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Publicado por Javier

Enrique Avogadro: estilo y definiciones del secretario de Cultura de la Nación

Texto: Lucas Villamil / Fotos: Paula Villamil

 

Enrique Avogadro es ese funcionario moderno al que muchos reconocen por su barbita y anteojos, el que se mueve en bicicleta y usa pantalones de colores, al que alguna vez definieron como el menos Pro de todos los Pro. Pareciera que a él le gusta mostrarse así, descontracturado, por eso no sorprende que cuando aparece la cámara se trepe al respaldo de un sillón de su despacho en el Ministerio de Cultura de la Nación, donde hoy se desempeña como secretario de Cultura y Creatividad.

Pero para llegar a ese cargo y a ese fisic du rol con el que lo acompaña, Avogadro realizó un recorrido en el que uno de los hitos fue un viaje por el mundo entre marzo del 2000 y febrero del 2001. Sus compañeros de aventura en esa ocasión, a quienes había conocido en la Facultad, hoy siguen en el mismo barco que Avogadro y también ocupan cargos públicos en el gobierno de Cambiemos. Se trata de Federico Peña -agregado de comunicación y prensa en la embajada argentina en Londres- y nada menos que de Marcos Peña, Jefe de Gabinete de la Nación.

-¿Se hablaba de política en ese viaje?
-Tengo una memoria difusa de ese viaje que hicimos a los 22 años. Pero sí, teníamos un interés por lo público claramente, yo había estudiado Relaciones Internacionales, Marcos, Ciencias Políticas, y los últimos dos años de la facultad habíamos trabajado con el padre de Marcos que era subsecretario de Comercio Exterior de la Nación. Siempre nos interesó lo público, Marcos tuvo la política en sí misma mucho más marcada desde un principio. Pero yo no tuve una vocación política, lo que tenía era una vocación pública. Mucho después apareció una vocación política. Cuando volví de ese viaje estuve trabajando varios años en el Gobierno de la Ciudad de Aníbal Ibarra formando el área de Comercio Exterior de la ciudad. Fue todo un aprendizaje pero al final me fui medio hinchado las bolas. Yo no tenía una definición política clara, y si la tenía era más ligada a lo que en ese momento era el progresismo. Digo en ese momento porque después, como categoría, estalló en mil pedazos, en parte por el kirchnerismo. Pero yo no militaba, siempre me pareció que el Estado, el sector público es un lugar de transformación fenomenal. Me gusta mucho, lo hago porque me divierte, me interesa, aprendo mucho y siempre me pareció que el sector público tiene una carga de sentido que otros trabajos no tienen. Respeto mucho al que labura en otro lado. Gente con la que fui al colegio ha hecho una carrera en el sector privado donde ganan cinco veces más que yo, siempre fue así pero yo entendí que esta era mi vocación, que me gustaba, hice las paces con eso muy rápido.

-¿Cómo fue el paso de la función pública a la participación política?
-Recién mucho después, con este Gobierno en la ciudad, yo empiezo a tener mayor participación política. Macri para mí no era una persona… digamos… en la primera elección que se presentó, no lo voté. En 2007 voté Macri/Cristina, porque iba Mauricio en la misma boleta con Gabriela (Michetti). Yo laburé con Gabriela dos años cuando tenía 19 y me acuerdo que la llamé y le dije “che, por vos tuve que meter a este hijo de puta en la urna”. Estaba como muy alejado de lo que era mi visión de la política en ese momento. Ese voto raro es porque yo de todos modos nunca me compré esa polarización extrema.

-¿Y Cristina te gustaba?
-En ese momento Cristina era un enigma, estaba en el Senado, había estado en la convención Constituyente, parecía ser una versión más civilizada de Néstor. A mí me gustaba mucho la agenda del kirchnerismo y entendía que Kirchner era medio bestia en términos de las instituciones pero, si querés, como un mal necesario de la salida de la crisis del 2001, Duhalde, blablabla… Tenía una agenda que a mí me gustaba en términos discursivos, y creo que le gustó a muchísima gente. Así la voté a Cristina, medio a ciegas, porque además la oferta que había en ese momento era bastante limitada. Después me decepcionó.

