Texto: Cecilia Alemano / Fotos: Guille Llamos
Micaela Puig es escultora, música, bailarina, escenógrafa y publicista, además de egresada de Filosofía e Historia del Arte. Madre de tres niñas, hace diez años sintió la necesidad de unir todos sus mundos y abrió “Flexible”, un laboratorio de arte, ciencia y tecnología para chicos y chicas de los 3 a los 17 años, coordinado por ingenieros, licenciados en artes electrónicas, biólogos, filósofos, escritores, físicos y más. En diálogo con Almagro Revista, comparte su mirada lúcida sobre la educación, la creatividad y nuestra relación con la tecnología.
-En una columna de opinión en La Nación, Inés Estévez –que tiene un hijo autista- decía “No hay educadores, padres, guías ni tutores suficientes que hayan resuelto dentro suyo la idea de inclusión. Inclusión implica desprejuicio, desprejuicio conlleva la palabra juicio, juzgar al otro, clasificarlo, calificarlo según reglas generalizadoras”. Acá en Flexible resuena fuerte la idea de la inclusión ¿De qué modo la entendés?
-El término, para mí, y el lugar que le hacemos en nuestro laboratorio, tiene que ver con generar una disponibilidad. Ese estar disponible significa estar todos disponibles, inclusive el chico o chica que tiene alguna particularidad en su desarrollo. Él o ella tiene que entender el contexto en el que va a trabajar, y todos los que formamos parte de esa experiencia tenemos que identificar que hay una persona especial. Es tema. Sería hipócrita ocultarlo. Hay que hablarlo, explicar, aceptarlo.
-En tu laboratorio todos y todas hacen de todo, desde amasar, pintar, programar videojuegos o soldar. ¿Fue una búsqueda esta igualdad entre chicos y chicas?
-Yo no tengo generados núcleos de pertenencia de género. No los tengo. Entonces no es que soldar es de hombre, entonces cuando pongo a una chica a soldar la estoy llevando al mundo de los hombres. Mi experiencia de chica es fierro, máquinas, gusto por lo sonoro, la danza… Me gusta hacer proyectos elecetrotextiles y jugar con esa idea de que lo textil es del mundo femenino, y soldar del masculino, porque acá hay que hacer una prenda con luces y las chicas se meten con la electrónica. Me gusta como mensaje para aquellos que piensan así. No es algo que yo haya tenido que ir desmembrando o construyendo. Yo me construí con esa hibridez. Flexible une muchos aspectos de mi propio recorrido.
-¿En estos nueve años viste una transformación en cuanto a la recepción que tiene esta hibridez tanto en los chicos como en sus padres y madres?
-Sí. Cuando empezamos en 2009 era difícil que los padres comprendieran que todos iban a hacer las mismas experiencias. La mejor recepción tuvo que ver con un cambio social, con las nuevas líneas de pensamiento, en particular el movimiento feminista y los nuevos paradigmas en cuanto a la ubicación de la mujer en el hacer.
-¿Por qué creés que hay una curiosidad y exploración repentinas sobre la creatividad, cuando antes en el imaginario estaba reservada a tres genios de la publicidad?
-No lo tengo reflexionado, pero creo que tiene que ver con la descentralización de los roles. Antes sabía tal cosa quien estudiaba para tal cosa y tenía equis años de ejercicio. Hoy cambió el modo en que la sociedad valoriza ciertos saberes. Hoy hay cada vez más personas sin un título formal y eso termina siendo aceptable. Si no, ¿cómo se puede explicar que un youtuber tenga más reconocimiento que un médico? Porque la sociedad empezó a permitir que eso suceda, cuando antes era impensable. Antes el prestigio estaba enmarcado en un cánon de lo que era ser prestigioso. Hoy los conceptos son más blandos. Creatividad es uno de ellos. Hoy estamos más interesados en hacer lo que nos interesa hacer, sin tanto protagonismo de las jerarquías.
