Texto: Josefina Blattmann / Ilustración de apertura: Pancho Pepe
Desde el 2001 leen historietas, desde el 2001 dibujan historietas y desde la era dorada de Blogspot y Fotolog, Juan Vegetal y Jo Murúa publican historietas.
La tira Felices los ñoños fue la carta de presentación de Vegetal en la escena de la historieta argentina. A eso le siguió Ciber-city Internet Pseudo System, una novela gráfica editada por Wai Comics y publicada gracias al crowdfunding. También hizo una serie web, Todo mal con Juan Vegetal, que salió en UN3tv, dio talleres de historieta y fanzine como el “Taller de dibujar mal” o “Dibujando en el espacio” y participó de muestras colectivas. Ahora, en el Centro Cultural Recoleta se encuentra su primera muestra individual, Estación Espacial Hawaii, un club cultural temporal de colores hecho con papel, cartón y plasticola.
Jo Murúa, por su parte, está a unos meses de presentar su primer libro editado por Wai Comics. Mientras tanto, editó decenas de fanzines que comparte en su Instagram, participó de muestras colectivas como la que curó José Sainz, Los Accidentes, montada en el Centro Cultural Recoleta, dio talleres de fanzine y vendió buzos con sus dibujos.
El primer cómic que leyeron fue El Eternauta, en los albores de la adolescencia, y de ahí pasaron a Quino, Caloi, “dibujantes que te dibujan la cancha de River, un chalet de zona norte…”. Eran tiempos de poca novedad y reedición de lo viejo, “todo viejo y todo chatarra -según Vegetal-. Nada de uh, mirá, salió un libro nuevo de tal persona”.
En 2001, a sus 11 años, en lugar de Harry Potter se engancharon con El Eternauta
“Hoy en día es más fácil. Conocés a los autores, sabés cuándo sacan un nuevo libro, los libros son lindos, están pensados por editores- dice Murúa-. El eternauta fue la primera historieta que leí de principio a fin. Se lo pasé a mi primo, mi primo se lo pasó a la mamá y la mamá le dijo “ah, yo tengo El Eternauta”, y ahí nos pasó los tomos 2 y 3. Era algo increíble, como que hablábamos entre primos a ver por dónde íbamos y pedíamos que no nos spoilearan nada. Pero era flashar, eh, real, no poder parar de leer. Además nunca me había pasado de engancharme con un libro. A los 11 años era 2001, y como que en vez de Harry Potter me enganché con El Eternauta. También Mafalda estuvo ahí toda la vida, pero era otra cosa”.
-¿Por qué era otra cosa?
V: Para mí, Mafalda no tenía onda.
M: Claro, sí. A mí con Mafalda me pasó que iba creciendo y leía las mismas tiras que ya había leído de más chico y las entendía y me quedaba tipo aaaah. Eso es muy loco. Creo que si la leo ahora de nuevo entiendo más cosas todavía. Pero bueno, definitivamente El Eternauta fue la primera “novela gráfica” (como le dirían hoy) que leí.
-¿Cómo y cuándo empezaron a dibujar?
V: En mi caso, cuando descubrí El Eternauta flasheé. “¡Ah, claro, tengo ideas, tengo que ser guionista!” Yo pensaba que tenía buenas ideas. Solo necesitaba un buen dibujante. Igual nunca busqué un buen dibujante ni nada y empecé a dibujar las ideas que se me ocurrían yo solo, y me salían cosas feas o caricaturas, y dije “bueno, quizás puedo hacer algo más de humor y después cuando sea popular busco un dibujante que las haga”. Sigo haciéndolos yo igual.
M: A mí me pasaba algo parecido. Primero tuve las ideas y después empecé a dibujar. Como que de muy chico no dibujaba y tenía ideas y les decía a mi vieja y a mi tía algunas ideas tipo “dibujen esto con esto”, y dibujaban como el orto.
V: Me acuerdo de pensar que los adultos dibujaban bien, o sea, que todos ellos sabían dibujar. Y recuerdo perfecto el momento en que descubrí que todos los adultos no saben dibujar.
M: Me pasó lo mismo. Encima mi tía había estudiado bellas artes, entonces yo la tenía muy arriba y a los cinco años dibujaba mejor que ella. Después fue como un juego. Jugaba a la pelota pero lo que más me gustaba era juntarme con amigos a dibujar. Por suerte mi mejor amigo era un dibujante muy piola y dibujábamos juntos. La historieta fue una forma de aplicar el dibujo a algo.
Cuando Vegetal y Murúa se encontraron por primera vez con el cómic, como ellos recuerdan, las ediciones locales tenían olor a viejo. Pero a su vez se empezaba a facilitar el acceso a lo nuevo, era cuestión de meterse en un cyber, y así de fácil también era darse a conocer. El primer cómic que publicó Juan Vegetal se llamó “Mamá, mamá, soy flogger”, y salió, cómo no, en el Fotolog de su autor. “Era un proto Juan Vegetal: John Condón. Eran todas copias de Gustavo Sala diciendo puteadas y todo. Ahí tuve mis primeros lectores y la flasheé zarpado. Como que la idea de “lo subo y ya lo leen” me parecía increíble. Después, en papel, la primera que publiqué fue en un concurso de historieta del colegio. Fui el único que participé y lo gané, obvio, y lo imprimieron.
