Texto: Manuela Castro / Fotos: Guille Llamos
Es un día gris y pegajoso de llovizna constante. Julián Kartún dirá que habría que haberse quedado en casa mirando alguna peli ¨tipo Mi pobre angelito o algo del estilo¨. Está resfriado, se suena la nariz en el estudio de Futuröck, mientras algún tema musicaliza el aire de La Hora Animada, el programa de radio que conduce de lunes a viernes al mediodía. Tiene la voz congestionada, le dice al fotógrafo que probablemente no sea el mejor día para ser retratado y vuelve a sumergirse en la pantalla del Iphone que nunca dejará de estar al alcance de su mano.
Kartún (33), hijo del reconocido dramaturgo Mauricio Kartún y de la actriz Mónica Estévez, no imaginó otro futuro posible: es actor, cantante, humorista, hace stand up, radio, escribe guiones y pertenece a ese grupillo de artistas que en tiempos de internet y globalización vinieron a cambiar las reglas del consumo cultural de los dos mil. Su banda, El Kuelgue -con “K” por el grupo punk ochentoso del País Vasco, Eskorbuto- no es un grupo de rock acartonado nacido en la adolescencia entre amigos. Aunque sí surgió en la adolescencia y entre amigos, es una banda que fusiona todo tipo de ritmos y se permite pasar del candombe a la cumbia villera, atravesando momentos de funk, hip hop, sin encasillarse en ninguna. Sus series, de igual forma, rompen los formatos tradicionales y, a través de micro-sketchs, retratan conceptos más que historias. Kartún es de la generación del zapping, del déficit de atención, del consumo rápido, frenético, fácil, digital y al alcance de la mano.
-De todo lo que hacés, ¿qué es lo que más disfrutás como artista? -Me gusta todo pero disfruto mucho… Lo bueno que tiene, por ejemplo, El Kuelgue es que es bastante integral. Puedo actuar, puedo hacer un personaje, puedo cantar. Como una cosa de maestro de ceremonia, puedo bailar. Supongo que podría definir eso como lo que más me gusta. Pero, en realidad, todo. La conducción me gusta. La radio como medio es apasionante y el teatro, la comedia, y la actuación audiovisual, también. Por ahí, por producto integral, podría decir que El Kuelgue.
-Siempre dijiste que en El Kuelgue actuabas de cantante, pero que no te sentías músico. ¿Te fuiste enganchando finalmente con lo musical, buscás profesionalizarte como cantante, o seguís encarándolo desde lo teatral? -Sí, más bien desde lo actoral, como hobby. Pero, la cantidad de horas que demanda se traduce en laburo. Como autodidacta y de curioso intento copiar cosas, ver muchos videos y escuchar mucha música.
-El año pasado fueron elegidos por el propio Paul McCartney para telonear su show en el Estadio Único de La Plata, ¿cómo vivieron esa experiencia? -La productora con la que laburamos nos presentó entre un montón de bandas, y según nos dijeron quedamos entre dos o tres bandas y el tipo las escuchó y le gustó El Kuelgue. Hicimos un show cortito de seis temas, uno atrás del otro, también obviamente siendo respetuosos con el marco porque la gente no nos iba a ver a nosotros, así que intentando hacer todo lo más amable. Y después Paul McCartney nos dijo: “Encantado de conocerlos, me encanta su trabajo, los elegí por eso y los acabo de escuchar”, porque nosotros tocamos justo antes que él. Festejamos un montón de tiempo, varios días seguidos.