-¿Será también que nos dimos cuenta de cuál es el límite de la máquina? ¿La facultad de crear sería el toque humano?
-Es un re debate. Y en las artes electrónicas es un debate mucho más profundo que en otros ámbitos. El tema de la usabilidad de la tecnología como herramienta para un desarrollo artístico es una cosa, y la máquina como productora de objetos a granel, otra. Si metés una máquina en una obra, ya deja de ser máquina para adquirir una sensibilidad distinta a la de la industria. Son búsquedas distintas con resultados muy distintos. Supongamos que quiero hacer una obra para trabajar con el error y pongo una máquina que me otorgue un error. Le tengo que adjudicar un valor estético a eso. Y eso es creativo, también, pero, ¿quién es el creativo ahí?
«Hay una falta de escucha entre quienes generan los contenidos, quienes siguen sosteniendo la educación tradicional como la conocemos, y tantos maestros dispuestos a transformar sus metodologías. ¡La idea del aula ya atrasa!»
-¿Cómo definís a la creatividad?
-No sé qué es, pero puedo decirte con qué la asocio. Para mí tiene que ver con la independencia entre el hacer y lo conceptual. Es una especie de acto de libertad con respecto a esos dos planos.
-¿Somos todos esencialmente creativos?
-Sí. Ya sabemos qué rol juega la cultura en el medio, ¿no? Que se encarga de todo lo bueno y todo lo malo.
-Desde la dirección y coordinación del laboratorio, ¿Qué estrategias ponen en marcha para explorar la creatividad en cada caso?
-Nuestra frase de cabecera es “¿Qué tiene que ver esto con vos?”. Esa es la invitación a que el chico o la chica se apropie del material y encuentre el lugar del hacer. La creatividad no está solo en el resultado, sino ya antes en el hacer, en la metodología. Entonces, si yo te ofrecí todo esto y a vos se te ocurre hacerlo de otra manera, ¡está todo bien! Hay proyectos que tienen una apertura enorme. En otros, el margen es menor.
-Me recuerda a la noción de cuerpo propio de Merleau-Ponty, como ese plus entre el proyecto y el resultado.
-¡Tal cual! Vos quizás entrás y está uno en la mesa, otro tirado en el piso, una que cada dos minutos necesita hacer una vertical. ¿Qué le vas a decir? ¿Qué no se puede hacer la vertical? Capaz te contesta que entonces no puede soldar. Eso tiene que ver con la búsqueda de la forma, de cómo se comunican con las cosas. ¡Andá a saber todo lo que sale de esa vertical! (ríe).
-¿Ustedes mismos tuvieron que romper la rigidez curricular?
-La verdad que sí. Por suerte hubo lugares muy encontrados de base. Lo híbrido, colaborativo y transdisciplinar, fundamentalmente. Tres rutas que rompían con el paradigma de la educación tradicional. Pero sí tuvimos al principio una idea de evolución en la adquisición de experiencias, donde tal cosa tenía que venir después de tal otra. Hoy eso quedó en buena medida atrás y hoy ya tenemos el tono fino de cómo armar la programación en cada caso.
-¿Creés que algo de esta mirada se podría llevar a la educación institucional?
-Creo que es muy necesario. Son los mismos docentes los que nos escriben pidiendo capacitaciones. Ahí hay una falta de escucha entre quienes generan los contenidos, quienes siguen sosteniendo la educación tradicional como la conocemos, y tantos maestros dispuestos a transformar sus metodologías. ¡La idea del aula ya atrasa! Acá el espacio se transforma en función de lo que se necesita.
-¿Se puede mirar la singularidad de cada chico en una escuela?
-Sí, pero hay que empezar a modificar ciertas cosas. Que un docente esté al frente de 35 chicos y chicas… ¿Qué particularidad va a observar? Nosotros cada vez más trabajamos con grupos más chicos, para que estén cómodos, que se conozcan y nosotros podamos hacer un laburo personalizado. En el educar hace mucha falta la mirada.
