Fotos: Catalina Romero
Cuando tenía apenas 12 años consiguió su primer trabajo y supo que lo suyo era la escritura: traducía manuales para un vecino contrabandista de computadoras en las postrimerías de la dictadura militar uruguaya. Promediaban los años 80 y Gonzalo Frasca, hijo de padres bolches en secreto, de escuchar Radio Moscú y Alfredo Zitarrosa a escondidas, aprendía en el acto que un niño puede ser más inteligente -o valorado- que un puñado de adultos. En ese ambiente algo pesado, con contrabandistas de tecnología y ex presidiarios, Frasca enhebró algo que aún hoy lo acompaña: el amor por el desafío y la noción de que cualquier chico tiene el potencial de crear.
Hijo de un actor que se ganaba la vida como trabajador en una telefónica y una crítica de arte que ejercía como arquitecta, buscó siempre trabajos que lo divirtieran y lo representaran. Se licenció en Ciencias de la Comunicación, realizó un máster en Ciencias de la Información y la Tecnología en Atlanta, EEUU, y acabó por doctorarse en Videojuegos en Dinamarca. Entre tanto, mientras animaba videojuegos para Pixar, Cartoon y Disney, se fue volcando hacia lo que podría ser percibida como la orientación primera de su familia: la educación. Creador del concepto de Ludología -centrado en la teoría del juego y la vinculación de los juegos, las ciencias sociales y la informática- y de los newsgaming -juegos basados en noticias o hechos de la realidad-, su foco está puesto hace años en el desarrollo de herramientas para que la educación recupere la senda del desafío para los chicos.
Frasca es un hombre risueño, burlón, extrovertido y alejado de cualquier halo de eminencia que podría caberle a quien, para el New York Times ha creado la más poderosa herramienta educativa. Si le preguntan, él se define simplemente como un nerd.
-Soy muchas cosas…después de años de terapia salí del clóset. El nerdismo es como ser puto, mis amigos gays se dicen que son putos entre ellos, si lo dice alguien de afuera es insulto. Nerd es como esa palabra de clan, bien cargada. Es interesante la connotación que se le da, y la especie de orgullo en la opresión: entre los nuestros lo vemos como un superpoder y desde afuera es la criptonita. Y con lo de nerd pasó algo extraño, es como el clisé de la venganza de los nerds, medio que se volvió cool. Pasamos de nerd a geek: es socialmente más aceptado y mejor visto. Y desde los 90, con Internet y demás, sin engañarnos y creernos nada charm, pasa a existir el nerd chic, con cierta estética, como el hippie chic. Y de un modo más marxista, quizás, el tema económico: ser geek empezó a garpar y mucho, los grandes capitalistas de las últimas décadas son Bill Gates, Steve Jobs, Mark Zuckerberg…
-Y con los videojuegos.
-Pasó lo mismo, que eran el paco, la droga dura de nuestros chicos y desde que se publicó que generaba más dinero que el cine, que técnicamente era erróneo, aunque genera mucho dinero, se blanqueó y pasaron a ser bien vistos. Es una tontería hasta que da dinero y ahí el mundo le asigna valía: eso habla mucho de los humanos y del mundo.
-¿Cómo llegaste a trabajar ese universo del videojuego?
-La primera computadora que tuve fue justo en la transición a la democracia, año 85, y yo hacía animaciones de manifestaciones, banderas, el tema político estaba muy presente. Mi trabajo empezó a hacerse conocido por videojuegos políticos, y mi doctorado es en videojuego y retórica, mi tesis de maestría es en usos políticos -sobre estudio de Augusto Boal y Paulo Freire- aplicado a videojuegos. Cuando defendía la tesis me decían que era una locura, y un año después hacíamos videojuegos para la campaña de Howard Dean contra Jeff Bush. Lo miro en perspectiva y digo: ‘pa, qué extraño, ¿no?’. También hice uno para la primera elección de Tabaré Vázquez. Siempre me interesó la idea de cómo comunicar cosas jugando a través del juego.