-Son trece años de El Kuelgue y, sobre todo en los últimos años, muchísimo crecimiento en cuanto a reconocimiento del público que, supongo que además de la felicidad y gratificación que eso genera, debe también significar una mayor presión y necesidad de trabajo y profesionalización. ¿Eso generó cambios en el grupo? -Sí, lo que está bueno es que hay determinadas cosas que siempre hicimos nosotros y ahora tenemos gente que se ocupa, como tener los instrumentos afinados, enchufados y probados a la hora de tocar, o cargar las cosas, arreglar un cachet. En ese sentido, lo que nosotros tenemos que hacer es componer y tocar en vivo. Eso ya te reduce mucho porque cuando tenés una banda hay que pelearla en todos lados. Ayudó mucho al grupo sumar gente que sepa de eso y que además es buena gente. Cada vez que pensamos en ampliar la familia Kuelgue buscamos que sea buena gente.
-Estuvieron de gira por la provincia de Buenos Aires y llenaron teatros todos los fines de semana. Siendo amigos desde la adolescencia y teniendo la banda desde hace tantos años, ¿les pasa en algún momento de estar en el escenario y dimensionar en que lo que hicieron mucho tiempo tal vez solo por placer o como un juego devino en todo esto? -Sí, cada tanto nos cae la ficha. Un viernes tocamos en Auditorio Oeste, en Haedo y vinieron casi mil personas a un lugar que venimos tocando hace un montón pero nunca había ido tanta gente, y decimos ‘qué loco, ¿no? se ve que le gusta’. Y eso esta buenísimo porque ahí vos tenés una hora y pico o dos para dejar todo lo que sabés hacer, ponerle toda la onda para entretener a esa gente que está contenta de estar yendo ahí. Es algo que con el teatro no pasa tanto porque el público no sabe con qué se va a encontrar. En cambio con El Kuelgue es gente que fue y elige seguir yendo porque sabe que siempre hay cosas nuevas, un show que se renueva constantemente.
-Están grabando el cuarto disco de la banda, ¿qué se viene? -Ahora, en noviembre, los cinco jueves del mes vamos a tocar en Niceto y vamos a estar presentando temas nuevos. Hay dos que van a salir en Spotify también, uno medio funk y el otro más canción. Y después, como siempre, El Kuelgue es variado, hay un candombe, un punk rock, más hardcore, hip hop.
“Se puede reír de todo, se puede hacer humor con todo, pero siempre teniendo buen gusto y sin lastimar a la otra persona”
-¿Siguen siempre con la fórmula de la improvisación y del juego? -Sí, hay que ver en el momento de estudio qué partes pueden estar libradas a la improvisación y cuáles tienen una letra fija, pero en vivo siempre hay momentos de improvisación.
-Si tuvieras que decir tres cosas dentro de tu carrera para decir este soy yo como artista, ¿qué elegirías mostrar? -Por ahí podría ser algún capítulo de Cualca.
-¿Alguno en particular? -El de Caro Pardíaco. Un día con Caro Pardíaco que está bueno y después algún show de El Kuelgue de los últimos, que están saliendo muy bien, y el programa de radio.
-En una entrevista dijiste que todos los personajes que hacés tienen algo de vos. Tus personajes son muy distintos como Caro y Rodri el Payaso que son casi extremos entre sí. ¿En qué cosas de cada uno te sentís representado? -Me cuesta decirte algo específico, pero supongo que son una joda a mí mismo. Son como partes de mí que por ahí se exacerban para hacerlo más caricatura digamos.
-¿Cuántos personajes tenés creados? -En la obra Absolutamente Comprometidos –un unipersonal dirigido por Miguel Pittier que protagonizó en el 2015- hacía casi cuarenta personajes. No todos tenían su mundo, pero todos tenían una voz y una forma diferente de moverse. Pero que hago yo tendré diez, quince.
“El Kuelgue ya tiene 13 años, pero tiene 10 en donde no había un mango. Lo mismo los videos de internet, desde que salí de la secundaria los hacemos, y en algún momento engancharon con Cualca”
-En Absolutamente Comprometidos sucedía todo a una velocidad bastante esquizofrénica, ¿cómo fue el trabajo para crear todos esos personajes? -Fue muy bravo porque eran muchos, pero laburamos ya con un guión que es una obra yanqui adaptada y el director, Miguel Pittier, ya había hecho la obra en España. Pero la verdad es que fue difícil llegar al momento ese del cambio entre personajes, hasta que el cuerpo entendió. Hay como una memoria del cuerpo que se va adaptando y, una vez que la entendió, empezó a salir. Pero la verdad es que hasta que no salió bien sufrí mucho la obra porque era un desgaste físico y mental. En un momento enganchó y se generó esto de que el cuerpo que ya sabe y va de una cosa a la otra.
