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Publicado por Javier

Laura Salvador, una madre por adopción que derriba mitos sobre la familia

Texto: Lucas Villamil / Fotos: Francisco Odriozola

En 1983 Laura Salvador tenía 23 años, se acababa de recibir de fonoaudióloga, estaba de novia y empezaba a pensar en la posibilidad de tener un hijo. Sabía que no iba a ser por vía biológica, algo que, según recuerda, aceptó sin muchos dramas ni conflictos. El proyecto de la pareja, desde un principio, fue la adopción.

Cuando se casó, su marido ya tenía un hijo que se convirtió en el primer hijo de Laura por vínculo adoptivo. Ese niño, que hoy tiene 42 años y que ya le dio a Laura tres nietas, fue quien la empezó a entrenar en un rol en el que ella, con el tiempo, se convertiría en experta.
Tiempo después, en 1998 la pareja adoptó a Martín, un bebé que falleció por una enfermedad a los cuatro años y medio. Unos años más tarde llegó Luciano a la familia, un niño de 12 que hoy tiene 26, el tercer hijo de Laura por vínculo adoptivo.

Desde que empezó a pensar en la adopción pasaron más de 30 años, las experiencias la fueron transformando, las leyes cambiaron y la sociedad también. “Cuando yo empecé a interesarme era otra la ley, eran otros los usos y costumbres, en muchas familias era un tema tabú y no se le contaba nada al chico, había poca información sobre el tema. El asesoramiento que me daban en el juzgado era paupérrimo porque en ese momento las adopciones las llevaban los juzgados de menores, que también llevaban causas penales, no había una especialización”, recuerda.

En 2015 se aprobó la última Ley de adopción. Laura dice que ya no piensa volver a adoptar, pero conoce muy bien la nueva ley porque se dedica a informar, a ayudar a quienes quieren transitar ese camino. En 2010, junto a otras familias, fundó la Asociación Civil Ser Familia por Adopción con el objetivo de “preparar a las familias para que sean la mejor familia posible para un niño que llega en las condiciones que llegan generalmente los hijos por adopción”. Deconstruir conceptos y derribar mitos es su nueva misión.

-¿Es difícil adoptar en Argentina?
-Adoptar en Argentina no es difícil. Cada vez están más regulados los trámites, las evaluaciones, las inscripciones, ahora tenemos un registro nacional… O sea, comparado con lo histórico estamos diez mil veces mejor. Lo que siempre intentamos transmitirle a la gente, es que si uno se anota para un bebé es más difícil. En el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos hay cinco mil y pico de inscriptos a nivel nacional y más del 90 por ciento está inscripto para bebés. Si en Argentina tuviera que haber cinco mil bebés para satisfacer el deseo de esos papás, estaríamos muy mal como país. La realidad de nuestro país es que los niños que hoy necesitan una familia son niños que pasan los seis, ocho años, que son tres hermanitos, que tienen dificultades de salud… Entonces cuando el registro busca familias para esos niños y niñas se encuentra con que tiene muy poquitas. En la tarea que llevamos con las familias nos damos cuenta que en estos años hay más amplitud, que ahora la gente se anima, que empieza a concebir que su maternidad o paternidad quizás empieza con un niño de diez años… Hay gente que adoptó cuatro de golpe, y uno dice “ay, cómo hicieron”, y sin embargo se animaron y lo hicieron. Eso es lo que tiene que cambiar, la mentalidad de la maternidad o la paternidad, sobre todo por vías de adopción. Si uno es inflexible y quiere un bebé -y está bien, porque cada uno tiene derecho a tener su deseo-, entonces hay que saber que quizás tarden años o no los llamen nunca.

-O sea que se tiene que dar un trabajo de deconstrucción muy grande.
-Es un tema de derribar mitos, porque la gente piensa que si son pequeños es más fácil porque los van a moldear como plastilina, y todavía no se dieron cuenta que uno no moldea a los hijos. Es un trabajo grande aceptar que va a llegar a nuestra familia un ser que no conocemos, que lleva diez años de historia, por ejemplo, o los que sean, de historias duras, con mucha carga, y que uno tiene que poner el deseo de ser padre en función de ese niño, de reparar sus heridas, de sanarlo, de entenderlo, de empatizar… Es una tarea muy difícil y hay que tener una gran vocación de padre para llevarla a cabo.