“¿Por qué a veces pasa que la Iglesia que es conservadora está haciendo cosas en educación más avanzadas que gobiernos supuestamente progresistas? Porque conocen la consecuencia directa de sus cagadas: si en la villa le fallás a un pibe, en dos días capaz está vendiendo paco o en una zanja”
-¿Cómo te diste cuenta que funcionaba?
-El 11 de septiembre de 2001 estaba en un avión yendo a Japón. Llegué y había un tifón, volaban los árboles, nunca había estado ahí, era todo raro. Recién al otro día me enteré de lo que había pasado en Estados Unidos. Yo vivía parte en Oregon y parte en Atlanta, tenía un vuelo largo de por medio y me tuve que tomar un avión al poco tiempo. Recuerdo que estábamos todos cagados y el avión semi vacío, y para distraerme me llevé la computadora con dos baterías y dije: ‘hago un juego en este vuelo y lo publico’. No había Internet así que bajé fotos de revistas y con eso hice ‘Kabul Kaboom’. Llegué a la casa de un amigo, subí el juego en mi blog y me olvidé. No había smartphones, redes ni nada. Y al otro día había 1000 personas jugando ya, y me escribe el diario Politiken de Dinamarca, que me querían hacer una nota y empezó a viralizarse, la gente escribía sobre eso, había reacciones emocionales fuertes sobre el juego. Eso me hizo un click y ahí hice ‘12 de septiembre’ y eso pegó. Yo no sabía aún qué significaba viralizar, pero fue muy loco: llego a Amsterdam y un amigo me dice ‘comprá el Wall Street Journal’, yo era más rojo que ahora y no quería leer ese diario, pero lo compro y veo que salí yo.
-Ahí viste el potencial…
-En ese entonces yo tenía mucho por decir y comunicar, cosas en esa área. Había gente que bajaba su idea política con historieta, con libros, con discursos, pero con videojuegos no había nada.
-¿Y cómo se dio el salto a la educación?
-Fue muy loco, me dediqué a hacer diez años videojuegos para Pixar y otros grandes y me encantaba, pero en un momento me cansé. Invertí dos años de ahorros en un sabático y en tomarme el tiempo de ver qué iba a hacer. Y empecé a ver la educación con más atención: siempre estuvo en mi familia el tema, pero no le daba bola del todo. Ahí me escribe un cura para invitarme a un secundario que tenía en una villa para que diera clases. Por prejuicio no le di bola porque soy muy jacobino, antirreligioso. En un momento me dio curiosidad y fui, y empezó a pasar algo muy loco con los pibes: daba taller de videojuegos y animación y se copaban. ¿Por qué a veces pasa que la Iglesia que es conservadora está haciendo cosas en educación más avanzadas que gobiernos supuestamente progresistas? Porque conocen la consecuencia directa de sus cagadas: si en la villa le fallás a un pibe, en dos días capaz está vendiendo paco o en una zanja. Y en los sistemas institucionales si le fallás a un pibe no te enterás por 20 años. Muchos me dicen ‘¿cómo cambiaste de videojuegos a educación?’, pero para mí es lo mismo: jugar y aprender es igual, con un juego aprendo sobre el mundo virtual del juego, por eso no lo sentí como una transición tan rara.
-¿Y cómo siguió?
-Siempre fui fan de Dragon Box, un estudio pedagógico que hace cosas muy extrañas, juegos muy especiales. Una vez hablé con ellos y me convocaron, me dijeron que juntáramos fuerzas. Es el mejor laburo que tuve en mi vida. Son los mejores en lo que hacen y es extremadamente difícil.
-¿Por qué?
-Porque los humanos hacemos cosas complicadas. No fallamos en enseñar matemática porque somos imbéciles, sino que falla la educación porque es un sistema muy complejo y con muchas variables. Son problemas sociales, no de una materia. Yo sé cómo enganchar a un pibe con matemática, pero de ahí a que pueda llegar al pibe, que la escuela se sienta cómoda, el docente, los padres y el sistema, es más complejo.
