cuerpo más amplio que es el territorio que habitamos. Eso no es casual. Hubo una construcción epistemológica, colonizadora de pensamientos, colonizadora de la ciencia, de organismos de formación, que trabajó explícitamente para construir esa escisión del ser humano del territorio al que pertenece. Porque si no, no sería posible el avance del extractivismo, por ejemplo. Si no estuviéramos escindidos de nuestro territorio, no sería posible la destrucción de nuestro territorio con la mirada impávida de nosotros como espectadores o a veces incluso como actores.
En relación a eso, ¿cómo podemos vincular esta pandemia que estamos viviendo con el proyecto de granjas porcinas?
Sabemos que hoy estamos viviendo una situación epidemiológica y sanitaria a nivel mundial que se origina a partir de la mutación de un microorganismo que vio alterados drásticamente sus territorios naturales y se vio obligado a modificar algunas de sus estructuras para poder resistir ese cambio y poder seguir existiendo. Y ese cambio drástico tuvo que ver con la acción humana de transformar territorios para ganar espacios para la producción masiva de carne, en este caso de cerdo, pero también ha sido de pollos hace unos años y ya fue de cerdos antes en México. China y México son hoy los principales productores de pandemias a nivel global. Y ya hace 20 años la OMS planteó: ‘Ojo con China, por su potencial de generar pandemias’. Hay documentos de la OMS de principios de este siglo que ya advertían con preocupación sobre China como un espacio de transformación de microorganismos con potencial pandémico. El año pasado la fiebre africana en China exterminó millones de cerdos. Por eso China tiene la necesidad de seguir avanzando en su proceso imperialista en América latina fundamentalmente para poder sostener el cambio cultural que llevó adelante en los últimos años, entre otras cosas, a partir de la introducción de nuevas estructuras en su dieta, básicamente, de la proteína de animal en base a la carne de cerdo, que incluso modificó la estructura física de los chinos. China hoy tiene otra estructura física de la que tenía 50 años atrás y eso tiene que ver con el cambio en su alimentación, que también trajo como consecuencia cambios en su forma de enfermar y de morir. Hoy hay chinos obesos, dislipidémicos y diabéticos. Todo ese proceso hace absolutamente evidente que China necesita sacarse de encima un problema. Así como en la década del 90 el Banco Mundial anunció que el norte occidental necesitaba sacarse de encima los modos de producción dañinos y contaminantes y trasladarlos al sur para poder seguir ellos un proceso de limpieza de sus territorios, hoy es China la que dice: ‘Necesito sacarme de encima esto’. Y el territorio que vuelve a ser marcado como el área de sacrificio es América latina. Pareciera ser que América y particularmente América latina tiene esta especie de castigo divino universal de sufrir los procesos de conquista, de colonización y de exterminio poblacional casi como un ciclo recurrente. Desde 1492 en adelante, primero con Europa, después con Estados Unidos y ahora con China.
“Así como en la década del 90 el Banco Mundial anunció que el norte occidental necesitaba sacarse de encima los modos de producción dañinos y contaminantes y trasladarlos al sur; hoy China dice: ‘necesito sacarme de encima esto’. Y el territorio que vuelve a ser marcado como el área de sacrificio es América latina.”
Ustedes, desde el Instituto de Salud Socioambiental, presentaron un trabajo sobre el proyecto de las granjas porcinas. ¿En qué consiste ese informe?