“En 2007 voté Macri/Cristina, porque iba Mauricio en la misma boleta con Gabriela (Michetti). Yo laburé con Gabriela dos años cuando tenía 19 y me acuerdo que la llamé y le dije ´che, por vos tuve que meter a este hijo de puta en la urna´” 


-¿Cómo fue tu llegada al Gobierno del Pro?
-En 2004, antes de Cromañon yo había dejado el Gobierno de la Ciudad cansado de muchas cosas. En la última etapa, Ibarra tenía loteado el Gobierno entonces estaba todo fragmentado, era imposible llevar adelante ningún proyecto, era muy mezquino desde lo político… me cansaba todo eso. Entonces me fui y armé una ONG que se dedicaba a ayudar a Pymes a exportar. Después estaba muy tranquilo haciendo varios laburos, era consultor, escribía, vivía solo a una cuadra de mi oficina en San Telmo… no tenía ganas de volver a lo público. Pero Marcos me insistió, me presentó a Pancho Cabrera y entré al Gobierno de la Ciudad como director de Comercio Exterior. Al segundo año, en 2008, me pidió Pancho que por un tiempo cubriera una vacante que había en Industrias Creativas y eso para mí fue un cambio de educación. Tengo la década de los veinte dedicada a la promoción de exportaciones, me imaginaba como alguien dedicado a eso, dirigiendo la Fundación Exportar, o algo así. Y cuando me cruzo con las industrias creativas fue un cambio de vocación tremendo. Fue un viaje alucinante de aprendizaje de temas que eran muy nuevos, no había un manual y hubo que ir abriéndose camino y estuvo buenísimo. Nunca me preguntaron a quién había votado ni tampoco me pidieron militancia en el sentido de los famosos timbreos que nosotros hacemos.

-¿Cuál era tu imagen de Mauricio Macri?
-A los pocos meses de entrar me pidieron que ayude a organizar un viaje a China en el que iba Macri. Y en los viajes a China, que son largos y va poca gente… ese prejuicio que yo tenía construido en función de lo que él era en los noventa y de mi consumo mediático, de mi dieta cognitiva, se rompió rápidamente. Y después se fue rompiendo cada vez más porque él mismo fue haciendo una transformación muy fuerte. Para mí, encontró en la cosa pública un norte que lo fue llevando. Hay gente que el Estado le hace mucho mal y le potencia sus peores cosas, y en el caso de Macri es al revés, dentro de las limitaciones que tiene cualquier persona. Yo no lo endioso para nada ni mucho menos, pero me parece que es un tipo que ha hecho un camino de apertura mental tremendo, y haber sido testigo de eso es… Desde lo espiritual también porque él trae, a su manera, como todo el mundo, un paquete de cosas. Y supongo que un tipo que no había tenido mucho contacto con la gente mano a mano, por haber sido la persona que fue, por haber sido secuestrado, por haber sido rico… qué se yo, la política le dio ese contacto y es un caso raro en que le hizo mucho bien. Vos lo ves hoy con sus limitaciones infinitamente mejor que lo que era en ese momento.

-Te fue convenciendo.
-Mi compromiso tiene que ver con que yo de a poco me fui enganchando y esa vocación pública se fue convirtiendo también en una vocación política. Decir che, está bueno no solo todo lo que estamos haciendo nosotros sino, en general, todo lo que está pasando alrededor, son más las cosas con las que coincido que las que no. Entonces ahí sí, fui a ver en qué puedo dar una mano. En el medio, nunca me compré la polarización, no creo que las cosas sean blanco o negro. Yo hice una maestría en Políticas Públicas que para mí fue genial porque me dio amigos de todo el arco político: radicales, peronistas, peronistas kirchneristas… siempre tuve amigos adentro y afuera del Gobierno, ahora tengo amigos con Massa, radicales, kirchneristas… A la vez, desde las industrias culturales y creativas me fui involucrando cada vez más con la agenda cultural. Tengo la suerte de siempre haber estado expuesto a gente que piensa diferente, porque mi vida me llevó en esa dirección y porque yo siempre lo busqué. Detesto cualquier tipo de dogmatismo y la idea de que no se puede dialogar de ninguna manera. Me parece un espanto eso de el que grita más fuerte es el que tiene razón, me parece insólito.