-¿Genera resistencias?
-En todos lados, porque la educación para la libertad a los adultos nos pone nerviosos. No es algo que inventé yo. No creo en las teorías conspiratorias, esas que dicen que los ricos necesitan que los chicos sean dominados fácilmente: la ecuación no es tan simple, pero la gente inteligente es incómoda. Cuestionan, no hacen caso, se cuelgan observando otras cosas. Está buenísimo, pero es desgastante. Socialmente el discurso es generar gente crítica, ¿pero podemos tolerarlo?
“No creo en las teorías conspiratorias, esas que dicen que los ricos necesitan que los chicos sean dominados fácilmente: la ecuación no es tan simple, pero la gente inteligente es incómoda”
-¿A través del método que combina aprendizaje y videojuego se interpela a esos chicos ‘difíciles’?
-Tenemos videojuegos, libros, juguetes, son muchas cosas. Una cosa sobre la que hago hincapié es que hay dos cosas en tecnología educativa: siempre estamos esperando el mesías, entonces el videojuego va a salvar la educación, la realidad virtual va a salvar a la educación, Internet va a salvar a la educación…ya el libro iba a salvar a la educación.
-Hay un fetiche tecnológico…
-Sí, por eso, pero eso no quita que pueda funcionar. Hay estudios con decenas de miles de casos sobre cómo hay niños de 4 años resolviendo ecuaciones algebraicas, y que muestran la eficacia de los videojuegos. Por un lado, tenemos la idea de que la herramienta sola va a hacer todo. Como si uno fuera a ser Messi por tener la camiseta de Messi. Probablemente lo ayude a transpirar mejor, pero el aporte que le da es ínfimo. Para ser Messi tenés que ser Messi, tener su camiseta y además otros elementos, entrenar, hacer la tarea, y así.
-¿Y qué elementos serían esos en el uso de tecnología educativa?
-Hay varios. A nivel global la mayoría de los docentes tienen más formación humanística que científica y eso pone prejuicios o dificultades frente a matemática. Pasa en todos lados. Y otras cosas obvias, si en el aula llueve, si la maestra tiene que tener tres trabajos…
-Tu parte más marxista…
-Sí, materialista, digamos. Después hay una fantasía tecnocrática en la que algunos gobiernos, que saben que no están formando bien a los docentes, tienen la idea de que un robot educará a los chicos y les ahorrará el tema, las huelgas docentes y demás. Pero no va a funcionar nunca. Te doy un ejemplo con nuestro juego de álgebra: los docentes no lo creen, después se fascinan y después no lo usan -porque creen que van a ser reemplazados. Imaginate que el Maestro Tabárez tiene como tarea de entrenador de la Selección de Uruguay levantar centros para que los jugadores practiquen, hasta que un día traen una máquina que pone los centros precisos y sin desgaste físico. Entonces Tabárez dice ‘¿y ahora qué hago yo?’. Y, los que necesitan los jugadores no necesitan alguien que levante centros sino un entrenador que conozca debilidades, vida afectiva, cómo apoyarlos, destacar sus puntos fuertes: y ese es idealmente el rol del docente. El docente está tratando de ser un libro viviente o un video tutorial cuando se trata de orientar y enfocar la práctica. No se aprende a jugar al fútbol con un video de Youtube. Se debe practicar, practicar, practicar: el juego suple eso y corrige automáticamente, hace que eso que demora y se hace en varios días en el sistema educativo que tenemos, se haga más eficaz.