Elaboramos un informe técnico sobre el impacto de la cría intensiva industrial de carne de cerdo en la salud. Nuestro informe es una revisión bibliográfica de trabajos científicos publicados en Argentina y otros países. No son todos los trabajos. Son a los que pudimos acceder y los que seleccionamos, porque, obviamente, como seres humanos que nos hacemos preguntas, nos las hacemos desde un lugar y hacemos los recortes desde el lugar en el que estamos. Hicimos un informe técnico que pretendemos que tenga rigor científico, pero que al mismo tiempo sea amigable con la lectura del público en general. Ya lo intentamos hacer con el librito de Transformaciones en los modos de enfermar y de morir en la región agroindustrial de la Argentina, que era un informe técnico que después modificamos para hacer un libro de distribución gratuita y masiva. También hicimos algo así con el Informe del impacto en la salud de la quema en los humedales. Este tercer informe técnico también tiene ese objetivo. La idea es que cada uno de los sujetos y sujetas que tienen implicancia en áreas del Estado en este acuerdo de dependencia y profundización de la pérdida de soberanía de nuestro país que es el acuerdo para transformarnos en el chiquero de China no puedan decir: ‘Ah, nosotros no sabíamos que esto generaba daño en la salud’. Firmarán el acuerdo o no. Pero de lo que vamos a estar absolutamente seguros es de que no van a poder decir en voz alta y mucho menos mirar a la cara a sus hijos diciéndoles: ‘Yo desconocía todo este daño que estaba generando’. Como hoy dice Felipe Solá de lo que ocurrió en el año 96 (NdR: El actual canciller Felipe Solá firmó ese año la resolución que autorizó la producción y la comercialización de la soja transgénica en nuestro país). ‘Yo en el 96 era un joven ingeniero agrónomo con responsabilidad política en un país que estaba prendido fuego y me dijeron que esto iba a salvarnos y por eso lo autoricé’. Y uno puede decirle: ‘Te vamos a creer porque uno puede equivocarse, vos eras joven, no se sabía nada de los transgénicos en el mundo’. Aunque eso no es así, pero, bueno. Pero esta vez no va a poder hacer lo mismo. Porque esta vez hay herramientas públicas para que no pueda volver a hacer la misma jugada. Lo mismo vale para Luis Basterra, para Alberto Fernández. Está claro que esto es un ejemplo de cómo hay temas, y particularmente el extractivismo, que no reconocen grietas partidarias. En eso quiero dejar explícitamente aclarada mi posición. Tiene que quedarles claro a ellos que nosotros sabemos lo que esto va a generar y, además -algo con lo que hago un juego de palabras a veces cuando doy clases en la facultad-, a partir de ahora nosotros, el pueblo, vamos a saber que ellos, los dirigentes, saben que nosotros sabemos que ellos saben lo que significa lo que están haciendo.
¿Podés resumir los principales puntos de impacto que tendría este proyecto de las granjas porcinas?
Hay varios aspectos que son muy complejos. Hago esta aclaración porque en un resumen siempre se pierde complejidad. Hay aspectos que son de impacto inmediato y otros de impacto a mediano y largo plazo. Eso hay que tenerlo en cuenta por un lado. Por otra lado, hay aspectos que son, digamos, clásicamente definidos como específicos de la salud, o sea, problemas en tu cuerpo fisiológicamente expresables, evidenciables, y hay aspectos que tienen que ver con la salud en función de transformaciones en el ambiente, que terminan impactando y generando daño. En el primer grupo de los aspectos inmediatos tenemos por un lado la generación de olores. Hay trabajos científicos que han demostrado lo que significa para el desarrollo de patologías cardiovasculares, respiratorias y neurológicas el vivir en espacios donde se respira y se perciben olores nauseabundos. El olor tiene que ver con una química que queda en el aire. La química tiene que ver con la emanación de las sustancias que desprende un ser vivo cuando defeca y orina. Y en ese modo de producción, en aislamiento y en concentraciones tan grandes, la orina y la materia fecal se produce en volúmenes extremadamente grandes, que además no pueden ser metabolizados por el territorio en el cual se generan y al que se eliminan. Esto genera una emanación de gases, que además de ser de efecto invernadero tienen capacidad irritativa, que en contacto con espacios húmedos pueden ser generadores de lluvias ácidas y que al incorporarse en las vías respiratorias, que son húmedas, las irrita e inflama. La aspiración de ese aire además implica una disminución en la capacidad de oxigenación del organismo, por lo cual hay un aumento en riesgo cardiovascular y hay un daño en el proceso de reproducción mitocondrial. Además, la presencia de un olor que no es agradable de manera constante aumenta los procesos de estrés. Ese estrés afecta negativamente los ritmos circadianos y los ritmos del sueño.
“Estos chiqueros van a ir a lugares donde hay gente que ya está empobrecida por este modelo agroindustrial ¿Por qué no hacen un criadero para los chinos en el predio de La Rural en Palermo?”
¿Y qué pasa con el tema de los antibióticos?