-¿Existe esa posibilidad de disenso en el Gobierno?
-Sí, siempre la hubo, por eso yo me sentí siempre súper cómodo porque hubo un montón de temas de agenda que fueron debatidos hacia adentro. Pensá por ejemplo en la igualdad de género, que es algo ya viejo en Argentina, por suerte, pero mucha gente se olvida que Macri fue el primer político en ejercicio que tuvo una postura muy clara, porque en la primera unión civil de dos personas del mismo sexo que se dio, fue él el que permitió que se diera, y detrás de eso hubo un debate interno con un montón de gente participando, Marcos Peña a la cabeza. Yo no creo en el parámetro izquierda/derecha en la forma en la que lo concebíamos en el siglo XX porque hoy hay muchas otras variables, es mucho más sofisticado, creo que son categorías reduccionistas que nos hacen mucho mal. Lo que prefiero es discutir ideas concretas y ver dónde nos paramos alrededor de esas ideas. Dentro del Gobierno eso existió siempre, no hay nadie que te venga a censurar por decir algo.

 

-En los últimos meses hubo temas en la agenda que dividen aguas, como la profundización del ajuste, la represión… ¿Se da el debate sobre estos temas también?
-Como todo, el lenguaje nos termina definiendo. Vos mismo al decir represión o ajuste estás, al menos, poniéndole límites a la pregunta. No digo que no lo sean, pero creo que hay que tener la empatía suficiente para mirar un tema desde todos los ángulos, que es muy complejo porque todos estamos siempre adentro de nuestras cajitas y pensar fuera de la caja es lo más difícil del mundo. A mí me pasa mucho en mi casa que con Carla, mi mujer, discutimos, me voy a dormir peleado y cuando me levanto digo “la verdad que ella tenía razón en esto”. Me hace mucho bien poder tener, con alguien que respeto y amo como mi mujer, posiciones diferentes, porque eso me permite contrastar lo que pienso. En el Gobierno pasa todo el tiempo la posibilidad de debate. Yo no estoy en la definición de qué se va a decir ante determinados temas, no participo de esas discusiones porque no es mi trabajo. Hoy estoy fanático de mi trabajo actual, me parece fascinante, es un lugar donde tenemos muchísimo para hacer.

-¿Cuáles son los ejes de la política cultural de este Gobierno?
-La gestión cultural pública en la Argentina, con independencia de los colores políticos, está muy poco desarrollada. Lo que tenemos es una tendencia de la política cultural hacia la cultura del espectáculo como única herramienta, y me parece que eso es un problema, no puede ser lo único que hagamos. Creo que hay un campo enorme de acción que es donde estamos haciendo foco que es pensar nuestro laburo como, en lugar de ser productores de todo lo que pasa, reconocer que existe todo un ecosistema cultural y creativo y que nuestro trabajo es apoyar el desarrollo de ese ecosistema. Parece sencillo pero es complejo porque implica trabajar muy fuerte con todas las provincias y municipios. Este era un Ministerio que estaba muy politizado, con una presencia de La Cámpora, con un trabajo territorial muy fuerte, había una utilización de las herramientas para la construcción de la militancia política… El desafío es consolidar ese ecosistema donde hay un montón de actores, incorporar la noción de la cultura pública no estatal, que son todos los que hacen cultura que no son parte del estado: teatros independientes, centros culturales independientes, organizaciones que trabajan en zonas vulnerables en proyectos culturales -que los apoyamos desde el programa Puntos de Cultura-, las universidades que están en todo el país que trabajan en arte y cultura… Todos esos actores son tanto o más relevantes que el Estado, y cuando vos le preguntás a un burócrata público de la cultura qué hace, te enumera sus cosas: “tengo este museo, este festival…”

