Revista Almagro - Fernanda Laguna: “Un artista es una persona montada en una realidad diferente”

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Publicado por Javier

Fernanda Laguna: “Un artista es una persona montada en una realidad diferente”

¿Vamos a volver a preguntarnos qué es el arte? Sí, vamos a volver a preguntarnos qué es el arte. En un mundo hiperconectado y dinámico, en el que las redes sociales democratizaron el acceso al consumo y también a la producción de objetos artísticos, seguir pensando en las formas en las que se crea, aunque parezca demodé, resulta bastante interesante. Fernanda Laguna es lo que se dice una artista tres sesenta. Su trayectoria está marcada por Belleza y Felicidad, un espacio fundante del under porteño de los noventa, urbe artística, galería y sello editorial que fundó junto a Cecilia Pavón hace ya veintidós años y hoy tiene su sucursal en Villa Fiorito.

 

Artista visual, curadora, poeta y novelista bajo el heterónimo Dalia Rosetti —que alimentó a la literatura contemporánea de historias lésbicas disparatadas—, Laguna muta y también permanece: puede hacer un talismán con una foto carnet de Ricky Martin, pintar con marcadores, pegar cosas con otras cosas o fabricar una carterita con el plástico del papel de cocina marca sussex. “El cómo es la personalidad de las cosas, es lo más interesante y hermoso”, dice y anticipa lo que se viene: una conversación de tipo derrotero reflexivo en el que desplegará sus ideas sobre los procesos creativos, donde dirá que el arte es una forma de mirar, un árbol de manzanas del que se puede hacer tarta o jugo clight, donde dirá también que crear con placer y colectivamente es posible.

 

 

¿Cuál es tu fórmula para crear?

Principalmente el momento de creación, que para mí no significa hacer una obra. Trato de no tener una visión extractiva del arte. Para mí el proceso creativo es también estar boludeando en mi taller, disfrutando de una música, viendo imágenes de internet, leyendo, haciendo artesanías, haciendo diferentes cosas a la vez. Y entre medio de todo eso sale algo, digamos, que no siempre tiene un fin expositivo. También hago un montón de cosas que son más para mí, que quizás en cinco años o menos exponga pero que, en un principio, tienen que ver con una práctica personal. Bueno, creo que un artista es una persona montada en una realidad diferente. El arte es una realidad corrida de los parámetros de la otra vida que uno tiene. Yo lo divido en dos realidades: la realidad cis, que es donde soy víctima de lo que me pasa; y la realidad trans, donde yo elijo ser lo que quiero ser.


 “El arte es una realidad corrida de los parámetros de la otra vida que uno tiene. Yo lo divido en dos realidades: la realidad cis, que es donde soy víctima de lo que me pasa; y la realidad trans, donde yo elijo ser lo que quiero ser.”


¿Y qué marca esa disociación?

La misma experiencia. Estás triste tirada en una cama: ese sería el dolor cis, ese dolor inmenso… Y después te ponés a escribir, y no es que el dolor no está, está transformado en otra cosa, revestido de belleza, de compasión, de ternura, de otro tipo de emociones. Entonces creo que uno lo hace como para sentirse mejor, para encontrar otras capas que existen. No es una realidad ficcional. Es como una transrealidad.

 

¿Creés que ser artista es una decisión?

Sí, absolutamente. No sé cómo sería si no. ¿Cómo sería?

 

Podrías ser víctima del arte…

No, yo creo que es una decisión porque cuando hay elección, uno deja de ser una víctima.

 

¿Y cuál es tu disparador para crear?

Una búsqueda. Lo que dispara qué me pasa. Una curiosidad para ver si hay otra forma de vivir. Igualmente hay un montón de formas de ser artista. Hay artistas que se dedican a tener una producción exclusiva para la venta. Eso también es una posibilidad.

 


“El proceso creativo es una mezcolanza, es como un licuado. Es la luz de mi taller, que es cálida y da un poco de sombra, pero pareja. Es como una planta, necesita de un montón de cosas para poder producir.”


 

¿En qué condiciones producís? ¿Cuáles son tus condiciones de producción?

Antes tenía condiciones, como estar triste para escribir. Ahora son diferentes intensidades. Como elegir colores: necesito un verde, no un rojo. Necesito escribir, no necesito pintar. Hay algo que se da vuelta en la cabeza y hay una forma diferente de percibir las cosas, ¿entendés? Uno puede ver una botella y verla como basura o como la posibilidad de ser una flor. Uno ve su materialidad, su estructura formal y puede ver una flor, hacer una flor. Es una mirada diferente. Para hacer arte tenés que estar en esa mirada.

 

¿Qué acompaña esa mirada? ¿Cómo estimulás ese proceso creativo?

El proceso creativo es toda una mezcolanza, es como un licuado. Está hecho de un montón de cosas. Es la luz de mi taller, que es cálida y da un poco de sombra pero pareja. Es como una planta, necesita de un montón de cosas para poder producir. Tengo exhibidas las cosas que estoy haciendo y que necesito ver para conectarme con una mirada diferente.

 

¿Qué tipo de cosas?

