El de la alimentación es un “campo de batalla”, dice Julio Montero, médico nutricionista y presidente de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios (SAOTA). Será difícil verlo en programas de televisión hablando del último alimento de moda o de lo que hay que comer en determinada fecha en especial para no subir de peso. Lejos de un discurso corporativista, no tiene problemas en criticar el paradigma actual de la nutrición como tampoco duda en cuestionar el método de la ciencia detrás de su especialidad (no hay que esperar en él, eso sí, una postura anticientífica).
“Algunos pilares dentro de la nutrición fueron asentados sobre una ciencia que ahora ha quedado obsoleta y que no refleja toda la realidad de la alimentación y sus efectos”, dice Montero, en el living de su casa de Barrio Norte, en donde recibe a Almagro Revista unas semanas antes de la declaración del aislamiento social preventivo y obligatorio.
“Tenemos que distinguir lo que es alimentación de lo que es nutrición, porque la alimentación es una parte de la nutrición. Por lo tanto, estamos utilizando categorías, códigos y discursos que aplican para una parte pero no aplican exactamente para la otra. O sea, para el todo”, aclara.
El nutricionista se abruma de la cantidad de información poco certera que circula por las redes sociales y medios de comunicación. “Hay batallas culturales que se están librando que tienen protagonistas de distinta índole, pero todos están convergiendo allí: están los que consideran que las vitaminas pueden ser factores de salud, otros que las consideran peligrosas, quienes creen que el veganismo es mejor, los enemigos del gluten y los que lo consideran una proteína aceptable para los humanos. En fin, estamos en medio de múltiples controversias y esto genera un campo de batalla que involucra a toda la sociedad”.
–Usted vio la emergencia del sobrepeso y la obesidad a lo largo de su carrera. Hoy en dia salen cifras de la OMS, de Unicef, del Ministerio de Salud, ¿le sorprenden los resultados o es algo que venía olfateando?
-Todo esto viene de alguna manera confrontando también con discursos que tienen otro origen, que no son las estructuras de salud. Estos son todos discursos que de alguna manera prometen mejorar la salud pero que tienen sus problemas en la base -y no me estoy refiriendo al de la Organización Panamericana de la Salud (OPS)-, que van a ser difíciles de corregir, si uno procura mejorar la calidad de la alimentación y con eso evitar una serie de consecuencias. Y la obesidad, el sobrepeso -el cambio en el fenotipo humano- realmente son marcadoras de que estamos haciendo una alimentación que no nos está llevando por el camino más conveniente, de ahí que deberíamos reflexionar acerca de algunas dificultades que tenemos, porque la ganancia de peso no es un proceso patológico.
–No es una enfermedad en sí misma, dice usted.
–El proceso de ganancia de peso es un proceso normal. La mayor parte de las especies que no obtienen en forma constante y directa su alimentación del medio tienen que tener un tanque de nafta y ese tanque es el tejido adiposo, así que la ganancia de peso y el engorde por etapas no es una enfermedad en sí misma. Pero (este proceso) cuando está puesto dentro de un marco que no es el original, donde ya no precisamos tener ese tanque de nafta porque el tanque de nafta está en la heladera, en la alacena o en algún depósito externo, seguimos funcionando como si esto no existiera, seguimos ávidos de alimento como si en algún momento nos fuera a faltar. O sea, hemos cambiado el escenario y eso ha hecho que transformáramos un proceso que esencialmente es normal en un problema de salud.
“El proceso de ganancia de peso es un proceso normal. La mayor parte de las especies que no obtienen en forma constante y directa su alimentación del medio tienen que tener un tanque de nafta y ese tanque es el tejido adiposo, así que la ganancia de peso y el engorde por etapas no es una enfermedad en sí misma. Pero (este proceso) cuando está puesto dentro de un marco que no es el original, donde ya no precisamos tener ese tanque de nafta porque el tanque de nafta está en la heladera”.
-Pero este ambiente no es un ambiente con palmeras con cocos, manzanos y jabalíes para cazar.
