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Publicado por Javier

Diego Velázquez: “El mejor no existe, todo el mundo lo sabe pero todo el mundo quiere serlo”

Texto: Lucas Villamil / Fotos: Xavier Martín

 

“Nadie se imagina el drama escondido bajo las líneas de mi rostro sereno, pero yo también tuve veinte años y la sonrisa del hombre sumergido en la perspectiva de un triunfo próximo”. Así comienza el cuento Escritor fracasado, que Roberto Arlt publicó en 1933 en el libro El Jorobadito. El texto retrata a un hombre que, habiendo conocido la gloria artística a muy temprana edad, sufre las consecuencias cáusticas del éxito repentino sumiéndose en un árido desierto creativo.
El hombre, que conoció la “sensación de tocar el cielo con la punta de los dedos”, en quién “el ingenio afluía a cada una de las frases que pronunciaba”, se encuentra ante la imposibilidad de escribir una sola palabra más. “Viví tan ardientemente durante tantos días y numerosas noches que cuando quise reparar cómo se produjo el desmoronamiento, retrocedí espantado. Una gotera invisible había cavado en mí una caverna ancha, vacía, oscura”, confiesa. El texto refleja el catálogo de miserias que pueden surgir del ego horadado de un artista, y es fácil imaginarlo a Arlt, que no fue un mimado del mundillo artístico de su época, escribiendo cada línea con la intención de vacunarse contra esas mezquindades.

Casi 85 años después, el cuento vuelve a ser leído gracias a la iniciativa del actor Diego Velázquez, quien lo llevó al Teatro Cervantes nada menos que con la dirección de Marilú Marini y la escenografía de Oria Puppo. El resultado es un unipersonal contundente que conmueve por la actualidad del texto y por el despliegue de recursos de un actor que parece estar en su punto de madurez, aunque no se la quiera creer. Tal vez por eso hace suyas las palabras de Arlt: “Tuve la dignidad de recibir a través de sus elogios la noticia de mi fracaso”.
Recién llegado de Copenhague, donde filmó escenas para La reina del miedo, la primera película de Valeria Bertuccelli y Fabiana Tiscornia, Velázquez conversó con Almagro Revista sobre premios y vanidades en un bar de Villa Crespo.

-Cuando encontré Escritor fracasado yo estaba enamoradísimo de Arlt, estaba haciendo Los siete locos y los lanzallamas en la TV y me pareció increíble su actualidad. Los siete locos también lo tiene, dice quiénes van a gobernar dentro de cien años y está sucediendo eso que él dijo. Acá era algo similar en relación al mundillo del arte, es un cuento escrito a principios del 30 que relata ya a esa altura un nivel de miseria en relación a la circulación del arte y a qué es lo que importa, que uno dice “¡esto es más viejo que la escarapela!”. Y está escrito de una forma muy teatral. A mí, la situación unipersonal no es algo que me atraiga mucho, pero fueron tantas las ganas de hacerlo que se armó.

-¿Tuviste que adaptar el texto?
-Hice una primera poda, porque tiene cosas muy recargadas que una cosa es leerlas y otra cosa escucharlas. Está todo muy adjetivado, él pone como cuatro o cinco adjetivos de cada cosa y si dejás tres se escuchan con más fuerza; si no, son palabras y palabras.

-¿Por qué elegiste trabajar con Marilú Marini, que nunca había dirigido?
-La escenógrafa Oria Puppo, que es amiga de Marilú, fue la que propuso su nombre. Marilú había tenido gestos muy lindos conmigo, de mandarme una postal después de ver Estado de ira… Marilú era ideal porque yo quería alguien que me ayudara desde lo actoral, no que me armara una puesta porque eso es lo que más encontrás. Es difícil encontrar un director de actores que te dé herramientas para juguetear semejante texto, y ella tiene la experiencia de estar sola en escena con textos complicadísimos. Además, ella tiene una formación muy física, era bailarina, y todas las herramientas que me daba tenían que ver con las cosas que yo puedo usar y que me sirven al momento de actuar. Yo no soy muy enroscado psicológicamente en cuanto a los personajes, como un Stanislavsky mal entendido -que hay mucho-. Y ella es super concreta, da indicaciones muy musicales, de ritmo, algo que también se asocia mucho al trabajo de Ciro Zorzoli, que es como mi maestro.

-El texto describe toda una parábola de situaciones psicológicas que puede ser común a cualquier artista…
-Es cierto, es un escritor pero podría ser cualquiera. Hay algo con el tema del éxito y el fracaso en nuestra profesión, en la de los actores, que está presente todo el tiempo. Es una profesión que puede ser mercancía muy fácilmente y dejar de tener ecos de algo artístico en dos segundos. Es lo que le pasa al protagonista, él no tiene nada para decir, él quiere estar, quiere que lo adulen… Yo lo veo mucho con los premios: el “mejor actor”… Para mí no tendría que haber premios de mejor actor, es un parámetro tan deportivo… El mejor no existe, todo el mundo lo sabe pero todo el mundo quiere serlo. O sea, está bien, todos sabemos que no hay uno mejor, pero si vamos a decir que hay uno mejor quiero ser yo…

-Es muy fácil comerse ese viaje. En ese sentido, hacer la obra puede ser visto como una especie de exorcismo, un mecanismo de defensa…
-Y sí, puede ser, por algo me atrapó tanto. He tenido discusiones con amigos por el tema, porque yo no voy a las entregas de premios. Es algo que no quiero avalar. El único que quiero es el Trinidad Guevara, porque da plata.