-¿Cómo empezaron a leer cómics en Internet? ¿Lo siguen haciendo?
V: Creo que es lo que más hago en realidad. Lo primero que apareció de historieta argentina post 2001 fue Historietas Reales, que eran como 12 autores que subían una historia por día a un Blogspot. Eso lo conocí gracias a la revista Comiqueando, de Andrés Accorsi. Igual yo iba al cyber y ponía “historieta”, “historieta argentina”, “cómics”. Bien básico. Ahí encontraba a un montón de autores que, buen, no tenían plata para publicar cosas pero existían. Era como un oasis. Ahí leía en digital todo lo que encontraba.
M: En el 2004, por ahí, en el colegio teníamos que hacer algo así como una exposición imaginaria y una amiga llevó un cataloguito de unos dibujitos que me encantaron, y era Liniers. Era la primera vez que yo veía algo de este chabón. De Liniers no había mucho en Internet. Él ya estaba en La Nación pero era raro. Yo nunca lo había visto en mi vida y La Nación en mi casa no se compraba. Después de ese dia, cada vez que veía un diario la Nación lo daba vuelta y buscaba la tira de Liniers. Toda la página me parecía cualquiera, no le daba bola al resto de las tiras pero la de Liniers era como que de lejos ya me llamaba la atención. Ahí me acuerdo que empecé a correr la bola en mi familia de que me gustaba eso y en un cumpleaños o algo así me regalaron Bonjour, que recién salía, y Macanudo 1 y 2.
V: Seguro si les preguntás a varios historietistas algo que los haya marcado te van a mencionar Bonjour. Era una locura. A Riskin le gusta mucho, ponele.
M: Ahí fue como que él empezó a ser muy generoso para recomendar cosas. Como que él tenía el espacio y todo, pero no por eso dejaba de nombrar a Cachimba, ponele, o a los que él lo marcaron. A partir de ahí como que creé un mapa. Coincide que en ese mismo año sale la Fierro de nuevo, y ahí ya está.
-¿Qué otras puertas abría Blogspot?
M: Algo muy interesante que había era que en el blog, al costado, te aparecía a quién seguía esa persona. Por ejemplo en el de Diego Parés era una lista de, no sé, 40 personas, y estaban Fayó, Podetti, Liniers, Lucas Nine, todos esos ahí. Iba al de Parés y ahí empezaba a entrar a los de los demás. También en esa época Kioskerman hizo una serie de entrevistas que se llamaban 30 preguntas a señores del cómic. Primero lo hizo con 30 personas, después lo abrió a quién quisiera contestarlo y en un momento lo terminó cerrando y está todo ahí congelado en el tiempo. Es muy interesante meterse porque hay dibujantes como Sole Otero o Nicolás Mealla, que recién empezaban.
-Esa dinámica de compro una revista y googleo lo que está en la revista, ¿cómo se traslada ahora?
V: Al revés. Conocés al autor primero y después decís “bueno, este libro me lo puedo comprar, este no me alcanza”, y así.
M: A mí me pasa ahora con Instagram que veo qué me recomienda la lupita y es como que hay algo medio gráfico que interesa al toque de forma muy obvia, y ahí empiezo a seguir gente. Flasheo mucho con gente de afuera que no sé ni de qué país es, no sé si es un chabón o una mina o lo que sea, y tampoco me importa. Creo que antes se tenía más en cuenta estas cosas, y para mí ahora es re tonto. Ya no googleo tanto, está todo en Instagram.
V: Yo fui de todas las redes sociales. Abro una y me creo un perfil. Felices los ñoños en realidad empezó en Fotolog. Arrastro seguidores desde ahí. Era muy popular. Hasta me pagaban el gold.
M: Dato no menor: esa tira que tenías de Mamá, mamá, soy flogger la Rolling Stone la levantó y puso algo así como “Juan Vegetal, sus dibujos no son lindos como los de Liniers”. Como que era Rolling Stone y linkeándote con Liniers. Eso era antes de Felices los ñoños.
V: Claro, eso era Fotolog. Fotolog me lo cerraron porque había recibido muchas denuncias porque eran chistes de floggers y eso. Después los dibujos los usaron en Bendita TV. Después, en 2009 se empezó a usar Facebook y me mude ahí y empecé la página de Felices los ñoños. Siempre mi meta era publicar en papel. Mi medio era Facebook pero lo que quería era llegar al papel. En mi cabeza funcionaba así: si junto muchos seguidores, alguien se va a interesar.
Y alguien se interesó. Un día, Vegetal fue a una librería a comprar libros y llevar unos fanzines, con la suerte de que en la librería trabajaban los editores de la editorial Galería. Él no se animó a entregárselos en mano pero los dejó tirados en una mesa, y al tiempo recibió un mensaje por Facebook: “Che, qué bueno el fanzine, lo encontré tirado en una mesa”.