“Nunca me compré la polarización, no creo que las cosas sean blanco o negro. Yo hice una maestría en Políticas Públicas que para mí fue genial porque me dio amigos de todo el arco político: radicales, peronistas, peronistas kirchneristas…”

 -¿Vos intentás descentralizar?
-No es solo descentralizar sino entender que tiene que haber una política cultural moderna que incorpore a todos esos actores. Yo estuve hace pocos días en Córdoba y hice lo que llamo un encuentro creativo -cada vez que viajo hago lo mismo- que es una charla con artistas, gestores culturales donde más que hablar voy a escuchar. También tenemos un programa que se llama Plataforma Futuro que es un apoyo económico para la creación artística interdisciplinaria en todo el país, con mucho foco a lo que no es Buenos Aires. Se presentaron más de 600 proyectos y un jurado eligió a 90 que tienen un apoyo económico importante y un mentor.


Todos estos programas lo que hacen es mostrar que hay un mapa de la diversidad cultural y creativa en Argentina super potente, recontra contemporánea, que no estaba contemplado porque en general la relación era “tomo a tal músico y lo pongo en un festival nuestro”, en lugar de pensar cómo hago para que en determinada provincia haya un ecosistema sano, una circulación tal que en algún momento rompamos con la lógica de que todo tiene que pasar por Buenos Aires para existir. Y eso va mucho más allá de simplemente tener una oferta pública de calidad porque si vos sos un actor, por ejemplo, y estás en una provincia donde no hay un circuito estable de salas independientes, donde no existe la posibilidad de formarte, de circular, tenés un problema porque dependés de la única sala pública que puede haber… Cuando el Estado tiene el control absoluto de la cultura -que es algo que a mi juicio hubo riesgo de que sucediera- el riesgo sempre es que se mezclen los tantos, y yo creo profundamente en el rol independiente de la cultura, independiente en serio, de cualquier gobierno. No es el rol de la cultura aplaudir al gobierno de turno.

-¿Cuál es el rol de la Secretaría de Cultura y Creatividad?
-Yo tengo dos frentes muy claros. Por un lado tengo que trabajar en el desarrollo de la economía creativa: básicamente, cómo las industrias culturales y creativas y los emprendedores culturales de toda la Argentina pueden desarrollar el proyecto que quieren y tener las herramientas para hacerlo -ahí tenemos subsidios y herramientas de capacitación-. Pero además cómo, en su conjunto, todo ese sector genera un empleo de mayor valor agregado en el resto del país. El fenómeno de las industrias culturales es muy urbano, con lo cual es una gran oportunidad para las ciudades del país. El otro desafío es cómo pensar a la cultura en términos de su impacto en el desarrollo. Cuando vos como país estás en un gran desafío que es la reducción de la pobreza -tenés al 30 por ciento de la población en situación de pobreza-, en general la discusión es de hardware. ¿Qué quiere decir hardware? Inversión en infraestructura, autopistas, cloacas, viviendas… el “haciendo lo que hay que hacer”, ¿viste? Pero para mí el software es tan importante como el hardware, y el software es la cultura, es lo que te da la posibilidad de un desarrollo identitario individual, pero fundamentalmente colectivo. Y desde ese lugar estamos desarrollando toda una serie de herramientas, por ejemplo, Puntos de Cultura, que es un programa que apoya a las organizaciones independientes que están en el territorio en muchos lados donde ni siquiera el Estado está presente.