Al momento de esta nota, en la Argentina hay 5.502 adultos inscriptos en el Registro de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos. En cuanto a los niños y niñas que esperan adopción, Laura explica que no puede haber estadísticas muy fiables porque la información tiene un dinamismo que envejece rápidamente cualquier número. “Los niños que hoy entran en situación de adoptabilidad mañana pueden estar viviendo con una familia”, dice, y remarca que en agosto de 2015, con la sanción del nuevo código, se avanzó muchísimo. “Que todo es perfectible y que la gente tiene que aprender más no me cabe ninguna duda, pero legalmente se avanzó años luz. Antes los niños vivían diez años institucionalizados y no le importaba a nadie”.

Según la Ley actual, un niño no puede estar más de 180 días sin familia. Además, la edad mínima para adoptar bajó de treinta a veinticinco años, se contempla la adopción por parte de parejas con uniones convivenciales y por parte de una persona sola. Los extranjeros nacionalizados con cinco años de residencia en el país también pueden adoptar, pero no hay adopción internacional en la Argentina.
El otro gran cambio que remarca Laura es la prohibición de la entrega directa. “En nuestro país hubo una cultura de que una señora que estaba embarazada se enteraba que vos querías ser madre o padre y entonces había un acuerdo privado que después lo legalizaba un juez. Eso, a partir de agosto de 2015 está prohibido. Con una entrega directa, lo que se hace es tratar al niño como un objeto de transacción, y para nosotros eso es una apropiación”, explica.

-¿Qué características tiene que tener un chico para que un juez lo declare en situación de adoptabilidad?
-Un niño, para que llegue a esa instancia, previamente pasó por muchas cosas. Cuando se detecta una vulneración de derechos -ya sea porque lo denuncia una maestra, un pediatra, un vecino-, interviene primero el poder Ejecutivo, se busca qué le está pasando a ese niño, cuáles son las causas y cuáles son las posibles soluciones. A veces tiene solución y a veces no. Durante 180 días, el poder Ejecutivo -ya sea la municipalidad de cada ciudad o en CABA las defensorías zonales- trabaja con cada familia para intentar establecer un estado donde al niño no se le vulneren más los derechos. A veces se logra, a veces hay una abuela o un tío que puede convivir con el niño y listo, vuelve a su familia de origen. Pero después hay un montón de casos donde la familia no puede resolver esos problemas, sean de salud, de adicciones, de violencia, y entonces el Poder Ejecutivo le pide al Poder Judicial que declare la situación de adoptabilidad, informan que no se puede revincular con la familia de origen. El juez controla que el procedimiento se haya hecho y que no haya dado resultados y entonces se declara la situación de adoptabilidad.

«La realidad de nuestro país es que los niños que hoy necesitan una familia son niños que pasan los seis, ocho años, que son tres hermanitos, que tienen dificultades de salud…»

-¿Se toma en cuenta el deseo del chico?
-A partir de los diez años, él tiene que dar su consentimiento para ser adoptado. Pero cuando la vulneración de derechos es muy grande -en líneas generales, esta es la situación- difícilmente haya un deseo de volver. Pero puede pasar. También pasa a veces que hay algún miembro de la familia muy saludable, que el niño está muy encariñado, entonces lo que se plantea a la familia adoptiva es adoptar al niño comprometiéndose a que mantenga vínculos con ese miembro de su familia.

-¿La vulneración de derechos es la situación más común por la que los niños llegan a la situación de adoptabilidad?
-Si. También está la situación de una mujer embarazada que no desea ejercer su maternidad y lo quiere dar en adopción. En ese caso hay que esperar 45 días para que ella confirme esa decisión, entonces se da la situación de que hay un bebé en esa situación. Pero en líneas generales son situaciones de violencia, o abandono…

-¿Hay muchos que están en situación de calle?
-No es lo mismo. La situación de calle es una cosa, muchas veces el niño está en la calle pero a las seis de la tarde vuelve a su casa. Y otra cosa es la vulneración de derechos, donde al niño no lo contienen en la casa y hay situaciones de violencia o de abuso sexual. Entonces ya al niño hay que separarlo de esa familia, se institucionaliza, va a una familia de tránsito, y si su familia original no revierte la situación se declara la adoptabilidad. Pero no es lo mismo. Es muy común que la gente diga “ay, con tantos chicos en la calle, se podría adoptar”, pero hay muchos chicos que están en la calle y que cuando vuelven a su casa tienen una familia que los contiene. Capaz que va a la mañana a la escuela, después sale a pedir y a la tarde vuelve a su casa. No siempre una situación de calle es por vulneración de derechos.