«Es una profesión que puede ser mercancía muy fácilmente y dejar de tener ecos de algo artístico en dos segundos»

-Ahí irías.
-Sí, ahí sí. ¡Jajaj! Pero si vos simplemente pensás a quién se lo dieron, o quiénes lo están dando, decís ¿cuál es el valor? Entonces decidís no ver todo eso para sentir que estás en ese podio… El actor es alguien que es víctima muy fácilmente de todo eso porque es el que está todo el tiempo poniendo la cara. Hay algo del actor siendo víctima de ser convocado o no ser convocado, de siempre estar al servicio de los proyectos de otros. Hay cosas que quiero hacer, que son inquietudes mías, como Escritor fracasado y otros proyectos a los que me interesa sumarme porque me interesa la gente. Obviamente también agarrás trabajo porque necesitás la plata, pero trato de que no suceda eso, ni agarrar la tele porque la voy a pegar. Te podés pegar un palazo, también.

-La tele te puede quemar muy fácil, ¿no?
-No sé, yo no hice mucho, lo que hice me gustó. Pero la tele implica que dejes de hacer un montón de cosas. Yo este año voy a haber estrenado cuatro obras e hice tres películas, y si estás haciendo tele no podés hacer nada de eso.

-¿Lo sentís muy diferente el trabajo en cine, tele o teatro? O hay una esencia que es la misma.
-Depende del tipo de proyecto. En Los siete locos, en la tele, yo trabajé como trabajás en la más independiente de las obras de teatro. Había un ida y vuelta constante con los directores, con los otros actores, yo me estudiaba el libro a ver qué había quedado afuera, se seguía amasando la cosa ahí.

-O sea que, más allá del medio, hacés elecciones que te llevan para un tipo de trabajo…
-Sí, a mí me suelen dar ganas los proyectos más corridos, no son los que le gustan a todo el mundo. No son los que mi mamá quiere que yo agarre.

En los últimos años, aunque el actor no lo termine de asumir, su rostro se empezó a hacer más conocido. A su trayectoria en teatro sumó participaciones en televisión y en cine. Estuvo junto a Julio Chávez en la tira Farsantes, protagonizó la ya mencionada Los siete locos y los lanzallamas y compartió una de las historias de la taquillera Relatos salvajes con Oscar Martínez. Después llegó el momento de protagonizar La larga noche de Francisco Sanctis, trabajo que mereció el premio a mejor actor en el Bafici 2016. A la salida de una proyección de esa película, una señora se acercó al actor y le dijo: Te felicito por todos tus trabajos, menos por este. “¿No es genial?”

«A mí me suelen dar ganas los proyectos más corridos, no son los que le gustan a todo el mundo. No son los que mi mamá quiere que yo agarre»  

Velázquez cuenta que en su adolescencia, en Mar del Plata, tenía un vínculo muy estrecho con el cine y con el diseño gráfico, pasiones que se unificaban en la creación de ficheros personales con recortes de diario de cada película que veía. Entre las figuras que moldearon su gusto menciona, en primer lugar, a Cary Grant, pero también a Marlon Brando, Woody Harrelson, “algo de la presencia de Lautaro Murúa” y Denis Lavant.
Más tarde, lo que lo trajo a Buenos Aires fue el deseo de dirigir, pero las primeras clases de teatro le mostraron una nueva posibilidad que con el tiempo se transformó en realidad. A su vez, durante más de diez años estudió danza con Ana Frenkel, quien actualmente lo dirige en la obra Miedo, en el teatro 25 de mayo, junto a Esteban Meloni.

-En vos conviven múltiples influencias. Sos actor, coreógrafo, bailarín…
-Yo no soy bailarín, soy un actor que me entreno, me gusta, y encontré muchas herramientas para la actuación en las clases de danza más que en las de actuación muchas veces. Me divierte poder pivotear procesos tan distintos. Trato de enfrentarme en cada inicio de ensayo a que no sabemos cómo va a ser ésta, a que puede pasar cualquier cosa, porque si no uno empieza a catalogar su propio trabajo. Hay algo de ese vértigo que está bueno y que permite que aparezcan cosas novedosas para uno. El intento de que eso suceda tiene que estar siempre. Yo intento no agarrar trabajos en los que no me pasa eso, no agarro algunos trabajos porque no hay un deseo que se me ponga inquieto.

-Ahora, además de la película de Bertuccelli y Tiscornia, ¿en qué otro proyecto estás trabajando?
-Estoy ensayando una obra junto a la bailarina Eugenia Estévez para estrenar en el Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA). Se llama Hemos abandonado nuestra carrera de campeones. Tiene algunos puntos en común con Escritor fracasado, hay algo de decidir no correr carreras que uno no tiene deseo de correr, y estar tranquilo con eso.

-Pareciera que todos tenemos un escritor fracasado adentro, ¿no? Está en la naturaleza del hombre.
-Y sí. Él dice que él no podía resignarse a ser una partícula más, él quiere ser una voz. El problema es que él quiere ser “la” voz, la mejor de todas. Al principio del texto él dice que los demás le dijeron que él era eso. Y sucede eso, tiene que ver siempre con la mirada del otro.


Escritor fracasado se presenta de viernes a domingos a las 18 hs. En el Teatro Cervantes, hasta el 8 de octubre.

Miedo se presenta los miércoles a las 21 hs. en el teatro 25 de Mayo.