Se han detectado en el aire priones y bacterias resistentes a antibióticos, incluso en mediciones hechas a tres kilómetros 700 metros de las plantas de cerdos, porque en la cría de estos animales se utilizan volúmenes importantes de antibióticos. Por un lado, como práctica preventiva de infecciones, lo cual es una aberración desde el punto de vista sanitario, pero al mismo tiempo como estrategia de aceleración en la velocidad de crecimiento y de engorde, porque el antibiótico, al limpiar la flora intestinal, modifica el proceso metabólico y genera una mayor generación de grasa en menos tiempo. Entonces crece más rápido en tamaño el animal y esto hace que se pueda vender antes. Como consecuencia, los antibióticos que ese animal incorpora en su carne después son incorporados por los seres humanos. Así vamos generando en nuestras floras resistencias a los antibióticos que podrían ayudarnos a resolver algún problema de infecciones en el futuro. Y, por otro lado, hay una liberación al ambiente de este tipo de antibióticos. Hay algunos discursos ambientalistas o de economía verde que dicen: ‘Vamos a usar todo ese estiércol para hacer fertilizantes agroecológicos para la producción’. Y, en realidad, no va a ser nada agroecológico porque va a tener una carga de químicos y antibióticos importante que después terminan apareciendo en las plantas que los incorporan a través de sus procesos de nutrición vía raíz.
¿Cómo es el tema de las infecciones que puede generar este modo de producción?
Hay un aumento en el riesgo de infecciones porque estos olores también atraen vectores como moscas, mosquitos y ratas. Esas infecciones se ven desde el punto de vista respiratorio, desde el punto de vista dermatológico y generan alteraciones a nivel de las mucosas, tanto oculares como respiratorias.
¿Qué otros impactos hay?
Otro elemento, que también es clave, es que se altera la calidad de las aguas superficiales y de las aguas subterráneas que están en los alrededores de estos lugares. De hecho, el planteo de instalación en Argentina de estas granjas viene de la mano de dos discursos falaces: por un lado, que nos va a ayudar a resolver los problemas económicos, que fue lo mismo que se dijo en el 96 con la soja transgénica y sobra la evidencia de que no solo no fue así sino que profundizó el proceso de degradación de la situación socio-económica de nuestra nación. Pero, por otro lado, hay una segunda falacia que es la que dice que esto va a ayudar a poblar porque va a ser puesto en lugares que no están muy habitados. Y en realidad eso es así porque significa lugares con poca población en condiciones de organizarse para resistir. ¿Por qué no hacen un criadero para los chinos en el predio de La Rural en Palermo? Estos chiqueros van a ir a lugares donde hay gente que ya está empobrecida por este modelo agroindustrial pero que todavía -porque esta es otra cosa que no se está explicitando pero es lo que hay detrás de todo esto- tiene capacidad real de acceso a agua. Porque estos criaderos intensivos no funcionan sin una demanda de agua fenomenal. Estamos hablando de 6.000 litros de agua por kilo de carne de cerdo. ¿Y esa agua de dónde va a salir? Alguien va a dejar de tomarla. Además en un contexto en que, por ejemplo, el río Paraná tiene una bajante histórica que coincide con la destrucción ecocida del pantanal brasileño y de la Amazonía, donde están los ríos voladores, que son los responsables de la regulación del 30 por ciento del volumen hídrico de la Cuenca del Plata. Y los destruimos, los prendimos fuego. Literalmente prendimos fuego los ríos con los incendios en el Amazonas. Y un año después el Paraná tiene una bajante histórica, que además favorece el incendio ecocida en el humedal del Delta entrerriano, que es necesario transformar en un nuevo lugar de pastoreo para esas vacas que ya no pueden estar más en los territorios continentales de Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires. Porque en esos lugares va a estar la soja, el maíz y ahora el trigo transgénico y los chiqueros de los chanchos chinos. Y esto no es una mirada paranoide ni conspiranoica. Es una lectura lo menos subjetiva posible de datos objetivos que se proponen desde la política de Estado que se advierte. China viene acá porque secó y contaminó ríos enteros a niveles que hoy son inadmisibles para cualquier tipo de vida. Ríos enteros muertos por la contaminación que ha generado el modelo de producción que hoy nos quieren instalar en nuestros territorios porque ellos ya no dan más. Si no somos capaces de ver eso es porque no lo queremos ver.