-Sí claro, nosotros hemos pasado de tener un comportamiento adaptativo a un ambiente donde la disponibilidad de alimentos podría ser aleatoria a un comportamiento adaptativo pero ya no para beneficio de aquel que lo desarrolla, sino para beneficio de un problema externo. Estamos frente a un exceso no tanto de alimentos sino de componentes de los alimentos, de nutrientes, que en definitiva surgen de algunos alimentos. En el mundo, a partir del proceso de industrialización, se empieza a generar un exceso de nutrientes, que son compactados, procesados, trabajados de alguna manera a nivel industrial y eso termina generando una categoría de sustancias que comemos que yo llamo comestibles, porque alimentos es ponerle un título demasiado elogioso. Son cosas que podemos comer pero que no tienen una jerarquía de alimentos porque no tienen el diseño biológico con el cual fueron programados y para los cuales nosotros también fuimos programados. Esa armonía que tiene el organismo con el alimento se ve interrumpida por una intervención humana que deforma el concepto de lo que son las comidas, de lo que son los alimentos.
–¿Qué hace un alimento en el organismo y qué hacen los comestibles que usted menciona?
-Es difícil dar una respuesta que sea categórica, porque tenemos una forma de encarar los problemas de salud con una metodología diseñada para el estudio de epidemias, de carácter infecciosas, enfermedades de otro tipo, que es muy difícil de aplicar a la alimentación, que está formada por un conjunto de sustancias que ingresan al organismo, en forma de distintos alimentos. Es muy difícil encontrar una metodología científica que pueda aislar con precisión cuál es el componente problemático y cuáles los efectos puntuales. Lo que manejamos es bastante precario porque en realidad el discurso del nutricionista transita por tres o cuatro cosas que son centrales.
-¿Cuáles?
-El recuento de calorías, los tres nutrientes centrales, los hidratos de carbono, proteínas y grasas. Por ahí transcurre la mayor parte del discurso en nutrición. A partir de cuatro elementos, poder llegar a hacer afirmaciones que esclarezcan cuáles son los efectos de todos estos conjuntos alimentarios es sobre simplificante, ¿no? Genera todo un campo de discusión porque obviamente las respuestas que damos son incompletas. En definitiva, termina siendo una lucha de opiniones, basadas en argumentos científicos pero que no aplican directamente a la solución del problema real. Nosotros tomamos a la obesidad como un problema adaptativo que después empieza a cobrar un precio, porque no se comporta como originalmente debiera haberse comportado, como un tanque de combustible, que se llena pero que también se vacía y que tiene un ritmo de llenado y un ritmo de vaciado. Algunos de los grandes vectores que tienen que ver con los efectos de la alimentación dependen de la composición química, pero otros, que son secundarios, terminan siendo tan importantes a veces como la cantidad y la calidad de lo que uno come, como son los cambios en los ritmos de alimentación. Hemos discutido acerca de cuántas calorías tenemos que comer, a ver si esas calorías tienen que ser más de carbohidratos que de grasas o proteínas y hemos generado un montón de información confrontativa y no coincidente. Tenemos tantos elementos en pugna y en disputa que pretender resolver el problema a partir de uno o dos es muy difícil. Por esto un paso adelante podría estar en reformular las categorías que utilizamos para manejar la alimentación, dejar de lado el reduccionismo y hablar de algunos nutrientes en particular y, más bien, de alimentos como un concepto más amplio y globalizador. A mí me gusta hablar de alimentos y de comidas más que de nutrientes, porque ninguno come nutrientes, comemos comidas que contienen los nutrientes. Pero las proporciones que contienen esos nutrientes y los acompañantes de estos son diferentes en cada comida. Y eso modula el efecto de ese mismo nutriente.
-En cuanto a estos acompañantes, ¿estamos hablando de colorantes, endulzantes?
-Estamos hablando de aditivos químicos y de componentes biológicos. Por ejemplo, no es lo mismo comer una fruta que contiene fructosa que comer la misma fructosa afuera de la fruta. Los efectos son diferentes. Hay que ver cuáles son los acompañantes de ese nutriente. Y así como los horarios de comida modifican los efectos de los nutrientes, también el efecto de los nutrientes es modificado por los acompañantes, que modifican su velocidad de absorción, de digestión. Estamos ante un panorama bastante complejo. Y el grado de procesamiento introduce modificaciones en los alimentos originales que hace que estos no sean lo mismo que lo que nosotros absorbemos o digerimos antes de que estén procesados. La industria también ha introducido en la alimentación una serie de productos que son formulaciones que están compuestos por la combinación de nutrientes con aditivos de diverso tipo: los colorantes, los conservantes, los mejoradores de sabor, de textura, o sea, hay una serie de compuestos químicos que nunca formaron parte de la alimentación humana. Y nosotros no tenemos porqué poder metabolizar saludablemente toda esa combinación de compuestos.
