¿Por qué la obra de Deleuze y Guattari sigue siendo relevante? ¿No estamos ya mismo en pleno siglo XXI bien lejos del Mayo Francés del 68? Cuando parece que después de casi dos años de pandemia hay que derribar cualquier atisbo de pasado y pensarlo todo de nuevo, el filósofo y crítico de cine Jun Fujita Hirosa (Tokio, 1971) viene a demostrar con dos libros, Cine-capital y ¿Cómo imponer un límite absoluto al capitalismo? (los dos editados por Tinta Limón), que algunas claves combativas de este presente están, todavía, en los escritos de esa unión fructífera como fue la del filósofo Gilles Deleuze y el psicoanalista Félix Guattari.
Con amplio recorrido en el ámbito universitario -es docente en la Universidad de Ryukoku (Kioto)- la escritura sobre cine, la traducción y el trabajo con filósofos occidentales (como Toni Negri), Fujita Hirose nos muestra el modo en el que el aparato teórico de Deleuze y Guattari sirve para construir una mirada crítica y alejada de la sumisión respecto del cine y una actualidad asfixiante donde se tensionan un virus mortal, la autoexplotación laboral y la insatisfacción constante como signos ineludibles de época.
¿Cuándo tomás contacto con la filosofía de Deleuze y Guattari y en qué momento de tu vida estabas? ¿Qué fue lo que te atrajo en esa primera instancia?
Mi primer contacto directo con su filosofía es cuando compré La imagen-movimiento (1983) y La imagen-tiempo (1985) de Gilles Deleuze en la librería del Museum of Modern Art de Nueva York en 1993, es decir, hace casi treinta años. Cuando era estudiante de la Universidad Waseda de Tokyo, pasé un año en Nueva York como interno de Anthology Film Archives de Jonas Mekas. Frecuentaba diariamente la sala de cine del MOMA y un día encontré en su librería aquellos dos volúmenes de Deleuze sobre cine. Lo que más me atrajo de esos libros es su modo de captar el carácter distintivo de la obra de cada cineasta. Lo condensa prácticamente en una sola frase de tamaño comparable al de un haiku. Por ejemplo, la obra del cineasta japonés Yasujiro Ozu es, según Deleuze, en la que “todo es ordinario, incluso la muerte y los muertos”, y punto final. O el cine de Alfred Hitchcock es en el que “las reacciones del público deben hacerse parte integrante del film”, y punto final. En mi nuevo libro, ¿Cómo imponer un límite absoluto al capitalismo?, adopté ese estilo haiku deleuziano para definir los tres libros principales del dúo Deleuze y Guattari: El anti-Edipo (1972) propone el devenir-fuera-clase de la clase proletaria; Mil mesetas (1980), el devenir-minoritario de las minorías; ¿Qué es la filosofía?, el devenir-animal de los hombres, y punto final. Por eso el libro resultó pequeño y delgado.
En Cine-Capital abordás la posibilidad del devenir revolucionario de ciertas imágenes…
Las imágenes devienen revolucionarias cuando invierten la primacía del montaje sobre ellas. Las imágenes se ponen a valer por sí mismas, sin pasar por su valorización a través del montaje. El cine de forma clásica muestra las imágenes bajo ciertos aspectos determinados por el montaje que las empalma. Mientras que el cine de forma moderna (el neorrealismo italiano, la Nouvelle Vague francesa, etcétera) tiende a mostrar cada imagen bajo todos sus aspectos, en su totalidad. En el cine moderno ya no ves una parte determinada de la imagen, sino la entera imagen hasta sus signos ópticos más microscópicos, y ya no escuchas una parte determinada de cada elemento sonoro, sino la escucha enteramente. Esto es lo que Deleuze llama “situación óptica y sonora pura” en La imagen-tiempo. Se trata de una democracia absoluta de todos los signos presentes en una imagen o en un sonido. Ya no hay ninguna selección o jerarquización entre los signos de una imagen o de un sonido. A tal aparición inmediata de cada imagen en su plenitud semiótica material, la llamo yo “devenir-revolucionario de las imágenes” en Cine-capital.