“El ser humano no es culpable de haber destruido el planeta en esta lógica desquiciada. Es este modelo que se sostiene en función de que hay un uno por ciento con el poder económico, político y militar para que el otro 99 por ciento suframos las consecuencias de sus modos de vida.”
A un nivel más general, te escuché decir que desde que empezó la pandemia no se modificó absolutamente nada de las situaciones que generaron la pandemia. ¿Es así? En un principio se habló de que íbamos a ser mejores, etc.
Debo reconocer que fui de los que me emocionaba con las imágenes de territorios urbanos invadidos por lo natural. Quizá porque todavía conservo algo de esa esperanza demencial de la que hablaba (Ernesto) Sábato en “La resistencia”, cuando decía: ‘Hay días en que me levanto creyendo que la posibilidad de una vida más humana está al alcance de la mano’. Quizá porque en ese momento todavía me resistía a pensar que ya estaba firmado el certificado de defunción de todos nosotros es que dije, bueno, por fin. Si semejante golpe a la estructura de organización social del planeta no es capaz de hacernos reaccionar… O sea, era el freno de mano del que hablaba (Walter) Benjamin cuando decía: ‘Hay que apretar el freno de mano’. Bueno, lo hizo la naturaleza. Hoy digo: Me equivoqué. No pude ver que en realidad se trataba fundamentalmente de una nueva forma de organización del modelo capitalista extractivista que ante una crisis profunda casi terminal, como ha hecho en todos sus procesos de crisis, encuentra en una pandemia la excusa perfecta para revestirse con algunas ropas más o menos modernas y un poco lavadas y acelerar el proceso de degradación territorial y profundizar las brechas entre los que están convencidos de que son los únicos con derecho a poder vivir y los que hemos sido marcados por los que tienen el poder económico, político y militar como los descartables. E, insisto, esto no es una mirada conspiranoica. Es la lectura y el análisis de lo que sus propios discursos han planteado. Cuando uno ve el informe de Oxfam de este año que plantea que el uno por ciento de los seres humanos del planeta es responsable de más del doble de las emisiones del efecto invernadero que el 50 por ciento más pobre, yo digo: La humanidad no es la responsable de la crisis civilizatoria que estamos viviendo. Me resisto a aceptar que el ser humano es culpable de haber destruido el planeta en esta lógica desquiciada. El culpable es este modelo que se sostiene en función de que hay un uno por ciento con el poder económico, político y militar para que el otro 99 por ciento suframos las consecuencias de sus modos de vida. Entonces, como se construyeron mecanismos de colonización para que el otro 99 por ciento en vez de darnos cuenta de esto estemos esperando a ver cuándo nos toca a nosotros ser parte de ese uno por ciento, esto puede seguir funcionando.
“A partir de la crisis pandémica se nos ofreció una posibilidad de transformación de nuestros modos de vida que decidimos no aprovechar.”
¿Qué tendríamos que haber hecho?
Lo que ha ocurrido a nivel planetario a partir del anuncio de esta pandemia sanitaria o crisis pandémica es que se nos ofreció una posibilidad de transformación de nuestros modos de vida que decidimos no aprovechar. Y cuando digo decidimos digo porque hubo decisión política. En nuestros casos nosotros elegimos a quienes queremos que tomen decisiones. Hubo decisión política de no aprovechar esta situación para decir: Bueno, a ver, está más claro que nunca que es inviable e incompatible con cualquier posibilidad de vida digna seguir sosteniendo megaciudades donde la gente para poder incorporar sustancias en su organismo que le permitan garantizar las funciones vitales tiene que explotarse en su actividad laboral para poder acceder después a comida chatarra que ni siquiera es alimento. Y además en un contexto en el que vivimos en cajas de zapatos, no tenemos sol, no podemos andar en la calle sin transformar el respirar en un acto suicida. Siete millones de personas en el mundo mueren por año por la calidad del aire. Y son fundamentalmente personas que viven en ciudades. En Argentina, el 95 por ciento de la población vivimos en ciudades que tienen calidad del aire mala o ruin. En ese contexto, una posibilidad de parar la pelota, de darnos un par de meses para fortalecer el sistema sanitario que estaba destruido, para poder atender a quien necesite atención y que no nos pase como en otros países que elegían quién vivía y quién moría en función de su edad o sus comorbilidades, era una posibilidad extraordinaria para decir: no nos vamos a quedar en resolver lo de este bichito. Nos vamos a empezar a preparar para que ni el covid ni ningún otro pueda afectarnos de esta manera y vamos a transformar los modos de producción de alimentos. Vamos a invertir dinero para investigar cómo reconstruir entramados sociales, cómo estimular los periurbanos y los procesos de transformación hacia la agroecología. Y vamos a subsidiar a los productores que hacen agricultura convencional pero están dispuestos a hacer un salto hacia la agroecología. Y vamos a generar una línea de subsidios para que ésas sean las actividades indispensables habilitadas y no las extractivistas dependientes de veneno y generadoras de la destrucción de territorio, que fueron las responsables de la aparición de esta pandemia. Y eso no se hizo. Y decíamos, entre salud y economía elegimos la salud. Pero arrasábamos los territorios porque los únicos que podían salir a construir económicamente lo que se necesitaba para cuidar la salud resulta que fueron los mineros, los hidrocarburíferos y los agroindustriales.