-¿Relaciona los aumentos del sobrepeso y la obesidad con el auge de estos comestibles?
-Cuando hablamos de la epidemia de obesidad en el mundo occidentalizado hay pocas dudas que tiene que ver con la alimentación. Si bien uno sabe que hay numerosos caminos para llegar a la obesidad, obviamente que la epidemia no obedece a un problema genético. Puede ser que el problema sea genéticamente transmitido a través de los cambios que la alimentación puede hacer en el genoma. Pero no son de mutación primaria. Hemos cambiado el patrón de alimentación y esto tiene una repercusión sobre nuestro organismo. O sea, lo que comemos es un manojo de información que ingresa al cuerpo y que es leído por el genoma. Nuestros genes están permanentemente interpretando y decodificando lo que pasa en el ambiente exterior a través de las sustancias con que van tomando contacto. Ese mar de información nos modula y nosotros damos una respuesta biológica acorde. A veces tenemos los mecanismos preparados para enfrentar ese desafío exterior y a veces no, porque en nuestra historia evolutiva nunca nos hemos tenido que enfrentar con esas sustancias. No tenemos los mecanismos propios para poder tener una respuesta que no nos perjudique, y a veces las respuestas que si bien son lo que uno podría llamar normales, en realidad no son las más convenientes, pero es lo que uno puede hacer. En definitiva, cuando hay sobrealimentación o cuando la alimentación es obesogénica, aunque no sea tan excesiva como uno se imagina, pero es obesogénica porque gatilla respuestas del organismo que conducen a la obesidad, se transforma esto en un problema de salud.
-Están quienes creen que puede haber una combinación de lo natural con lo procesado o ultraprocesado y quienes creen que lo ultraprocesado debería hacerse a un lado definitivamente. ¿Cómo se posiciona frente a estos dos polos?
-Planteado así genera un marco propicio para que uno entre en una discusión interminable. Desde el punto de vista filosófico, conceptual, yo diría que el ultraprocesamiento no tiene lugar en la alimentación de ninguna especie viviente en el planeta, porque nunca existió y porque no estamos preparados para enfrentarnos con esos alimentos. O sea, ninguno de los componentes de los ultraprocesados, de sus aditivos, cumplen la función de nutrición. Entonces si no cumplen esa función, realmente no tenemos por qué comerlos. Ahora, desde el punto de vista de la realidad, vivimos en un planeta donde hay una economía, un funcionamiento, la alimentación forma parte de algo que la engloba, entonces uno podría decir hasta qué punto se puede ceder. ¿Yo cómo hago para resolver el problema del paciente? ¿Cómo podemos convivir con esto y cómo podemos hacer que las personas vayan saliendo de este problema y apuntando hacia un norte más saludable? Esa es la dirección que tenemos que tener. Creo que todos podemos estar de acuerdo en ir haciendo ese camino, pero primero tenemos que tener el diagnóstico, y creo que la posición que tiene la OPS, de hacer transcurrir el eje de la salud por el grado de procesamiento es algo que nos va a permitir cambiar las grandes palancas que estamos utilizando los nutricionistas.
–En esta discusión también entra en juego el lugar que debería ocupar el placer en la comida. ¿Lo ve como un argumento válido?
-Nuevamente, depende del marco en que lo pongamos. El placer es la triquiñuela de la naturaleza para hacer que disfrutemos de algo que necesitamos hacer para seguir adelante con el programa biológico de nuestra especie. Entonces no es el fin, es el mecanismo, es el medio. O sea, la finalidad de disponer del placer no es el placer mismo, sino qué es lo que el placer hace que consigamos. Mientras disfrutemos lo vamos a seguir haciendo. Y si vamos a comer cien mil veces en nuestras vidas, es muy difícil que sea desagradable cien mil veces. Justamente, la biología se ha ocupado de desarrollar este mecanismo del placer para conseguir dos cosas que son muy importantes para nuestra especie: una es la alimentación y otra es la reproducción y las dos están mediadas por el placer. O sea, si no hubiera placer en el acto sexual no habría reproducción y se extinguiría la especie. Y si no hubiera placer en la alimentación no habría alimentación y se extinguiría la especie. El mecanismo de placer es un mecanismo útil pero es un mecanismo intermediario, no está en la punta de la pirámide. El estímulo del placer por el placer mismo produce una serie de desastres. Aquellas personas que son adictas a las drogas duras dejan de hacer cosas que son convenientes para ellos para dedicarse a vivir en una atmósfera de placer que no tiene ninguna vinculación con cosas concretas. Sino que es el placer por sí mismo, que en realidad impide que la gente haga cosas, cuando en realidad la gente hace cosas y obtiene el placer. O sea, se invierte el circuito.