V: Le pasé Felices los ñoños, y ahí se armó todo el círculo para imprimir el libro. Al final no lo tuve que pagar yo y salió con la editorial con la que yo quería editar. Ese libro me abrió un montón de puertas.
“Mi medio era Facebook pero lo que quería era llegar al papel. En mi cabeza funcionaba así: si junto muchos seguidores, alguien se va a interesar”
Para Jo Murúa, el camino fue distinto. “A mí me daba mucha paja el tema de los seguidores. Como que no tenía un estilo, cambiaba los materiales todo el tiempo, lo mismo hacía con el formato. A mí lo que me gustaba de Felices los ñoños era que respetaba un formato. Yo no tenía eso o no sabía cómo darle esa vuelta”, confiesa. Pero el tiempo pasó, los likes llegaron y ahora el dibujante está a punto de publicar su primer libro en papel.
M: Tengo re manija de editar hace un montón. Es mi primer libro. A mí lo que me pasa es que veo que toda la gente que está editando libros lo encaran como un proyecto largo. Te dicen “estoy laburando en mi novela gráfica”. Entonces como que cada vez veía más lejos mi libro. El año pasado fui a España y conocí una editorial que se llama Apa Apa y ahí me choqué con un libro de Conxita Herrero y fue como “Che, esto es lo que quiero hacer”. Eso me flasheó porque tiene de repente una historieta de 2 páginas, 2 dibujos, otra historieta de 3 páginas y hasta cambia un poco el estilo y todo. José Sainz, Riskin y El Waibe, o sea, Wai Comics, me venían diciendo de sacar un libro. Cuando llegué les dije que había comprado un libro que para mí era el ejemplo, y al toque El Waibe me dijo “Conxita Herrero”. Necesité ver que se podía hacer otra cosa para animarme a hacerlo. Es como que lo hacía muy complicado. Veía los libros de María Luque, y su proceso, y la carpetita con folios toda ordenada y no me imaginaba haciendo eso. De hecho, me compré una carpeta y me compré los folios. Hice cuatro páginas y quedó ahí para siempre. Por eso cuando me relajé y entendí que no todo es novela gráfica cubrí al toque la cantidad de páginas que habíamos pensado con Wai Comics.
-¿Hablan con historietistas de otros países? ¿Hay proyectos en conjunto?
M: Soy muy fan de una alemana que se llama Angela Dalinger. Yo la conocí por Blogpost y se fue haciendo más conocida y nunca entiendo por qué no la super editan. Una vez le mande un corazoncito por Facebook y nunca me respondió.
V: Yo le mando mensajes a Misaki Kawai, pero tampoco. Igual con gente de Latinoamérica o España, re.
M: Hace poco Roberta Vázquez editó un fanzine re copado gigante que se llama Pizza y Sofá y nos invitó a Paula Sosa Holt y a mí. Nos lo mandó por correo con otros fanzines y stickers y toda la gilada que nos gusta. Cuando fui a España nos juntamos en Fatbottom, que es una alta comiquería de Barcelona, y conocí a varios tipo Sergi Puyol y Jorge Parras y la mejor onda. Me parece que están en la misma. Tal vez, bueno, lo mismo de siempre, una edición allá es con tapa dura y más pro.
V: Claro, capaz un fanzine de allá es un libro de acá.
-¿Qué piensan de los Festivales de cómics de acá?
V: Comicópolis en un principio, cuando era en Tecnópolis, estaba muy bueno. Ahora el último fue en La Rural y nada que ver. Tal vez todo el tema festival es muy de nicho. A mí me agobia un poco. No es de lo que más me gusta del mundo de la historieta.
M: A mí me pasa lo mismo. El Dibujados, ponele, a mí me parece algo re ajeno. En las últimas ediciones se abrió un montón. Antes era muy hermético y muy de chabón. Es medio anti de mi parte. Los lugares con mucha gente me queman un poco. Igual, el Festival Furioso que arman en Rosario y las dos ediciones del Vamos las Pibas fueron zarpadas.
-¿De qué trabajan hoy?
M: De todo un poco. Hice remeras con mis dibujos o buzos con mis dibujos y siempre me pasa que tengo esa sensación de “uh, esto funciona”, y después me pregunto “¿yo quería vender buzos?”. Pero bueno, hay que generar plata. Me gusta diseñarlos y me gusta pensar la estampa. Me gusta ver mis dibujos en cosas, entonces si hay alguien caminando por la calle con algo que yo sé que dibujé, me encanta. No sé si está bueno ni cuánto de ego hay en eso pero me gusta. Me gusta ver mi cosas funcionando en algo. Me encantaría que me contraten de las aerolíneas para armar esas infografías que explican cómo ponerse el salvavidas y todo eso.
V: Laburar de historietista, salvo que estés en la contratapa de La Nación, es muy difícil. Este verano me rendí con los trabajos de ilustración. Son tantas las vueltas que te dan para pagarte que termina siendo tremendo. En ese sentido, dar taller me parece mejor. Últimamente hasta publicar en la Fierro se volvió medio raro. Es lindo para el ego, o lo que sea, pero no te ayuda realmente. Dura un día, te felicitan tus amigos y listo, ya pasó.