«La gente piensa que si son pequeños es más fácil porque los van a moldear como plastilina, y todavía no se dieron cuenta que uno no moldea a los hijos. Uno tiene que poner el deseo de ser padre en función de ese niño, de reparar sus heridas, de sanarlo, de entenderlo, de empatizar…»

-¿Qué hace a una familia apta para adoptar?
-Tienen que atravesar una evaluación diagnóstica donde lo que se evalúa es la idoneidad para ser padre por adopción, porque no es lo mismo. Los padres por biología son de una manera, tienen su cabeza pensando de una manera, es un hijo que va a venir de adentro hacia afuera. Y acá es totalmente al revés, vamos a adoptar a un niño, a su situación y a su historia. Entonces, primero se evalúa una familia permeable, que comprenda la situación de la que venga el niño, que esté dispuesta a empatizar con él, que no estén llenos de prejuicios sobre la familia de origen, que tengan un hogar para brindarle, etcétera. Después de que esa idoneidad está declarada y que están en el registro, en el momento que el juez los llama por un niño en particular vuelven a hacer una evaluación para ver si pueden ser la familia de ese niño, que no es lo mismo que la generalidad de ser la familia adoptiva de cualquiera. Ahí hay una evaluación más fina para que esa familia pueda mostrar que son los mejores para ese niño. Porque a veces pasa, por ejemplo, que estamos preparados para ser padres pero resulta que el niño es hiperquinético, necesita vivir en una casa grande, y vivimos en un departamento de dos ambientes. Yo puedo ser la mejor madre del mundo, pero no le sirve mi casa a ese niño. En otros casos, por ejemplo, hemos tenido niños con derechos vulnerados por parte de una figura masculina de su familia y ellos mismos piden que quieren tener una mamá solamente, que no quieren mamá y papá.

-O dos mamás.
-Totalmente. Yo conozco varias parejas tanto de varones como de mujeres que han adoptado. Puede quedar algún juzgado que sea un poco antiguo, pero la realidad es que, por mi experiencia, las parejas homosexuales suelen ser familias mucho más abiertas que las heterosexuales respecto de si el chico tiene una enfermedad, respecto de si es grande… De hecho, en líneas generales, no me acuerdo de una pareja homoparental que haya querido adoptar a un bebé. Tienen más apertura, es otra historia.

-Además de la cuestión de la edad, al momento de inscribirse en el registro, ¿se puede hacer ciertas elecciones como adoptar niños con alguna patología?
-Exacto, en esas conversaciones iniciales se puede. Por ejemplo, conozco una mujer que es kinesióloga y me dice que ella no tiene problema con que el niño tenga ninguna patología, pero que no necesite kinesiología porque ella está todo el día trabajando con eso. O hay otra gente que dice “a mí no me asusta que tenga HIV porque yo también tengo HIV”. O, “si es celíaco no tengo problema porque ya tengo un hijo que es celíaco”. Es decir, hay un montón de patologías que se pueden conversar para poder consignarlas. Lo mismo las edades, o la cantidad de hermanitos.