“Contra toda la lógica capitalista y del mercado, vamos al libro: porque te da la pausa y la capacidad de reflexión”
-Cuando decís el sistema educativo que tenemos…
-Hablo del sistema educativo de toda la humanidad. Es un tema sensible porque hablás de la escuela y es como si hablaras de la madre de todos. Imaginemos el sistema educativo actual aplicado en Angry Birds. Cargás la hondita, lanzás diez tiros, pum y se pone pantalla en negro: en 48 horas te decimos si acertaste o no. Y no solo eso, sino que te dice ‘bien, acertaste 3 sobre 10’, ni siquiera te dice dónde le pegaste. Esto que parece disparatado es lo que pasa en muchísimos salones de clase del mundo, incluso en la Universidad. ¿Y quién jugaría Angry Birds así? Nos negamos a verlo, pero es triste. Los juegos nos permiten practicar más rápido, tienen el feedback instantáneo, pero tiene la desventaja de lo digital, que es vertiginoso, el taca taca taca, que hace difícil el reflexionar sobre lo que acaba de pasar. Por eso usamos libros. Contra toda la lógica capitalista y del mercado, vamos al libro: porque te da la pausa y la capacidad de reflexión. La matemática bien enseñada es desafiante. Muchas veces no hay tiempo ni herramientas: esto es precisamente un set de herramientas.
-¿Es asimilable al trabajo en otras materias?
-Sí, es la lógica que sigue cualquier videojuego. Primero experimentás, descubrís algo, practicás y se evalúa. Tenemos un libro que mezcla matemática con historia, por ejemplo. Y más allá de los juegos, este libro se lleva a casa y cada semana leen dos páginas con los padres y se les plantean desafíos: trabajamos desafíos reales, fake news, cómo utilizar los datos para verificar cosas reales y no abstraerse, porque la matemática es para el mundo de la realidad. La matemática es un sistema operativo para entender al mundo: para generar hipótesis, y validar información.
-En términos materiales, ¿es aplicable a la realidad argentina o uruguaya?
-No es una buena época para hablar del dólar, pero cuesta 50 euros por alumno en Finlandia. No es disparatado, puede ser algo caro, pero no es como comprar una tablet a cada uno, más allá de que el paquete la incluye si lo comprás por dos años. El otro día estaba en un panel sobre chicos del tercer mundo y hablaba gente que no sabía nada del tercer mundo, pero decían lo que esos pibes querían. Los pibes de la villa o de Recoleta quieren lo mismo, quieren Minecraft, Youtube.
-Y ahora Fortnite…
-Sí, claro, ahora Fortnite. Y está bien porque está buenísimo. Quieren eso, laburemos desde eso.
“Imagino una educación basada en el placer de descubrir cosas nuevas, que incentive y respete el desafío y la curiosidad. No necesitamos pasar horas soportando clases infumables durante años de vida”
-Tenés una mirada muy crítica del sistema educativo, ¿cómo imaginás la educación del futuro?
-Imagino una educación basada en el placer de descubrir cosas nuevas, que incentive y respete el desafío y la curiosidad. No necesitamos pasar horas soportando clases infumables durante años de vida.
-Bueno, yo soy docente y trato de bajar…
-Sí, ya sé, hablar desde acá es más fácil que hacerlo en la cancha. Yo mismo he fallado espectacularmente. Y hago esto porque laburo con gente muy capa, no por mí solo, pero voy a que el aprendizaje no tiene que estar ligado al sufrimiento. No lo digo por hippie, sino por investigarlo y ver que el ser humano evolucionó para el placer de descubrir.
-Y está el temor del docente a la tecnología…
-Sí, pero el temor es natural del ser humano, es algo que está y listo. Está el cuco, existe, enfrentémoslo. Como con la muerte, que es tabú y lo negamos a la infancia, en la escuela no se puede hablar: ¿dónde vamos a hablar si no es en un lugar contenido, donde te quieren y te pueden orientar? ¿con quién aprendés sobre la muerte, con un youtuber? No digo que hagamos algo muy radical sobre la muerte, pero las cosas deben hacerse pese al temor: los niños suelen ser mucho más inteligentes que los adultos y tienen una plasticidad mucho mejor.