-¿De qué forma se apoya a las organizaciones independientes?
-Por ejemplo, creamos una Dirección de Formación Cultural en el Ministerio que hoy está capacitando a gestores culturales públicos de todo el país, en todo el país. La cultura es cada vez más una cuestión de trabajo en la comunidad en la que estás inserto, entonces tiene menos que ver con Nación y más que ver con los Municipios. Yo viajo cada dos semanas y siempre me junto con la comunidad local, y te dicen “no saben ni que existimos”. Los teatros independientes, centros culturales independientes, la movida de residencias en el campo de las artes visuales… como no saben que existen no hay tampoco una normativa que los ampare, que los estimule, que evite que los clausuren… Eso es parte de la capacitación que les estamos dando a los gestores culturales públicos. También tenemos programas más de nicho, estamos capacitando a los técnicos de los teatros públicos del país porque vimos que hay una cantidad de teatros que están bien equipados pero la gente que labura en los teatros no está entrenada. Y con el Ministerio de Ciencia y Técnica estamos viendo si podemos lanzar una línea de estímulo a la investigación en gestión cultural para también dar una señal muy clara de que necesitamos insumo de la academia, de los investigadores, para que siempre haya alguien estudiando y criticando lo que uno hace, estudiando lo que hicieron en otros países que se pueda hacer acá…

-¿Tu trabajo tiene vínculo con los entes autárquicos?
-El Ministerio tiene un montón de organismos descentralizados que si bien forman parte del Ministerio, como son autárquicos, históricamente no tuvieron relación entre sí y tampoco con el Ministerio. Hablo del Incaa, el Instituto Nacional del Teatro (INT), el Instituto de la Música, el Teatro Nacional Cervantes, la Biblioteca Nacional, la Comisión de Bibliotecas Populares y el Fondo Nacional de las Artes. Hoy, dentro de mi Secretaría hay una estructura dedicada a hacer el seguimiento de esos organismos, nos juntamos regularmente con ellos y entonces empieza a haber una coherencia mayor de la política cultural argentina, para ir todos en una dirección parecida. Como desafío es fascinante, yo tengo poco tiempo para la rosca porque me divierte mucho más pensar cómo desde lo público podemos tener un impacto que sea duradero en la gestión cultural.

A esta altura de la entrevista es necesario aclarar que la conversación con Avogadro tuvo dos instancias. La primera de ellas fue en su despacho de la Avenida Alvear, pocos días antes de que una denuncia por corrupción derivara en la renuncia del entonces titular del Incaa Alejandro Cacetta. La segunda instancia fue por vía telefónica e incluye las siguientes cuatro preguntas en las que el funcionario aclara su posición respecto al tema.

-¿Fue una tarea de esa estructura de tu Secretaría analizar las denuncias que hubo contra la dirección del Incaa y que llevaron a la renuncia de Cacetta?
-No, porque esas denuncias fueron directamente a jefatura de Gabinete y de ahí a la oficina anticorrupción y al Ministerio. Mi equipo no tiene capacidad de seguimiento administrativo a ese nivel de detalle. El Incaa es un ente autárquico, con lo cual no tenemos forma de hacer ese control. Sí estuve en la reunión que se hizo hace un par de semanas con todas las cámaras, donde con toda claridad dijimos que de ninguna manera había un interés en desfinanciar al cine nacional. De hecho no sé cuál es el origen de ese temor del sector porque justamente nosotros venimos trabajando en desarrollar el cine. Por otro lado, no podemos desfinanciar al sector porque el financiamiento está dictado por ley.

-¿No hay intención de modificar esos artículos específicos?
-Permanentemente estamos viendo cómo promover un sector con cada vez mejor impacto teniendo en cuenta que el propio sector se va transformando como todas las industrias creativas. Hay un cambio natural en los hábitos de consumo, un montón de cosas que son parte de la dinámica de desarrollo del propio sector, pero…

-¿Tienen analizado cambiar la forma de financiamiento?
-No, en absoluto, y si lo hiciéramos sería aparte un debate con el sector, no algo para hacer por separado. Yo en mi trabajo hago un seguimiento de todos los organismos hasta el lugar en el que uno puede seguir un organismo que es autárquico. El INT es lo mismo, está creado por ley, tiene un consejo de administración, yo hago un seguimiento que nunca hubo pero no deja de ser responsabilidad directa de quienes administran esos organismos…