“Desde el punto de vista filosófico, conceptual, yo diría que el ultraprocesamiento no tiene lugar en la alimentación de ninguna especie viviente en el planeta, porque nunca existió y porque no estamos preparados para enfrentarnos con esos alimentos. O sea, ninguno de los componentes de los ultraprocesados, de sus aditivos, cumplen la función de nutrición. Entonces si no cumplen esa función, realmente no tenemos por qué comerlos”
-¿Existe un paralelismo entre el consumo de algunas drogas y el problema de la obesidad?
–Sí, si bien no se puede decir que todos los obesos sean adictos o que todos los adictos sean obesos, hay un área de superposición, donde muchos obesos o personas que no son obesas no puede cambiar su alimentación. Pese a que desean hacerlo porque suponen que un cambio les podría resultar beneficioso, ya sea real o imaginario ese beneficio. Pero cuando uno intenta salir de los patrones alimentarios habituales descubre que le es muy difícil y no lo puede sostener durante mucho tiempo. El vínculo es adictivo. No está en la sustancia sino en el vínculo, o sea, no importa el nombre de la sustancia. La cocaína es adictiva, y hay gente que no puede dejar de consumirla. Otra puede. Hay gente que no puede prescindir del gusto dulce una vez que lo ha implementado regularmente, le cuesta mucho y sufre mucho. Entonces eso es lo que es adictivo, la relación que nosotros establecemos con algunas sustancias.
–¿Es una relación que se construye o tiene base biológica?
-Están dadas las bases biológicas y nosotros de alguna manera las modulamos, a través del desarrollo, de las experiencias tempranas, vamos construyendo una serie de circuitos que en definitiva terminan cabalgando todos sobre el mismo circuito de recompensa. Los circuitos de recompensa son como un vagón que circula por una vía. Los que cambian son los pasajeros que se suben. Cuando cambia una sustancia por otra está cambiando el pasajero que sube a ese vagón. Entonces en algunos casos son determinados sabores, en otros casos es la actividad sexual, en otro caso es otra droga como la nicotina o el alcohol y en definitiva todos circulan por el circuito de recompensa que fue de alguna manera diseñado para que hagamos cosas que son saludables y que ahora es expuesto a funcionar para hacer cosas que no lo son.
-¿Por eso la alimentación desde la infancia es tan importante para el resto de la vida de la persona?
-Sí, ya desde la vida intrauterina se vienen modulando todos estos circuitos. Cuando uno dice “voy a hacer prevención de la obesidad, me voy a ocupar de los chicos” está bien, mejor ocuparse de los chicos que no ocuparse. Pero es como que ya estamos llegando tarde, deberíamos haber intervenido antes, sobre la mamá antes de embarazarse. Porque después el feto recibe una serie de información del exterior, a través de la madre, y se prepara para un medio externo del que ya está percibiendo la información desde las etapas más precoces. Y prácticamente la mayor parte del diseño de nuestro sistema de conexión con el mundo se realiza en la vida intrauterina. Por lo tanto todas las sustancias, los aditivos, los nutrientes, las hormonas, todo lo que circula por el organismo de la madre de alguna manera ya está formateando al hijo. Así sabemos que los hijos de madres fumadoras tienen distintas propensiones a las adicciones que los de aquellas que no lo son. Sabemos que los chicos que toman leche de fórmula no tienen la misma respuesta biológica que los que toman la leche de madre, porque esta tiene otros componentes además de los hidratos de carbono, proteínas y grasas. Pero controlar la alimentación es un problema que excede al individuo y es muy difícil que un individuo pueda luchar contra la fuerza de un sistema. Porque es como que uno está metido en una pecera y viene alguien de afuera y le tira comida a la pecera y el pez tiene que comer lo que le tiran y eso es lo que nos está pasando. Vivimos metidos en un frasco alimentario donde no vemos los bordes, pero realmente hay una oferta alimentaria y una persecución alimentaria que nos impide poder seleccionar de acuerdo a nuestra sensorialidad original y no nos permite tomar contacto con los alimentos reales y verdaderos, auténticos de nuestra especie, con lo cual despejaríamos un montón de problemas de salud que tenemos, que muchos de ellos decimos que son de causa desconocida. Tenemos una epidemia de diabetes. Bueno, viene porque estamos llevando de alguna manera al organismo a que funcione con un determinado patrón que después los médicos diagnosticamos como diabetes, que se podría resolver solucionando la alimentación, con lo cual se evitaría sufrimiento a la gente y gastos en recursos que se podrían aplicar a otra cosa que sea más agradable.