¿Se puede trasladar eso a Netfilx y otras plataformas de streaming teniendo en cuenta que están modificando la sensibilidad de los espectadores?
Las plataformas de streaming nos invitan a ver las películas en las pequeñas pantallas, que sean de televisor, de computadora, de tableta o de smartphone. Esto constituye condiciones negativas para el devenir-revolucionario de las imágenes, dado que te es tanto más difícil percibir los microsignos cuanta más pequeña sea tu pantalla. En la pantalla de tu smartphone tus ojos captan apenas unos macrosignos y nada más. A veces es difícil incluso seguir lo narrativo. Segundo, las plataformas hacen proliferar “series” que gastan hasta veinte o treinta horas para contar historias que las películas en cine cuentan en una hora y media. Ese alargamiento del tiempo o dilación de la narración puede dejar a los microsignos puramente ópticos y sonoros que penetren en las películas y prevalezcan sobre los macrosignos narrativos. La heroína de la serie coreana de Netflix, Cuando la camelia florece (2019), dice: “Nuestro amor no marcha como los jiaozi cocidos sino como los jiaozi al vapor”. Las películas de cine deben cocinar los jiaozi (ravioles chinos) en un abrir y cerrar de ojos al meterlos en el agua hervida, mientras que las series pueden cocinarlos despacio al “vapor”, es decir, en una neblina semiótica puramente material y no narrativa.
“Lxs trabajadorxs de plataformas digitales son asimilables a los arrendatarios de antaño, y las plataformas, a los latifundios. La forma de ingresos de las empresas de plataformas digitales es asimilable a la renta feudal.”
Los tres libros de Deleuze y Guattari de los que hablás son parte de una suerte de canon revolucionario. ¿Donde considerás que aún reside su potencia creativa y estimulante?
El anti-Edipo invita a los proletarios a devenir “fuera clase”, yendo más allá de su lucha por el interés de clase. Mil mesetas invita a las minorías a devenir-minoritario, yendo más allá de sus luchas por reconocimiento como subconjuntos particulares de la mayoría. Y ¿Qué es la filosofía? invita a los “hombres”, es decir, a los ciudadanos provistos de derechos, a devenir-animal, yendo más allá de su humanitarismo, ante lxs pobres sumidxs en las situaciones asimilables a las de los animales moribundos. El pensamiento de Deleuze y Guattari no para de estimularnos al incitarnos así a hacer un esfuerzo más. En este sentido es nuestra propia creatividad la que está en juego en la lectura de sus libros. Los autores crean “problemas”, para los cuales no hay soluciones más que creativas. Hablar del capitalismo como axiomática es presentarlo como “problema”. Por ejemplo, en ¿Qué es la filosofía?, cuando dicen que los derechos humanos son axiomas que pueden coexistir y coexisten de hecho con axiomas genocidiarios en el sistema capitalista, Deleuze y Guattari presentan este problema para invitar a las personas a hacer un esfuerzo más, el cual consistirá en buscar una solución más general que la de la universalización de los derechos humanos. En los libros de Deleuze y Guattari, nos encontramos antemuros de imposibilidades, que nos fuerzan a trazar líneas de fuga revolucionarias.
Pensaba que se viven tiempos de autoexplotación y trabajo precarizado. ¿Cómo generar una revolución o devenir revolucionario cuando el individuo tiene que luchar contra sí mismo inserto en un sistema mediatizado por lo virtual?
