Texto: Lucas Villamil / Fotos: Javier Obando
Los últimos años fueron intensos para Cecilia Carranza Saroli. Primero fue convocada por Santiago Lange, un prócer del yachting argentino, para competir juntos en la categoría Nacra 17. Se plantearon el objetivo más ambicioso posible: ganar los Juegos Olímpicos. Pero en plena preparación, un tumor en el pulmón de Lange los obligó a recalcular. Perdieron tiempo y buscaron la manera de recuperarlo. Con la enfermedad superada, a principios de 2016 la dupla se mudó a Río de Janeiro para intensificar el entrenamiento. Durante más de siete meses se levantaron a las seis y media de la mañana para hacer visualizaciones, imaginar lo que querían lograr durante el día para que el cuerpo lo fuera asimilando. Después iban al gimnasio, pasaban cinco horas en el mar practicando maniobras y conociendo los vientos y a la tarde hacían trabajos aeróbicos, yoga o kinesiología. Al final, el esfuerzo rindió sus frutos: la medalla dorada y una emoción que no se puede traducir en palabras.
Cuatro meses después, en una mañana calurosa de diciembre, Cecilia pedalea a ritmo sostenido en la pista de ciclismo del KDT. Todavía no sabe si junto a Lange apuntarán repetir el logro en los próximos Juegos, pero mientras tanto, para divertirse, fantasea con correr media Ironman. “¡Una entera es demasiado!”, dice.
-¿Ya pasó la fiebre olímpica? ¿Te acostumbraste a ser campeona?
-Fue todo muy lindo, cuando volvimos de los Juegos fue todo caótico pero a la vez súper lindo. Un cariño muy genuino de la gente, como si se sintieran identificados con alguien que hace esfuerzos para lograr algo. Es lo que muchas veces queremos ver en la Argentina, gente que se rompe el culo para llegar a algo, no el resultado fácil, la viveza criolla. Creo que la gente vio esa historia y le gustó mucho y nos dio mucho cariño, y para nosotros compartirlo y devolver de alguna forma a los demás algo de todo lo que hicimos fue una experiencia lindísima que la disfrutamos un montón. Obviamente tiene su carga energética. A la vez, lo de mi compañero deja un mensaje súper importante sobre lo que es la resiliencia, atravesar adversidades, las adversidades como una posibilidad de crecimiento.
-¿Cómo empezó tu vínculo con el yachting?
-Mis viejos en Rosario van a un club que está contra el río y en vez de mandarte a hacer fútbol o lo que sea te mandan a navegar desde chiquito. Desde los seis años ya me tiraban al agua con los otros nenes. Se empieza con Optimist, que es un barquito chico que se usa hasta los quince años. Es hermoso ver a todos los chicos en el agua. El que navega tiene otro territorio más, y un nene de seis o siete años maneja un territorio que de repente vos no manejas.
“Creo que las frustraciones vienen cuando vos querés lograr algo pero no hacés el análisis de todo lo que tenés que hacer para lograrlo y no sos consecuente con la decisión que tomaste”.
-¿Vos no le tenes miedo al agua?
-No, para mí navegar es como andar en bicicleta.
-Pero le tenés respeto.
-Seguramente le tengo más respeto que cualquier hijo de vecino que empieza a navegar de grande, porque conozco el ambiente donde estoy.
-¿Tuviste alguna experiencia difícil?
-Acá en Buenos Aires una vuelta hubo una tormenta en un campeonato muy importante que es la semana de Buenos Aires, como en el año 2002. Estábamos todos navegando y vino la tormenta y tuvimos que abandonar los barcos. Yo era chica, tenía quince, pero no me asusté. Me rescataron con un gomón y me dijeron “dejá el barco acá”, pero yo no quería. Acababa de cambiar de categoría del Optimist al Laser, mi papá me había comprado el barquito nuevo y yo decía “no, yo el barco no lo dejo”, y me cagaban a pedos. Finalmente les di tanta lástima que me dieron un ancla para que la ate al barco. Tiré el ancla y lo dejé. Por suerte enganchó el fondo y más tarde lo pude ir a buscar, muchos barcos se habían ido contra las rocas de Puerto Madero. Pero más allá de eso, yo no tengo experiencia de navegación oceánica, que ahí cuando se pone peludo, se pone peludo.
-¿Cuáles de tus características personales son las que te hacen destacarte adentro del agua?
-La perseverancia, la tenacidad, la fuerza de voluntad, las ganas de superarme.
-¿Te acordás el momento que decidiste que eso era lo tuyo?