-¿Y llegaste a disfrutarlo? -Sí, sí, llegué a disfrutarlo mucho. Tengo en mente reponerla, no sé si va a ser posible.
-¿Tu papá la fue a ver? -Sí, me ayudó también cuando estaba preparando los personajes, me dio varios consejos y después la vio cuando ya estaba bastante avanzada. Mucha gente me dijo: “yo no entiendo cómo pudiste hacer esa locura, una deformidad”. Y el ritmo de la obra también era súper rápida, entonces con tantos personajes y con esa velocidad…
-¿Nunca pensaron en hacer un proyecto juntos con tu papa? -No, siempre en los arranques de sus obras lo ayudo con el proceso de casting o audiciones. Voy con la cámara, filmo las audiciones y después lo edito. Ese es un laburo que hemos hecho bastante, pero laburo fuerte así en conjunto, de teatro, no.
“El psicoanálisis es eso que te prepara para ser una persona funcional a esta vida, porque la locura la tenemos todos”
-En lo actoral, arrancaste en el under pero ya venís realizando trabajos más mainstream como La última fiesta (2016), en el cine, y Sandro de América, la serie sobre la vida del mítico cantante que se emitirá por Telefé próximamente. ¿Cómo te sentís siendo parte de esos proyectos en un ámbito distinto al que venías trabajando? -Está bueno, mientras sean personajes que yo creo que puedo hacer, lo disfruto. Los recursos del actor son muy particulares y hay gente que puede hacer humor, otra que es mejor haciendo drama. La última fiesta con Nico Vázquez, Alan Sabbagh y Benjamín Amadeo eran personajes súper border que tenían que ver con lo que hago yo, que es una deformidad total. Ahora lo de Sandro es un poquito más normal, en un tono bastante neutro, un laburo muy de la primera A, de primera división. Adrián Caetano (el director), una mega producción de Telefé, el vestuario es de época, me siento muy contenido y está buenísimo hacer ese laburo también.
-¿Es un personaje más dramático? -Sí, no dramático porque tiene también su cosa divertida. Es el bajista de Los del Fuego, uno de los músicos, y le hace medio como contra a Sandro. Un pibe que sabe más de música pero Sandro tiene la chispa y este pibe no. Entonces, él es el que canta en Los del Fuego y en un momento tiene un vacío, se olvida la letra, y empieza a cantar Sandro, y a partir de ese momento canta Sandro para siempre. Y tiene como cierto rencor con el personaje de Agustín Sulliver que hace de Roberto pero termina aceptándolo.
-¿Y te ves haciendo más personajes así en esa línea más dramática o menos apoyada en la comedia? -Sí, podría ser. Sé que no es mi fuerte, conozco que es una de mis debilidades, pero lo puedo hacer. Me divierte, también.
Julián dice que le iba muy mal en el colegio. Siempre estaba a punto de repetir, se llevaba muchas materias e, incluso, lo echaron de varias instituciones.
-Por comportamiento, por vago. No puedo seguir una vida ordenada. El colegio es el mejor ejemplo, ir todos lo días a las ocho de la mañana es algo con lo que no me enganchaba. Nunca me enganché con el sistema de estudio y me costó.