-¿Cuáles son las razones que pueden hacer que una adopción fracase?
-En el proceso de adopción hay tres tiempos. Uno es el de la vinculación, que es el de cuando yo todavía vivo en mi casa, el nene todavía vive en la institución y yo salgo a pasear con el nene, nos estamos conociendo. Después se decide la convivencia. A veces pasa que no se decide la convivencia porque ya en ese período se vio que no iba a funcionar. Nosotros a eso lo llamamos vinculación fallida, no lo llamamos fracaso. Esto pasa, porque la maternidad o paternidad no es “ay, vi al nene: es mi hijo y él me siente su madre”. ¡No! Cuando yo adopté a Luchi él tenía doce años y tenía una desconfianza de pensar “quiénes son estos, si yo no los conozco”. No, no pasa tan rápido. Para que nos llamara mamá y papá pasaron meses, pasaron muchísimas cosas… Entonces, esa es la etapa de vinculación. Llega un momento en que se decide, porque el niño lo desea, porque lo charla con el psicólogo, que empieza la convivencia. Legalmente empieza un período que se llama guarda con fines adoptivos, pero en realidad, psicológicamente todavía nos estamos conociendo. Ese período de guarda dura seis meses y ya nos vamos conociendo un poco más, lo llevamos a la escuela… Y a veces se descubre que no funciona, puede pasar que esa guarda no llegue a la adopción. Si funciona, si se sienten todos a gusto, a los seis meses y un día empieza el juicio de adopción, y ese niño pasa a formar legalmente parte de nuestra familia. Si eso fracasa, es como cuando le fracasa la maternidad o paternidad a cualquiera, pero ya es tu hijo y la situación se torna más compleja. Es dificilísimo, por eso es que cuando se evalúa una aptitud no es ligero.

-Cuando vos adoptaste a Luciano, él tenía una edad en la que te podías comunicar. Me imagino que esa comunicación es fundamental.
-Si, eso fue un gran engaño porque yo pensaba “ah, si ya habla, si se acuerda, si hasta los doce años vivió con la familia biológica, yo qué le voy a tener que contar…” Un gran engaño, porque uno puede hablar, puede comunicarse, pero él tiene que tener ganas de hablar y de comunicarse, y Luciano no tenía ganas de hablar ni de comunicarse. Entonces pasó mucho tiempo que fue un gran desafío comunicarme con Luciano. Te diría que recién ahora, con veintiséis, me estoy enterando de cosas que le pasaban cuando tenía doce y llegó a casa. Ahora me las cuenta porque es otra la relación, él ya es adulto. Pero muchas veces nuestros hijos no quieren hablar, la mayoría de las veces vienen con un gran enojo, vienen de situaciones muy complicadas por las que sufrieron y tienen que generar una confianza para no estar pendientes permanentemente de cuidarse de uno. “Si los otros me lo hicieron, por qué no me lo va a hacer esta familia”. Es una relación muy compleja, una gran construcción minuto a minuto.

«Por mi experiencia, las parejas homosexuales suelen ser familias mucho más abiertas que las heterosexuales respecto de si el chico tiene una enfermedad, respecto de si es grande… Tienen más apertura, es otra historia»

-¿Cuál es la recomendación que se da sobre cómo comunicarle al niño que es adoptado?
-Siempre, desde el minuto uno. Aunque parezca que no entienda porque todavía no habla o no se comunica verbalmente, desde el minuto uno. “Cuando te fuimos a buscar, vos estabas en la casa de fulanita, viniste con esta ropita, nos regalaron esta foto…” Siempre, siempre, siempre. No hay que esperar un momento: “A los dos años le voy a hacer la comunicación oficial de que es adoptado”. Y a veces esa historia hay que revivirla un montón de veces, y está bueno eso de las fotos, de los videos, de músicas que por ejemplo él o ella escuchaban con la familia de tránsito.

-Las familias de tránsito son otro tema que da para hablar largo rato. ¿Cómo es el vínculo de un niño o niña con esa familia después de haber sido adoptada por su familia definitiva?
-Toda relación que se pueda establecer con esa familia de tránsito para que la historia sea una continuación es lo mejor. Durante mucho tiempo se creyó que una vez que de la familia de tránsito pasaba a tu casa había que cortar toda relación. No, no, hay relaciones maravillosas porque esos chicos vivieron seis meses o un año con una familia que les dio mucho afecto. Entonces, que sea como un continuo, no que sean cortes en la vida.

-¿Cómo cambió el contexto y la mirada social sobre el tema en todo este tiempo?
-Yo no me quiero involucrar mucho en lo que sienten los hijos adoptivos porque creo que es una experiencia única y sería una falta de respeto si yo dijese algo… Han sufrido la mirada social porque sabemos que en el colegio les han dicho “si vos sos adoptado… el adoptadito…” Sabemos que eso existe. Uno trata de hacerlo lo más natural posible y explicarles que eso no es un insulto, que eso es una situación y que no es culpa de ellos, pero a veces pasa que los niños no lo pueden elaborar. Siempre recomendamos que lo puedan elaborar con un psicólogo, con un profesional.