-Sí, cuando estaba de viaje de estudios, en el 2004, que estaban los juegos de Atenas y me volvía del boliche para mirar las regatas. Ahí dije “yo quiero ir a unos Juegos Olímpicos”. Volví a Rosario y les dije a mis viejos, “yo voy a ir a unos Juegos Olímpicos como sea, navegando, salto con garrocha, lo que sea pero voy a ir”. Y a los juegos de 2008 ya fui. Creo que algo muy importante es ser consecuente con las decisiones que tomás. Muchas veces las personas queremos hacer cosas pero hay tantas distracciones que al final te terminás perdiendo, y te olvidás o nunca fuiste consciente de todo lo que hay que hacer para lograr lo que vos querías lograr. Para mí es válido cualquier cosa que quieras hacer en la vida, podés no querer tener objetivos grandes. Yo mañana puedo querer no competir más a este nivel, o no competir más y tener una vida normal como cualquier hijo de vecino, que también es válido, pero creo que las frustraciones vienen cuando vos querés lograr algo pero no hacés el análisis de todo lo que tenés que hacer para lograrlo y no sos consecuente con la decisión que tomaste, no hacés el esfuerzo que tenés que hacer todos los días para lograrlo.
-¿Tuviste fracasos que te enseñaron esto? ¿Cómo aprendiste?
-Tuve un excelente ejemplo en mi casa. Mi vieja es sumamente laburadora, mis viejos comercializan ropa, tienen negocios de venta al público en Rosario. En su momento mi mamá vendía telas y mi papá fabricaba ropa, y hoy trabajan juntos comercializando. Mi mamá desde antes que yo tuviera uso de razón se iba a laburar y después la veía en casa hasta las doce de la noche con papeles, laburando. Cuando dejaron cada uno lo suyo empezaron de cero, con un negocio, y laburaba y laburaba, y hoy tienen once negocios y me demuestran todos los días que laburando podés crecer. Y mi viejo es un super ejemplo de hacer las cosas con pasión, de meterte y hacerlas con amor, con energía, dejándolo todo. Eso para mí es súper importante, pero a la vez, a veces tiene su lado malo porque estás todo el tiempo “tengo que, tengo que…” y nunca te relajás. Si querés llevar una vida más normal no podés andar así por la vida. Ahora, si queres lograr grandes objetivos, te lleva a buen resultado.
“Yo me hago un montón de preguntas filosóficas todo el tiempo: ¿Qué mierda busco haciendo lo que hago? ¿Qué sentido tiene buscar ser el mejor del mundo en algo?”
-¿En algún momento vas a tener que aprender a relajarte y no estar persiguiendo algo grande?
-Seguro. De hecho, después de estos Juegos me lo pregunté. ¿Qué busca uno? Te hacés todas esas preguntas, y más todavía las personas que estamos permanentemente conectados con nosotros mismos, sin distracciones externas porque estamos todo el día concentrados en lo que hacemos, en cómo mejorar y yo qué sé. Mirás mucho para adentro, ¿viste? Y yo me hago un montón de preguntas filosóficas todo el tiempo: ¿Qué mierda busco haciendo lo que hago?
¿Adónde querés llegar? ¿Qué sentido tiene buscar ser el mejor del mundo en algo? Después, por otro lado me respondo que a mí me apasiona meter la pata en el agua, cuando meto la pata en el agua se me olvida todo, y como me gusta hacerlo con pasión al final eso me termina llevando a querer mejorar… Es la forma en que uno vive divertido. Pero sí, después de los Juegos me lo pregunté. Se ve que apretamos tanto, tanto, tanto para lograr lo que logramos, por cómo se dio nuestra campaña, que cuando pasó un poco la vorágine de todo me sentí con la batería en menos diez, me sentí muerta, que no podía hacer otra campaña. Después me di cuenta que necesitaba descansar un poco, reponerme, empecé a entrenar de a poco y me di cuenta que esta es mi vida. Igual creo que en algún momento voy a tener que aprender a relajarme para disfrutar otras cosas, y para entender a los que no son así. Para mí es una dificultad relajarme, entonces se me dificulta compartir momentos relajados con la gente que vive relajada, estoy siempre pensando qué puedo hacer de productivo. ¡Un poco loco!
-Me imagino que estar en una preparación tan intensa que incluye visualizaciones a las siete de la mañana es como vivir en un mantra permanente.
-Totalmente. Cuando vos te planteás un desafío tan grande en tu vida, ese desafío siempre va a sacar lo mejor y lo peor de vos, y cuando te enfrentás a ver lo mejor y lo peor de vos estás haciendo una actividad sumamente espiritual, estás enfrentando a tus peores miedos, a tus mejores virtudes, y animarte a eso requiere transitar un camino que es espiritual. Y para trabajar en equipo además tenés que dejar de lado los egos, dejar de lado el yo y poner por encima siempre el nosotros, el objetivo común. Todo eso llamalo como lo quieras llamar, pero es espiritual.