Texto: Franco Spinetta / Fotos: Rodrigo Cabezas
El arte que trasciende es el que transforma. Y la trascendencia, probablemente, no sea premeditada. La historia (meneada, discutida, tergiversada) de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota se compone de muchas partes que, aisladas, no cuentan el todo. Ricardo Cohen, el “Mono” para los amigos, Rocambole para las masas, es la firma que carga con el arte visual de Los Redondos. Dice que el grupo tenía tres patas y él era una de ellas, que no existía sin las otras dos: la música y la poética.
La dimensión de la trascendencia se manifiesta a cada instante. Un miércoles de enero, Rocambole programa una pequeña muestra de serigrafías en el centro cultural Nivangio, barrio de Boedo. Además, avisa que firmará ejemplares de su último libro De Regreso a Oktubre: lo que quedó en el tintero. Unos minutos antes de que el lugar abra sus puertas, ya hay gente esperando afuera.
El Mono entra, saluda y se pide un vaso de whisky con hielo. Se sienta en una mesa del patio y se entrega a la charla con amabilidad, mientras sus fans recorren la muestra y esperan, pacientes, que el artista culmine su tarea.
Algo recorrerá toda la conversación, una suerte de añoranza sobre aquellos años donde todo parecía fluir en pos de un mensaje moldeado al calor de las experiencias vividas en los años sesenta y setenta. Al final, Rocambole develará uno de los grandes mitos del rock nacional: quién es Patricio Rey. Y sabremos que no es aquella persona que alguna vez el Indio Solari describió como -quizá despitando o queriendo agrandar el misterio- “de mucha guita, que come y se maneja en ambientes muy exclusivos por lo cual se nos hace imposible cruzarnos en su circuito”. El Indio dijo, también, que Patricio Rey “siempre aparece cuando estamos en algún bajón, será que con su poder puede arreglar algunas cosas”.
La pregunta es si ahora, que sabremos quién es, PR podrá recomponer con su “poder” el alma rota de Los Redondos y unir las distancias que hoy parecen insalvables.
– ¿Todavía te sorprende la convocatoria del arte de Los Redondos?
-Nunca va a dejar de sorprenderme. Yo no sé de otros fenómenos así en el mundo… sobre todo me sorprende la persistencia. Hasta grupos muy influyentes, circunscribiéndome al género rock, han tenido su alza, su llegada a un punto y luego la natural decadencia. En este caso parece que Los Redondos llegaron a una especie de limbo y ahí se quedaron, como una cosa celestial.
-¿Le buscás una explicación o ya no?
-He coleccionado toda clase de opiniones, análisis y en general esto se puede encarar desde muchos puntos de vista. Entonces las explicaciones son muy diversas. Hay quienes podrían explicarlo desde lo musical, algo que se ha hecho pocas veces. Otros, como fenómeno social. Pero casi nunca sobre lo musical, nunca hubo una crítica musical exacta.
-¿Vos te centrarías ahí para explicarlo?
-No solamente. El fenómeno era una propuesta estética, cultural, asentada sobre tres patas. Una poética, muy importante; una pata musical, no menos importante; y una pata visual, de la que me tengo que hacer cargo, que no sé si era tan importante pero acompañaba o proponía tanto como lo hacía música.
-A juzgar por la repercusión de tu arte, no parece menor.
-Es que nunca nos propusimos que algo fuera más en relación a lo otro. Más bien eran propuestas desde tres lugares distintos para conformar una suerte de cóctel. El mensaje era un mensaje que si faltaba la parte visual no se completaba. Si faltaban lo musical y poético, no existía. De entrada nos propusimos eso. Yo nunca ilustré, nunca interpreté. Es como pedirle a Skay que me interprete los dibujos… yo proponía la mía acerca de un tema general.
«Parece que Los Redondos llegaron a una especie de limbo y ahí se quedaron, como una cosa celestial»
-¿Cómo era esa cocina?
-Nos reuníamos a elaborar un concepto, por más que la palabra esté un poco gastada. Más bien, nos juntábamos a elaborar un guión. Sobre ese guión, cada uno trabajaba en lo suyo.
-¿Por qué está gastado el concepto?
-La palabra, en el sentido en que la han gastado mucho las últimas tendencias del arte. El arte devino en conceptual, la obra se ha sacrificado en pos de qué es lo que quería decir la propia obra. Entonces se manoseó mucho, por eso me disgusta usarla. Y por eso hablo de guión porque era un relato, donde se podía desarrollar poética, musical y visualmente.
-¿En qué medida se cumplía ese objetivo del guión? Me refiero a la distancia entre lo que ustedes pensaban y luego se interpretaba en la multitud.
-Hubo un momento en que ya no se podía abarcar el efecto. Al principio, el grupo era más bien para ciertas élites, gente más vinculada a lo intelectual. Era la primavera alfonsinista, surgían muchos grupos que eran como de arte contemporáneo. Había como una revitalización de cierto espíritu divertido, volvía la democracia y se podían hacer cosas. Muchos querían reverdecer aquí aquello que había pasado en España tras la caída de Franco, donde hubo un auge cultural interesante y unas movidas.