Quizá nos sea preciso hablar de la relación “feudal” entre las plataformas y lxs trabajadorxs, antes que de la “autoexplotación”. Es decir, de la relación capitalista o salarial de lxs trabajadorxs con sí mismxs. De hecho, lxs trabajadorxs de plataformas digitales son asimilables a los arrendatarios de antaño, y las plataformas, a los latifundios. La forma de ingresos de las empresas de plataformas digitales es asimilable a la renta feudal. Los “señores” digitales no se disputan para nada por la mejor producción de bienes o de servicios, sino por la conquista de territorios (hasta el espacio sideral en el caso de Jeff Bezos), y los capitales se invierten en actividades destinadas a este objetivo monopolista u oligárquico. En resumen, la economía de plataformas es un feudalismo organizado por el capital. Desde la segunda mitad de los años noventa estamos asistiendo al surgimiento de lo que el eminente economista francés Cédric Durand llama “tecno-feudalismo”. Actualmente, en muchas partes del mundo, lxs trabajadorxs de plataformas digitales se están organizando en sindicatos y se están poniendo a luchar por reivindicar el reconocimiento de su estatus de “trabajador” o “asalariado”. Según Deleuze y Guattari, tal lucha es necesaria pero no suficiente para el devenir-revolucionario: necesaria, porque todos los grupos revolucionarios se forman primero bajo un interés colectivo, y no suficiente, porque los grupos devienen-revolucionario cuando van más allá de la lógica de interés, con la cual el capitalismo somete a los flujos a su control.
“Es fácil imaginar que un día dices: “¡Ya basta con la compra interminable de las mismas cosas!”, incluso cuando sigues recibiendo estímulos neuronales, cuando todos los productos están diseñados para morir, y cuando tu poder adquisitivo está amplificado por los dispositivos de endeudamiento.”
Por otra parte, la vinculación con el trabajo está siendo cada vez más atomizada y sectorizada. Desde la desintegración de los sindicatos hasta el enaltecimiento engañoso del trabajo freelance…
Creo que hablas del fenómeno que David Graeber llama “bullshit jobs”. ¿Qué son los bullshit jobs? Sin retomar el argumento del antropólogo anarquista, yo digo que son simulacros del trabajo. Si el “trabajo” digno de su nombre consiste en crear y socializar nuevos valores, sus simulacros no hacen más que manejar valores ya existentes. El fenómeno se remonta hasta finales de los años sesenta, cuando el capital industrial empezó a sufrir rendimientos decrecientes en la innovación. Con la innovación condenada a escasa eficacia, el capital industrial se financiariza siempre más por un lado, y por otro, se valoriza siempre más por medio de la reproducción de valores existentes, al recurrir a las nuevas estrategias de mercadotécnicas (la obsolescencia programada, el neuromarketing, etcétera) y a la generalización de créditos de consumo. Sin embargo, es fácil imaginar que un día dices: “¡Ya basta con la compra interminable de las mismas cosas!”, incluso cuando sigues recibiendo estímulos neuronales, cuando todos los productos están diseñados para morir, y cuando tu poder adquisitivo está amplificado a lo infinito por los dispositivos de endeudamiento. Es decir que dominados por los mismos valores reciclados, los mercados de bienes están en crisis permanente, tendiendo a su saturación completa. De ahí el hecho de que siempre más empresas se “zombifican” en paralelo con la conversión del trabajo asalariado en simulacro. Las “empresas zombis”, ya muertas al nivel de la rentabilidad y sólo sobrevivientes con financiamientos externos, que sean bancarios o estatales, son empresas simuladas por excelencia.
¿Es el momento de mayor alienación a nivel laboral en cuanto a la búsqueda de una zona de placer y realización?
Si, estamos viviendo, como dijiste, en el “momento de mayor alienación”, lo estamos porque una parte siempre mayor del capital industrial se convierte en su simulacro. Pero al contrario, los “trabajos esenciales” no son para nada simulacros. Son “trabajos” dignos de su nombre, en cuanto que siempre producen o contribuyen a producir nuevos valores: la vida. Sin embargo, están mucho menos pagados que los bullshit jobs, como lo señalan todas las investigaciones. Como si el capitalismo te dijera: “Es razonable que te pago tanto menos, cuanto más te realizas en tu trabajo o cuanto menos te sientes alienadx.” A través de tal distribución asimétrica de ingresos, lxs trabajadorxs bullshit (asalariadxs) explotan a lxs trabajadorxs esenciales (precarizadxs). Aquí está la principal división de clases de hoy, mucho más fundamental que aquella paradójicamente sostenida por el propio Graeber en el momento de Occupy Wall Street, a saber, la del 99 por ciento versus el 1 por ciento. A mi juicio, ésta última es un “significante flotante” populista, cuya potencia política es bastante limitada, precisamente porque no se ancla en la realidad ontológica de la estructura de base.