¿Qué es un perfil epidemiológico y cómo cambió en las zonas que vos estudiaste con los campamentos sanitarios?
Un perfil epidemiológico es una fotografía de la situación de salud de una población determinada en un momento y en un lugar determinados. Esa foto me puede servir para compararla con las fotos anteriores y hacer una especie de video donde puedo ver la historia epidemiológica. El perfil epidemiológico se puede construir de distintas maneras. En Argentina las principales fuentes de información son los registros del sistema de salud, la encuesta nacional de nutrición y salud, la encuesta nacional de factores de riesgo y el censo nacional. Nosotros cuando asumimos la responsabilidad de dirigir la práctica final de la carrera de medicina de la Universidad de Rosario y decidimos en 2009 que la evaluación final de esa práctica, que es la última materia que tiene que cursar un estudiante de medicina para poder terminar, no fuese con un multiple choice o con un bolillero, sino que fuese viendo directamente qué es lo que el estudiante había aprendido a hacer en un contexto real y no simulado, dijimos: ¿Dónde vamos a ver eso? En las comunidades. Veamos qué es lo que el estudiante puede hacer cuando se encuentra con un sujeto y tiene que recuperar información de la situación de salud. Hagamos de ese ejercicio un ejercicio de evaluación. Y, además, que ese ejercicio de ver cómo el estudiante está preparado para recuperar información de salud directamente de la población sirva para que la comunidad después reciba un documento técnico que tenga la validez de haber sido construido por la universidad pública respecto de cuál es su situación de salud. Entonces construíamos perfiles epidemiológicos a partir de una técnica de referencia directa de la población. Así construimos perfiles epidemiológicos de 40 ciudades de nuestro país durante 10 años desde diciembre de 2010 a diciembre de 2019 con un grupo de 20 docentes con el que nos íbamos cada tres meses a una ciudad distinta y en cada una teníamos 100, 150 o 200 nuevos estudiantes que se graduaban, si es que hacían bien todo el proceso. Así fuimos generando una información de la situación de salud de estas localidades que no elegíamos nosotros sino que nos llamaban a pedido de las autoridades que querían saber qué pasaba.
¿Y qué encontraron?