-La liberación pos represión.
-Claro. Sumo hacía reggae en inglés, estaba Virus con una nueva visión de lo pop, Soda Stereo que se encaminaba por ese lado. Incluso había grupos más divertidos como Los Twist. Y Los Redondos llegan con una propuesta oscura, un poco contraria a todo eso. Se había salido de una época muy terrible y nadie quería volver a la oscuridad. Pero bueno, Los Redondos, no tanto en el primer disco pero sí definitivamente en el segundo, se meten con un mensaje un poco más denso, un disco con contenido que era lo que menos había en esa época.
-Te formaste en la década del sesenta, ¿cuán surreal es hoy el recuerdo de aquella época?
-Indudablemente fue muy fuerte, no sólo para mí sino para la historia de la humanidad. La década del sesenta inauguró un protagonismo de los jóvenes en muchos ámbitos. A lo mejor se visibilizó más en la música, pero había propuestas en todos los ámbitos. En la política, sin ir más lejos, hubo una irrupción de la juventud después de la época peronista, cuando la resistencia había quedado en manos de gremialistas que eran de una generación más antigua. Aparecen los jóvenes con una propuesta potente. En literatura, aparecen nuevos escritores latinoamericanos…
-¿Se sentía esa potencia?
-Se sentía que había que cambiar el mundo. Era inevitable. Pero no era una sensación consciente, sino impulsiva, sentimental. Romántica. Todo el mundo estaba seguro que había que cambiar algo. La Argentina era un puerto para todas las ideas, desde la Revolución Cubana –una revolución triunfante, inédita-, los Beatles y su propuesta estética, los beatniks, la nueva izquierda, el nuevo cine latinoamericano, el nuevo cine francés. Estaba todo por hacerse y eso te daba el impulso de hacer.
-¿Qué distancia advertís con lo que se vive hoy?
-Una década no era suficiente para hacer todo lo que se proponía. Se hicieron muchas cosas. De hecho, que haya una cierta libertad sexual, es producto de aquella época. No sólo eso: libertad en las costumbres. Hablamos de cosas básicas, como dejarse la barba, el pelo largo, vestirse de otro género. Ser como quieras. Las nuevas situaciones del orden de la moral sexual, fueron conquistas.
-¿Lo vivís con nostalgia al recuerdo?
-Lo vivo con nostalgia, sí, pero no puedo dejar de pensar que yo era mucho más joven en aquella época. Y así hubiera sido una época terrible, de guerra, yo la recordaría igual porque entonces tenía fuerza, impulso y energía. Siempre vas a recordar tu juventud como una época de oro. Más allá del contexto. Yo la recuerdo como una época fantástica, agradezco haber sido joven en los sesenta, en un momento de mucho protagonismo de los jóvenes.
-¿Cuál fue el fracaso de esos años?
-La historia a veces avanza tres casilleros y retrocede dos. Siempre pasa así, es por oleadas. Probablemente no esté vivo para ver otra oleada, pero espero que la humanidad tenga otra chance.
-En esta misma revista, Mauricio Kartun utilizó la misma metáfora para referirse a la historia.
-Uno aprovecha la ola hokusai para hacer lo más posible y luego hay tiempo para retroceder.
«Vivimos en un bosque de pantallas que nos transmiten imágenes, que a su vez nos dicen cosas. Sobre todo nos dicen lo que tenemos que comprar»
-¿Y en qué momento estamos hoy?
-Estamos en las vísperas. Me atrevo a creer que estamos ahí, en las vísperas de lo que venga. No necesariamente de algo nefasto, espero que sea de mayores aperturas, de circunstancias de ganancia. Por un lado, creo, vamos camino a un pozo negro. Cualquiera que mire la situación global, diría que la humanidad va hacia lo que tantos cuentos e historietas de ciencia ficción nos mostraron en el futuro: un planeta arrasado donde sobreviven algunos pocos mutantes y algún robot todavía funcionando. Todo un desierto.
De hecho, vemos los efectos de la contaminación y la naturaleza arrasada. El sistema capitalista gasta, gasta y gasta pero no repone. Entonces ahí veo la bancarrota. Pero del otro lado, tengo la esperanza de que estemos en las vísperas de un cambio que tuerza el destino.
-¿Movilizados por el miedo?
-Todo es una especie de remolino que nos conduce hacia un agujero negro y que en nombre de la adoración del dios mercado, ahí vamos a parar al pozo.
-No son señales alentadoras.
-Para nada. Si lo vemos desde esa lógica, mejor hay que descorchar una botella de champán y emborracharse, jaja.
-¿Cuál es el rol del arte en todo ese quilombo?