-O sea, actualmente estaríamos desviados en las intervenciones que se hacen porque se interviene sobre un individuo pero el ambiente sigue siendo el mismo. ¿Por eso quienes logran bajar de peso al tiempo tienen un rebote?
–El peso tiene que ver con la imagen, con la figura, con el volumen, con la corpulencia que es algo que está directamente expresado en los sentidos. En ese sentido, la obesidad es como una señal visible. Por eso yo de alguna manera digo que la obesidad más que la enfermedad en sí misma es la señal de que hay algo que no está bien. Que no está bien en la conexión con el ambiente, que va más allá de la obesidad, sino que es más amplio. Muchas personas sin ser obesas tienen los mismos problemas que los obesos. No hablo de los problemas estéticos ni de los problemas mecánicos, hablo de los problemas metabólicos. Tenemos mucha gente que desarrolla formas de obesidad localizadas, por ejemplo, se hacen panzones sin ser obesos. O sea, tienen un cambio en su cuerpo que no es de los más conveniente y tienen patrones metabólicos que son los mismos que tienen los obesos sin serlo. Tienen el hígado graso sin ser obesos. Si bien la obesidad empeora todo no es la causa de todo. Y entonces cuando uno empieza a despejar eso y dice “bueno, ¿y a esta gente que no es obesa por qué le pasa lo que le pasa? ¿No será que está comiendo cosas que no son las más convenientes y que son más sensibles y que por eso desarrollan el problema sin llegar a ser obesos?”. Hay una serie de preguntas que nunca hemos contestado. Si bien el volumen de la alimentación tiene mucho que ver con el desarrollo de la obesidad, no todo es cuánto comemos. Como dijimos al principio, el momento de la comida y la composición de la comida, o sea los componentes no calóricos del menú modulan la respuesta hormonal. Entonces tenemos una alimentación que puede ser obesogénica no por la cantidad de calorías que aporte sino porque tiene un efecto hormonal sobre el tejido adiposo que hace que este se transforme en un tejido más ávido de grasa que lo que sería normalmente si el ambiente alimentario fuera distinto.
“Prácticamente la mayor parte del diseño de nuestro sistema de conexión con el mundo se realiza en la vida intrauterina. Por lo tanto todas las sustancias, los aditivos, los nutrientes, las hormonas, todo lo que circula por el organismo de la madre de alguna manera ya está formateando al hijo”
-¿Alcanza la medicina para tratar, para frenar este problema?
-Podemos ponerle un freno pero realmente el problema es ambiental. Si tenemos un gas que está contaminando el aire que respiramos, bueno, podemos ponernos máscaras, caretas, respirar más arriba, tirarnos al suelo, ponernos un filtro en la nariz, pero al problema ambiental lo tenemos que resolver. La solución tiene que ser ambiental. Estamos tratando de cambiar los antiguos modelos de dieta que teníamos, por lo menos en nuestro grupo de trabajo, y pasando a la de políticas alimentarias domésticas o sea, de alguna manera tratar de generar ámbitos alimentarios protegidos. Podemos controlar el ambiente doméstico. Si uno dice “a mi casa no voy a llevar comestibles sino que voy a llevar alimentos” está generando una atmósfera de consumo que es más propicia para orientar la sensorialidad del individuo. Porque acá hay intermediarios entre el cuerpo y el ambiente que son la sensorialidad y el sistema de recompensa. La sensorialidad nos orienta hacia la búsqueda de comida, qué cosas tenemos que consumir, y el sistema de recompensa nos da la cantidad y el premio por haber hecho lo correcto. De alguna manera son como un equipo. Tiene bienestar, entonces como liga ese bienestar con el consumo repite el consumo. Pero si la sensorialidad está desbordada o está distorsionada en lugar de llevarnos a elegir lo que más le conviene a nuestro cuerpo nos va a llevar a elegir aquello que le dio más placer y entonces vamos a repetir el consumo de algo que tal vez no tenga valor nutritivo, o tenga un valor nutritivo negativo en ese momento.