-A lo largo de tu carrera, lo “punk” aparece en diferentes manifestaciones: el nombre de la banda, alguna canción que cita a Flema, los personajes de la serie Boy Scouts, etc. ¿cuál es tu relación con esa tribu o cultura? -De adolescente nunca fui de ninguna tribu urbana pero escucho mucha música punk y me interesa el movimiento. Leo algunas cosas sobre punk y me da cierta curiosidad. De pibe estaba bastante más metido. Ahora, lo que también nos pasa a todos, que con el tiempo nos va comiendo un poco el sistema y perdemos por ahí esa anarquía que tenemos de pendejos. Pero siempre me interesó mucho el movimiento y la música también. En El Kuelgue hay mucho de punk rock. Por ahí no tanto en lo musical pero sí mucho en escena.
“Con el tiempo nos va comiendo un poco el sistema y perdemos esa anarquía que tenemos de pendejos”
-Tienen algo como de ir contra la pose. De alguna manera señalan estereotipos en todos los ámbitos, en la banda y en las series que hacen con algunos de los integrantes de El Kuelgue como Guiso de Confianza, actualmente. ¿Alguna vez te sentiste encerrado en un estereotipo? -Sí, todo el tiempo, todos los días. Es una búsqueda eterna no quedar pegado en el estereotipo, pero estamos todos estereotipados. Es muy fácil catalogar a las personas, etiquetarlas. Pero bueno, es una búsqueda constante no quedar ligado a una imagen específica, pero también al mismo tiempo es inevitable… actor ya te dice mucho.
-¿Qué te dice? -Algo narcisista, que le gusta la exposición, que necesita muestras de cariño. Porque uno en realidad lo que hace con el arte es eso, es estar buscando la aceptación del otro.
-¿Y vos te sentís un poco así? -Sí, totalmente, pero también me río de esa pose.
-¿Hiciste terapia o haces actualmente? -Hice muchos años. Bah, no muchos años. Nunca me terminé de enganchar con la terapia pero creo totalmente en el psicoanálisis. El psicoanálisis es eso que te prepara para ser una persona funcional a esta vida, porque la locura la tenemos todos. Por ahí lo que te hace es aprender a convivir con esa locura para ser funcional y ganar plata, y tener una familia, y ser útil para este tipo de sistema.
-¿Vos sentís que lo que hacés es monetizar tu locura personal? -Sí, por suerte ahora lo puedo monetizar, pero durante muchos años fue solo una locura y hacía lo mismo que hago ahora pero sin ganar guita.
-¿Te daba alguna sensación de que no ibas a poder adaptarte o no llegar alguna vez a vivir de esto? -Sí, sí, claro. Miedos y angustia de pensar que lo que haces no tiene salida en el mercado. Pero bueno, por suerte con esta cosa de los kioscos, de los varios kioscos, lo puedo zafar. El Kuelgue ya tiene 13 años, pero tiene 10 en donde no había un mango. Lo mismo los videos de internet, desde que salí de la secundaria los hacemos, y en algún momento engancharon con Cualca. La teoría de los cincuenta pilotos: por ahí el piloto numero 51 salió, pero para que salga el 51, tenés que haber hecho cincuenta antes.
-¿Evaluaste la posibilidad de hacer otra cosa de tu vida? -No, la verdad que no porque no sé hacer otra cosa. Soy muy desordenado, no podría tener ningún trabajo que tenga mucha responsabilidad. Siempre supe que iba a ir por este lado. Cuando terminé la secundaria me empecé a dedicar a la producción de tele, que está bueno porque también es como muy integral: ves guión, edición, producción, posproducción, de todo. Entonces, me sirvió también para buscar laburo y saber que puedo dedicarme a algo más que la actuación. Me vino joya, pero no sé si podría dedicarme toda mi vida a algo así.
-¿De qué no te reís? -Se habla mucho de los límites del humor y me parece que el límite es el buen gusto que pueda llegar a tener cada persona y lo bueno que sea el chiste. Se puede reír de todo, se puede hacer humor con todo, pero siempre teniendo buen gusto y sin lastimar a la otra persona. Por eso disfruto del humor más absurdo, como el que aparecía en Cha Cha Cha o en Capusotto, porque es el más inocente, el más naif, el que no lastima a nadie.