“Verónica Gago habla del feminismo como movimiento “viral”, que nos afecta a todxs y nos fuerza a hacer alianza entre nosotrxs en un devenir-mujer. Por ejemplo en el estallido chileno, lxs habitantes metropolitanxs devienen-mujer, al mismo tiempo que lo devienen los pueblos minoritarios.”
¿Cuál tu intención final al publicar libros que traten estos temas?
Me preguntas para qué escribo. Te contesto con una famosa frase de ¿Qué es la filosofía?: escribo “para apelar a una tierra nueva [y] a un pueblo nuevo”. En la conclusión de mi nuevo libro, analizo la actual etapa de desarrollo del capitalismo desde el punto de vista deleuziano-guattariano. Ahí sostengo que la crisis del Covid-19 es un verdadero momento de “destrucción creativa”, donde se opera una gran transformación del régimen de acumulación del capital, con una doble transición simultánea en la economía mundial. Estamos asistiendo a la destrucción de los viejos capitales ligados al régimen norteamericano y petrolero, y a la creación o apreciación de los nuevos capitales del régimen chino y de metales raros. Y, a partir de esa observación, planteo una perspectiva hipotética: todo el mundo deviene-revolucionario, cuando se establece una alianza entre las dos frentes de lucha: la de lxs trabajadorxs metropolitanxs abandonadxs por los viejos capitales en destrucción y la de los pueblos minoritarios en lucha por defender sus territorios contra las explotaciones neoextractivistas llevadas a cabo por los nuevos capitales en formación. Esa alianza hará advenir a un nuevo pueblo nunca visto y abrirá una nueva tierra nunca conocida.
¿Te interesa que se produzca una revolución en algún sentido?
Mi nuevo libro, ¿Cómo imponer un límite absoluto al capitalismo?, publicado en junio de 2021, conoce una gratísima simultaneidad con la realidad: desde octubre de 2019, en Chile, se está formando y consolidando una gran alianza muy parecida a aquélla que acabo de dibujar como hipótesis puramente prospectiva. ¿Qué permite a lxs chilenxs que formen una alianza entre las dos máquinas de guerra metropolitana e indígena? El libro de recopilación de entrevistas, Chile despertó (2021), recién editado por Tinta Limón, me deja pensar que es el devenir-mujer. Ya es bien conocido el lema fundamental de las mujeres indígenas y afrodescendientes latinoamericanas en lucha contra el colonialismo neoextractivista: “No se puede descolonizar sin despatriarcalizar.” Y no menos conocido es el hecho de que desde mediados del 2010, el movimiento social y político más potente es el feminismo en todas partes del mundo y en América Latina en particular. En una entrevista que le hice a ella en marzo de 2020, Verónica Gago, autora de La potencia feminista (2019), habla del feminismo como movimiento “viral”, que nos afecta todxs y nos fuerza a hacer alianza entre nosotrxs en un devenir-mujer. En el estallido chileno, lxs habitantes metropolitanxs devienen-mujer (al aire de Lastesis), al mismo tiempo que lo devienen los pueblos minoritarios. Todo Chile deviene-revolucionario a través de un devenir-mujer transversal. En Mil mesetas, Deleuze y Guattari afirman justamente: “todos los devenires comienzan y pasan por el devenir-mujer”. En este sentido, creo que no es en absoluto por casualidad por lo que una mujer mapuche, Elisa Loncón, fue elegida como presidenta de la asamblea constituyente chilena, infortunadamente denominada Convención constitucional. A veces se reprocha a Deleuze y Guattari, diciendo que no hay devenir-revolucionario sin revolución. Sin embargo, el Chile despertado nos enseña que la verdad es la inversa: no hay revolución sin devenir-revolucionario.