-¿Tenías vínculo con Alejandro Cacetta? ¿Estuviste de acuerdo con su renuncia?
-No es que esté de acuerdo o no porque no me corresponde, lo que sé es que Alejandro es un tipo súper capaz, honesto, y me pareció desagradable el programa de televisión en el cual se lo denunció, más allá del contenido que pudieran tener esas denuncias, la forma en que se lo hizo me pareció desagradable y no sé cómo sucedió. Me parece que es un bastardeo de la figura de él.

A partir de este punto continúa la conversación mantenida en el Ministerio de Cultura.

-Pareciera que hay cierto prejuicio respecto de las políticas culturales de este Gobierno alimentado por la presencia de nombres como Lopérfido, Mahler…
-Pero fijate cómo se discuten más personas que políticas. No es una discusión de está bien o mal esto, si no si está bien o mal esta persona, y yo creo que ese es un problema que tenemos todos. Y en general, en las últimas campañas la cultura no apareció en la plataforma electoral de los candidatos como un tema a ser discutido. Vos no podías distinguir mucho, no había una idea muy clara de qué iba a hacer cada uno.

“Lo que tenemos es una tendencia de la política cultural hacia la cultura del espectáculo como única herramienta, y me parece que eso es un problema, no puede ser lo único que hagamos”

 -Pero el kirchnerismo se ocupó de convocar voces que tienen mucho impacto en la opinión pública.
-Pero no tiene que ver con la gestión cultural, ninguna de esas voces salieron a defender una gestión cultural. A mí me parece absolutamente válido que cada uno diga lo que quiera, pero los actores famosos que hicieron votos de fe por el kirchnerismo lo hicieron en función de una coincidencia que tenían con lo que el kirchnerismo supuestamente encarnaba.


Yo nunca fui kirchnerista pero también la voté a Cristina porque coincidí con un montón de cosas que hicieron. Después me molestó la apropiación de determinados temas de agenda de forma muy mezquina para un determinado espacio político negando cualquier otra participación. Me pasó con los temas de igualdad de género… Yo entiendo que un montón de gente con una agenda determinada, con un posicionamiento y con una sensibilidad determinada se haya visto seducida por un espacio que trabajó como ninguno lo había hecho esos temas. O los derechos humanos. Yo puedo estar en contra del ninguneo a todo lo que pasó antes -el radicalismo, etcétera- pero desde ya que estoy a favor de un trabajo desde el Estado que tenga que ver con el esclarecimiento, con continuar con los juicios, no hay forma de sanar si no es dando cuenta de lo que nos pasó como sociedad.

-¿Es difícil trabajar en la cultura después de toda esa etapa?
-Creo que hay un prejuicio en contra nuestro que tiene que ver con esa polarización. Si una parte importante de la cultura tiene un filtro que son los anteojos con los que eligen mirar todo… Pero lo que puedo dar fe es que ese supuesto prejuicio, cuando lo tratás mano a mano, no es tal. Yo me enteré que me tocaba esta responsabilidad del Ministerio de Cultura un mes antes de asumir, y si bien yo venía trabajando en temas de cultura, es todo un desafío hacerse cargo. Había un montón de temas importantes, como por ejemplo quién iba a dirigir el INT, que en ese momento tenía problemas por acusaciones cruzadas de corrupción, o el caso más reciente de Tantanian en el Cervantes. Para tomar esas decisiones conversamos con muchísima gente y yo, en el caso del teatro, hice una lista de la gente que más admiraba y uno por uno les escribí, “mirá, tengo de golpe esta responsabilidad y quiero saber qué pensás vos”. Absolutamente todos me recibieron y estuve tres horas con cada uno. Finalmente, Marcelo Allasino, que venía de ser secretario de Cultura en Rafaela por el FPV fue nombrado en el INT porque es un tipo que puso en marcha el festival de Rafaela, tiene un conocimiento del teatro de todo el país… Nadie le va a decir a Alejandro Tantanian que es macrista, y es muy difícil pensar en otra persona tan idónea como él para el Cervantes, que conjugue talento como actor, director, dramaturgo y a la vez como gestor cultural, que es la parte más difícil. Muchas veces creemos que por ser artista uno ya está en condiciones de gestionar algo y no es así, son laburos diferentes. Lo que quiero decir es que puede haber en el campo de la cultura un prejuicio, pero mi aspiración es que nos juzguen por lo que estamos haciendo, no por el fantasma que puedan tener en la cabeza. Me parece bien esto, mal esto, discutámoslo. Creo que estas posiciones de barricada se van a ir calmando y vamos a terminar discutiendo políticas culturales concretas.