Objetos de poder. Objetos que me montan, como si fueran la corona de una reina. Objetos que me hacen artista. Hoy tengo una carroza fúnebre de madera chiquitita que tiene campanitas, unas cintas y tul negro como techo; y adentro tiene una cucaracha, un bicho bolita muerto, un osito de plástico y la carcasa de una mariposa. La miro y me hace recordar esa cosa de encuentro, de amigues que están ahí charlando adentro de la carroza fúnebre. También es la muerte y la vida, la vidamuerte.

 

 

¿Y cada cuánto cambian esos objetos?

A medida que voy haciendo nuevos. Algunos duran bastante tiempo, otros no. Me gusta ver los materiales, tener cosas sobre la mesa, que esté ordenada pero a la vez desordenada. Todo eso me genera una mirada diferente.

 

¿Cómo elegís los materiales que vas a usar?

Como si fuera a la heladería. Son cosas que me gustan pero también algunas que no me gustan tanto pero que quiero que me gusten. Entonces las compro, las tengo ahí: hilo sisal, poxipol, la pistolita de silicona -me gusta eso de que no se sabe si pega o no pega, si es genial o una porquería-. Para mí una obra no es solo lo que se ve sino de qué está hecha. Es re importante la forma de pegar. Lo mío por ahí se rompe, y me gusta porque me gusta arreglar las cosas que hago.

 

¿Y eso cambia con tu gusto?

Sí, todo cambia siempre. A veces me copo con los caracoles, otras con el hilo sisal, después hago cartulinas y pienso que voy a estar para siempre y voy cambiando sin querer.

 

 

 

¿A dónde salís a buscar cuando no se te ocurre nada?

Limpio la casa, ordeno libros viejos, placares, acomodo los cuadros que ya tengo hechos. Eso también es una especie de idea y producción, es artístico, no es solo producir objetos. El arte es un tipo de mirada sobre las cosas y esa mirada te lleva a un tipo de accionar. Es como un árbol de manzanas. Uno piensa que el arte es agarrar una manzana y hacer una mermelada, una tarta, un jugo clight, lo que sea, como una visión extractivista del arte. Pero el arte es un árbol al cual uno se puede trepar, en el cual uno puede ponerse a la sombra. Produce otras cosas, no tiene que ser solo una cuestión de extracción: se puede regar a ese árbol de manzanas o ponerle compost. Y también producir obras pero tener otra mirada sobre ese árbol.

 

¿Tenés obsesiones?

No me sirven. Obsesionarme me expulsa. Me quedo petrificada. Es más como planear, como una paloma en la terraza de un edificio: ir mirando, ver dónde me paro, ver las cosas desde lejos, desde cerca. Cuando no estoy haciendo arte me obsesiono con un tema pero en el momento del arte no.

 


“La inspiración no es algo que viene como una paloma que baja. Inspirar es respirar, es conectar. Es como respirar el poema, la sensación que tenés en el cuerpo.”


 

¿Y rutinas?

Estoy un montón en el taller. Hay que ordenarlo. Hago también artesanías, productos para mi local, libritos, edito revistas, arreglo una tetera, coso cosas para la casa. Hacer todas esas cosas es lo que me hace estar más suelta. No subo al taller y digo: ¿qué hago? Estoy haciendo siempre algo y en algún momento aparece una obra.

 

¿Con qué herramientas contás?

La inspiración no es algo que viene como una paloma que baja. Inspirar es respirar, es conectar. Es como respirar el poema, la sensación que tenés en el cuerpo, por ejemplo. Es estar en presencia. Para mí es muy importante oler los materiales, tocarlos. No es solamente una decisión estética, son táctiles, de una acción repetitiva. Me importa cómo corto las figuritas que hago. Porque las corto como me gusta cortarlas, no como quedan bien.

 

¿Te funcionó alguna técnica en particular? ¿Droga o esoterismo?

A mí me encanta chupar. Pero para pintar no es algo que me cambie demasiado. Tengo un poema que escribí que dice: beber alcohol no nos convierte en mejores poetas. Pero el arte es un camino personal, cada uno tiene que descubrir las cosas.

 

¿Cómo se vinculan el arte y el placer?

Creo que con placer todo es más lindo. Es una lucha revolucionaria: hacer las cosas disfrutando. Es mucho más efectivo incluso que hacer sufriendo. Estás más capacitado para responder cuando te sentís bien. Digo placer no como un orgasmo, sino como cuando uno conecta con las cosas de una manera meditativa. Ese placer es una especie de señal de que vas por un buen camino. Spinoza dice que existen el dolor y el placer, el dolor es no y el placer es sí. Uno avanza cuando hay placer y retrocede cuando hay dolor. El placer te impulsa a ir más allá, a conocer, a estudiar, a construir tu propio camino. Eso es el arte. No es un cuadro, es un flujo. Es algo que intuyo, voy experimentando y buscando.

 

¿Ese proceso cambia en el hacer colectivo?

Es igual. Me siento muy cómoda trabajando colectivamente. Hay cosas que no las podría hacer sola, no me gustaría. Es tan alucinante cuando se tira una idea entre varies y va creciendo como el Increíble Hulk, transformándose en algo alucinante. Vivir esa experiencia me encanta. Yo no hago trabajo social por los demás, lo hago por mí, porque me gusta estar compartiendo cosas. Crezco un montón y me re sirve.