-Tiene una cuenta de Twitter con un nombre de usuario particular, @nutrijusticciero, ¿por qué ese nombre?
-Porque en las redes sociales hay personas opinando como si tuvieran argumentos y lo que hacen es llenar de dudas y cambiarle la vida al resto. Entonces me pareció que intervenir con argumentos basados en estudios serios era como hacer un poco de justicia. En ocasiones hasta integrantes destacados por sociedades científicas emiten afirmaciones que no tienen fundamento mientras al mismo tiempo sostienen que son científicos, naturalizando la barbarie nutricional con argumentos que a veces son ridículos, y otras no son del área de la nutrición. Una de las primeras cosas que uno tiene que hacer cuando va a discutir un tema es setear la cancha. Es decir, definir cuáles son los límites de esta discusión, qué es lo que estamos discutiendo, porque tal vez todos tengamos razón pero como discutimos cosas distintas terminamos peleando. O sea, cuál es el punto a esclarecer si es que hay un punto a esclarecer. A mí me parecía que había que hacer un poco de justicia en el sentido de organizar las discusiones para no terminar en enredos interminables.
-¿Un ejemplo sería que se siga recomendando el ejercicio físico para bajar de peso?
-¿Cuánto puede el ejercicio modificar la composición corporal? Bueno, eso va depender de la cantidad de ejercicio que pueda hacer la persona. Y justamente los obesos no son los que más ejercicio pueden hacer. Los que podrían de alguna manera beneficiarse con los cambios corporales que produce la práctica de un ejercicio no pueden hacer el necesario para disfrutar de esa práctica y por otro lado el ejercicio cambia la conformación del cuerpo adaptativamente a la carga que impone, pero no es un factor primario que actúe sobre la cantidad de grasa, sino que actúa sobre el músculo. O sea, tenemos dos herramientas, una que es la alimentaria, que tiene mayor impacto sobre la cantidad de grasa y secundariamente sobre la cantidad de músculo, y la otra que tiene más que ver con la composición muscular del organismo y menos con la grasa. Uno es más importante para una cosa, otro más importante para la otra, pero se ha hecho la apología del ejercicio como tratamiento de la obesidad, cosa que como medida terapéutica es poco eficaz. Esto no quiere decir que no se haga nada. Quiere decir que en el costo versus beneficio no rinde.
-De la misma forma se señala al “no moverse” como causa del sobrepeso.
-Lo otro es haber responsabilizado al sedentarismo de lo que ha hecho la mala alimentación. Le hemos hecho pensar a la gente que tiene que moverse más para no ser obeso y que tiene que hacer ejercicio para combatir su obesidad, cosas que rinden muy poco. Los estudios científicos de última generación sobre el metabolismo energético, sobre seres humanos actuales nos han demostrado que la diferencia en el peso que tienen, por ejemplo, los oficinistas sedentarios que trabajan en Nueva York comparado con los aborígenes que viven vida libre en el África, y que son delgados, no puede explicarse a través de un cambio primario en el metabolismo energético. Y eso derrumba toda la hipótesis del gasto calórico como explicación del tratamiento de la obesidad y como causa de su producción. Porque la nutrición ha hecho su centro en lo que es el metabolismo energético y de ahí la conjunción de peso, metabolismo energético, caloría, todo pertenece a la misma familia. O sea, kilogramos para expresar el peso y calorías para expresar la capacidad combustible que tiene el nutriente si es quemado, pertenecen al campo de la física, no tienen que ver con la biología. O sea, hemos trasladado el problema a un sistema métrico decimal que no refleja las cuestiones biológicas que intermedian esto y que son las que están realmente generando el problema y las cuales estamos desatendiendo.