Cuando Avogadro empieza a hablar es difícil pararlo para meter pregunta. Habla de todo con entusiasmo y dice que a él la crisis de los cuarenta le llegó algunos años antes. Ahora, además de desempeñar un cargo exigente, intenta escribir en un cuaderno personal dos veces por semana, va a clases de danza contemporánea y los fines de semana le gusta almorzar en Pan y Teatro con su mujer y su hija de un año.

-¿Cómo te ves en los próximos años? ¿Pensás en tu evolución política?
-No, yo aprendí por una serie de crisis personales que el cambio es la única constante. Por ejemplo, yo voy a las clases de danza de Ana Frenkel porque me hace mucho bien, me parece un lugar de aprendizaje constante de conexión con el presente. Ella trabaja mucho con ese tema y el hermano, Diego Frenkel, tiene ese tema alucinante que dice “nada es igual, el tiempo es amigo si estás donde estás”. Para mí es como un haiku que podés meditar alrededor de eso siempre. El presente es algo que yo vivo realmente. Estuve muy alienado con mi trabajo, siempre me gustaron mis trabajos y el riesgo de eso es que te pases de rosca y estés muy obsesionado con hacer más y más y más. Yo llego a la noche a mi casa y pienso “¡qué alucinante mi día! Conocí a fulana, fui a ver tal lugar…” Cuando viajo estoy sin parar visitando una biblioteca popular, juntándome con artistas del lugar, veo una obra de teatro… Por lo cual mi aspiración no es tanto personal. El espacio en el que estoy es muy generoso en ese sentido, reconoce la transpiración, agradezco ir creciendo dentro del espacio porque es una oportunidad de aprendizaje constante. Pero la vida es tan rara que tal vez termino en cualquier parte. A mí me gusta mucho leer y escribir sobre los temas que trabajo, me gustaría desarrollar una pata académica… Pero yo aprendí que la vida es un equilibrio. El trabajo está dentro de la vida, pero además están los afectos, tengo una hija de un año y me voló la cabeza ser padre… Pienso mucho en el tiempo no productivo, es algo que a mí me alucina: cómo todo lo que hacemos finalmente está metido dentro de un sistema. Entonces me parece profundamente anticapitalista lo que hacés sin un sentido último. Siempre estás atrapado en esas telarañas de que hacés algo para… todo tiene un fin en sí mismo, ¿no?

-Entre todas las cosas que hacés, ¿tenés tiempo para ese momento anticapitalista?
-Nosotros con mi mujer, por ejemplo, siempre fuimos de ir al teatro dos veces por semana. Ahora con Joaquina se nos complica, pero yo creo que la vida es lo que está pasando en este momento, entonces, si realmente querés ir al teatro, no esperes, organizate y andá al teatro. Si no, le estás cargando la culpa a tu hija, te estás frustrando… El equilibrio, para mí, siempre es inconstante, no existe un punto de equilibrio constante, los seres humanos estamos siempre en esa búsqueda, y ese camino es lo interesante. La vida es un equilibrio inestable y todo lo rígido se rompe.