Fuimos casa por casa y encuestamos al 65 por ciento de población que vive en esas 40 localidades. Entrevistamos más o menos a 150.000 personas. Así pudimos ver que el perfil epidemiológico de esas localidades, que además en su gran mayoría han quedado en el medio del área de producción de transgénicos dependientes de agrotóxicos, cambió en los últimos 20 años. Y ese cambio coincidió temporalmente con el cambio del modelo de producción agroindustrial que entre otras cosas incrementó de manera exponencial el uso de agrotóxicos, de sustancias químicas que son tóxicas y se usan en el agro. Ese cambio además era referido por la propia comunidad como vinculado con ese modelo de producción. Entonces ahí fue y no antes cuando dijimos: ‘Che, ¿tendrá razón la gente?’ Y fuimos a fijarnos qué es lo que se estaba usando en esos territorios e hicimos un trabajo de revisión bibliográfica para ver qué es lo que decía la ciencia respecto del impacto de esas sustancias químicas en estructuras biológicas como las de las células que componen los tejidos de los seres humanos. Entonces nos sorprendimos mucho. No porque había evidencia científica publicada, que la había. Sino porque incluso la evidencia construida por las corporaciones y difundida en las etiquetas de los productos que se venden advertía, o sea, reconocía que la exposición a esos productos puede vincularse a los problemas de salud que estábamos encontrando. No a todos. A algunos. Y hay otros que encontramos en esos trabajos científicos que evidenciaron la acción de disruptor endócrino, la acción genotóxica, hepatotóxica, neurotóxica, carcinogénica de la mayoría de esos productos y además lo que implicaba la combinación de algunos. Entonces, advertidos de lo que estaba ocurriendo, lo dijimos en voz alta. Desde nuestro lugar como médicos y como docentes de la universidad, que recibimos nuestro salario a partir de los impuestos del pueblo. Si a mí me paga el pueblo, tengo la obligación de que mi tarea redunde en alguna forma de mejora en la condición de vida del pueblo. Y no en ver cómo hago un evento transgénico o invento una tecnología para vendérsela a una empresa que no aportó nada en el proceso de investigación y después se queda con la patente para ganar la rentabilidad de lo que yo produje con la plata de 40 millones de argentinos, que encima después le va a joder la vida a esos 40 millones de argentinos. Y no estoy hablando solamente del trigo HB4 resistente al glufosinato de amonio que acaba, de manera irresponsable, de aprobar nuestro país; sino que también hablo de todos los paquetes tecnológicos que se están produciendo en la universidad sin tener en cuenta cuáles son las reales necesidades de la población y solo tienen en cuenta la posibilidad de ser deseables por las corporaciones.
“Seguimos funcionando desde la lógica de la competencia, la dominación y el exterminio del que piensa distinto.”
Como entrerriano, ¿qué opinión te merece lo que pasó con el Proyecto Artigas?
Creo que es una demostración más de la degradación de un sistema de organización político, judicial y económico que solo privilegia los derechos de quienes se creen poderosos porque, a fuerza de patoterismo y de violentar la ley, lograron apropiarse de lo que es el patrimonio de todos. La tierra es patrimonio de los pueblos, no de un propietario. Y eso para mí tiene que quedar claro. Estos señores a cara descubierta acompañados de la policía fueron a ofrecer salvoconductos para salir de la provincia de Entre Ríos sin problema. Eso habla del nivel de poder que tienen sobre las fuerzas del estado los grupos concentrados económicos que han sido los responsables del ecocidio de los humedales, del genocidio sobre nuestros niños en las escuelas rurales, de la destrucción de nuestros territorios a manos del agronegocio, del genocidio de los pueblos originarios y que además son responsables de todos los golpes de Estado cívico-militares. Entonces, si nosotros seguimos en una sociedad permitiendo que estas cosas pasen, no tenemos ninguna otra salida que no sea la extinción. Porque así no hay posibilidad de sobrevida. Y no va a ser un virus microscópico el que nos quite la posibilidad de vivir. Van a ser estos prepotentes de siempre que desde un punto de vista absolutamente ilegal, absolutamente ilegítimo, siguen apropiándose del poder del estado, que creen que les pertenece por ser poderosos económicamente. La verdad que no he estudiado en profundidad el Proyecto Artigas. No puedo decir si estoy de acuerdo o no. No puedo meterme en un conflicto interno de una familia. Lo que me parece deleznable, repudiable y absolutamente preocupante es la facilidad con la que un grupo de personas profesa amenazas, usurpa poderes públicos y lleva adelante acciones que atentan contra la Constitución nacional. Así no hay forma de que podamos reconstruir nuestra relación, de que podamos generar una sociedad saludable, que viva armoniosamente, tal como viven armoniosamente los microorganismos, que pueden dialogar, encontrarse desde su diversidad, respetarse, intercambiar información, fortalecerse para resistir y de esa forma seguir existiendo. Nosotros hemos demostrado hasta ahora no tener esa capacidad que tiene el mundo microbiano para poder seguir existiendo. Seguimos funcionando desde la lógica de la competencia, la dominación y el exterminio del que piensa distinto o es diferente.