-En el modo de aprender aquí tiene mucho valor la experiencia, y a la vez el proceso.
-Creo que no hay aprendizaje sin apropiación de la experiencia. Para poder experimentar te tiene que pasar algo con eso que tenés delante. En relación con la tecnología esto se traduce en correr a los chicos y chicas del rol de usuarios. Ellos no se dan cuenta pero se sienten obligados a usar determinadas cosas de determinadas maneras, con un mercado que se encarga sistemáticamente de marcarles para qué se hacen las cosas. Los criticamos que están todo el día con la compu, ¡pero ellos se aburren con la compu! Lo que pasa es que no hay un contexto que les esté proponiendo otra cosa, ni les muestre que eso se puede hacer de otra manera; o que les diga que ellos pueden tener jerarquías en cómo conectarse con ese dispositivo. ¿Te gustan los videojuegos? ¡Dale! Pero diseñemos nosotros el videojuego. Entonces ahí vamos a entender cuál es el videojuego que te gustaría jugar. Ya sé que después podés usar cualquiera de los que hay en oferta, pero ¿qué videojuego te gustaría a vos hacer para que juegue tu amigo? ¡Se vuelven locos! A fin de año invitan a todos sus amigos para que prueben el juego diseñado por ellos. Esto lo podés trasladar a cualquier proyecto. Una narración, por ejemplo. ¡Se sienten obligados a hablar como los youtubers! La pregunta es: ¿cuál es tu voz?
«No hay aprendizaje sin apropiación de la experiencia. Para poder experimentar te tiene que pasar algo con eso que tenés delante»
-¿Por qué deciden enfocar el proceso?
-Yo percibo una aceleración en las experiencias. Cambió el tiempo de atención de los chicos y chicas y el disfrute que pueden sostener sobre un mismo asunto… Entonces lo observo, y más que criticarlo, intento ver qué hacer con eso sin perder la posibilidad de otorgarles la experiencia de sostener los proyectos. Acá no venimos a hacer una actividad recreativa, sino a aprehender; incluso apostamos a que puedan replicar lo que se llevan de acá. Para eso tiene que haber una duración y una serie de fases. La idea de concentración es importante en lo creativo.
-Recién hablabas de la tecnología. ¿Qué te pasa cuando oís hablar de “nativos digitales”?
-Me hace mucha gracia. Me parece una expresión muy marketinera. Sí son chicos que nacieron en un contexto donde los dispositivos tecnológicos están a su alrededor. Es cultural, no hubo una transformación antropológica o genética. Contemporáneamente, el chico que vive en la punta de la montaña hay tecnologías que no sabe usar.
-¿Y cómo ves su relación con la tecnología?
-A mí me preocupan mucho más los adultos con la tecnología que los chicos con la tecnología. Los chicos y chicas tienen la posibilidad en todo caso de dialogar con ese dispositivo de una manera mucho más inteligente que nosotros. A muchos adultos nos absorbe, es como el indio con los espejitos: nos aparece en nuestra historia como una sorpresa. El chico convive con eso desde que nace. Todo lo que necesitamos los adultos es organizarles el uso de la tecnología.
-¿Estamos capacitados para eso?
-Como adultos responsables es nuestro deber, no podemos alejarnos como muchas veces lo hacemos. No hay un problema con los dispositivos, sino de comunicación entre padres e hijos. ¿Querés o no querés acercarte? ¿Querés o no querés saber qué le pasa con eso y por qué lo disfruta?
-La gran paradoja de la época. Tanto medio para comunicarse y tanta incomunicación.
-Claro, entonces tenés al papá que, como no lo puede resolver, en la cena también saca el celular y es todo un desastre.
-¡Se van a reír mucho de nosotros en el futuro!
-Sí. Pero los pibes son más lógicos en eso. Ellos ya saben. Nosotros somos los que tenemos que preguntarnos qué nos pasa con la tecnología y después dar respuestas. La censura no es una respuesta, y la crítica tampoco. Tendría que aparecer una más interesante.