«Tenemos una gran tarea de elaborar nuestros propios duelos. Yo tuve la suerte que lo elaboré fácil, pero hay gente que no puede elaborar fácilmente que no puede quedar embarazada, que no va a salir de su panza, que no va a tener el color de sus ojos, que no va a tener el pelo del marido…»

-¿Y para los padres?
-Los padres tenemos una tarea que es la de cómo comunicamos a la sociedad que nuestro hijo llegó por vínculo adoptivo. Porque no es lo mismo llegar a la escuela y decir “mirá, vengo con Luciano, lo adoptamos el mes pasado”, a decir “venimos con Luciano, somos una familia que decidimos adoptarlo, somos una familia por vínculo adoptivo”. Porque nosotros lo adoptamos a Luciano pero Luciano también nos adoptó a nosotros. No es que él es un objeto que me traje a mi casa. No. Entonces, para poder comunicar a la sociedad que somos familia adoptiva todos estamos involucrados en este proyecto. También tenemos una gran tarea de elaborar nuestros propios duelos. Yo tuve la suerte que lo elaboré fácil, pero hay gente que no puede elaborar fácilmente que no puede quedar embarazada, que no va a salir de su panza, que no va a tener el color de sus ojos, que no va a tener el pelo del marido… toda esta historia de la paternidad o maternidad biológica. Entonces, primero hay que resolver ese punto, porque si no después vamos a adoptar a un niño que queremos que cubra el agujero que tenemos.

«No nos parece que sea una opción esto de “no abortes, dalo en adopción”. Es algo completamente diferenteLa adopción es darle familia a un niño que la necesita, pero es un niño que ya existe y que ya la necesita»

-¿Qué haría falta hoy en la Argentina para mejorar y facilitar la situación de todos los chicos y chicas que necesitan una familia?
-Primero, mucha preparación de los operadores. El próximo paso tiene que ser que haya juzgados especialistas en adopción. Ya que haya juzgados de familia es un gran avance, pero si el juzgado de familia mientras está tratando la adopción está tratando una sucesión, un caso de violencia… se empasta todo. Creemos que sería lo ideal, y que ese personal esté especialmente preparado, tanto los juzgados como los servicios zonales que hacen la tarea de los 180 días. Y después, o paralelamente, hacer la tarea que Ser Famila por Adopción viene haciendo hace ocho años, que es la de preparar a las familias adoptivas, desmitificar… Tenemos la gran satisfacción de que todas las semanas hay alguien de la asociación que escribe para contar que fue convocado para adoptar dos hermanitos de seis y siete años, por ejemplo. Eso antes era impensado porque todos querían un bebé. Hay un lindo porcentaje de gente que está aceptando comenzar su familia adoptiva con niños más grandes, y eso es un gran desafío para el cual debería haber un gran sistema de acompañamiento.

-¿Es muy despareja la situación en las diferentes provincias argentinas?
-Sí. Ahora, después de mucho tiempo se consiguió que todas las provincias adhirieran al registro nacional. Eso quiere decir que cualquier inscripción que se toma en cualquier provincia se reporta a nivel nacional. Eso sirve para que si una familia en Salta acepta a un niño de quince años con una disminución auditiva, imaginemos, y ese niño con la disminución auditiva está en Río Negro, se pueda llamar a esa familia. Pero todavía hay algunos registros que no están trabajando del todo bien, queda mucho trabajo para hacer en ese sentido.

-En estos días se está debatiendo la legalización del aborto, que en cierta medida se puede relacionar con la adopción…
-Nosotros lo despegamos permanentemente. No nos parece que sea una opción esto de “no abortes, dalo en adopción”. Es algo completamente diferente. Hemos leído y escuchado barbaridades del tipo “adoptar al niño estando en el vientre de una mujer”… Es otra historia. La adopción es darle familia a un niño que la necesita, pero es un niño que ya existe y que ya la necesita.