-Los hombres intentaron explicar el universo de tres o cuatro maneras: la magia, la ciencia, la filosofía y el arte. Ahí está todo el pensamiento humano. Los nuevos paradigmas tienen que surgir de ahí. Estamos asistiendo a circunstancias científicas muy importantes. La revolución tecnológica generó un cambio violento en muy pocos años. Todo el mundo tiene una pantallita en su bolsillo. Vivimos en un bosque de pantallas que nos transmiten imágenes, que a su vez nos dicen cosas. Sobre todo nos dicen lo que tenemos que comprar, no soluciones. La idea sería la de apoderarse de las pantallas para difundir el conocimiento o propuestas válidas para sobrevivir y desviarnos del caos.
-Eso que decís es interesante porque generalmente la postura crítica es la de evitar o destruir las pantallas. En cambios vos planteás que hay que coparlas.
-Claro. Esto no se puede parar. Nunca se pudo. Desde el fuego en adelante. Del progreso tiene que surgir la forma para salvarnos. Ya sea que migremos a Marte o cambiemos nuestra naturaleza genética para que podamos soportar la polución que va a venir. O que ya no necesitemos de la naturaleza, que podemos fabricarnos a nosotros mismos desde la tecnología.
-Sería terrorífico.
-Bueno, nos adaptamos a todo, jaja.
-En toda la descripción se cuela el espíritu originario de Los Redondos, como una respuesta sistémica o un anticuerpo.
-Mejor: un relato. Quizá una advertencia. El grupo con el que yo estuve vinculado antes de Los Redondos, que fue la Cofradía de la Flor Solar, fue también una advertencia. Entonces ya hablábamos de catástrofes climáticas, pero nos miraban como que estábamos chifladísimos. Hablábamos de igualdad de género, más chiflados todavía.
-¿De dónde surgía ese pensamiento?
-De cosas que leíamos, de discusiones, planteos. Qué se yo. Leíamos desde ciencia ficción, la generación beat o los nuevos escritores latinoamericanos. Con toda esa mezcla, reflexionábamos. En la Cofradía de la Flor Solar lavaban los platos los tipos y las minas. No había roles. Había un gran respeto por el amor, por las parejas o tríos o lo que fuere. Había respeto por decisiones válidas. Como advertencia no sirvió para un carajo porque nos tomaban en joda. Pero de alguna manera sirvió porque quedó plasmado que nos referíamos a todas esas cuestiones. Y bueno, después Los Redondos lo pintaron un poco con sorna, “el futuro llegó hace rato”.
-Dijiste que una composición celestial se produjo alrededor de Los Redondos. ¿No hay una contradicción en haberse convertido en una suerte de religión partiendo de un discurso libertario? ¿Te genera incomodidad hablar de la “misa ricotera”?
-Prefiero más bien mantener distancia de todo lo que sea aceptar algo acríticamente. Prefiero la crítica. Ni siquiera creo en los líderes. Es una cosa nefasta, todos somos líderes. El día que lo comprendamos, habrá un avance. No podemos entregar nuestro alma ni siquiera a una religión, ni a un propósito. Muchas veces podés estar equivocado, y si podés reconocerlo vas a estar mejor. Y un líder, en un momento dado puede ser fantástico, pero en otros no. Yo no soy afiliado, pero soy un simpatizante de Perón. Viví la época en la que los niños éramos los únicos privilegiados. Pero jamás pensé que todo lo que decía Perón era palabra santa; Perón tenía cosas siniestras, sobre todo en la última parte de su vida. Yendo al grano: se hacen muchas críticas del régimen pasado (N de la R: se refiere al kirchnerismo) sobre episodios de corrupción de toda índole, que no son ajenas a ningún gobierno. Pero yo no adhiero a personas, sino a ideas. Para mí las ideas no se destruyen porque un tipo meta la mano en la lata. Yo no sigo a un tipo porque es honesto, porque los honestos pueden ser también unos pelotudos. No sé si De la Rúa era deshonesto, supongo que no.
-Hay algo de lo que estás explicando que aplica a la historia de Los Redondos.
-Claro. Yo no puedo hablar en nombre de Los Redondos porque cada uno pensaba una cosa. Había una interna, si se quiere. Eso no quiere decir que no nos pusiéramos de acuerdo en algunas cosas, en estos guiones que mencioné. Por ejemplo, en Oktubre se propuso hacer un homenaje a las revoluciones. Mencionamos a la revolución rusa, a la cubana, a la mexicana, el 17 de octubre… todo entraba. Era un homenaje a los pueblos que se insubordinaron porque alguien o algo los estaba oprimiendo. Un homenaje a los pueblos que se liberaban del yugo.
«La humanidad va hacia lo que tantos cuentos e historietas de ciencia ficción nos mostraron en el futuro: un planeta arrasado donde sobreviven algunos pocos mutantes y algún robot todavía funcionando»
-¿Pensás que esa es la fibra que conectó con la multitud?
-Probablemente. Quizá sea una de las tantas explicaciones. Es un fenómeno que consta de muchas cosas. Muchos chicos vienen y me preguntan “¿cómo podemos hacer para ser Los Redondos?”. Yo les digo, mirá: si estudiás bien un instrumento, te perfeccionás, te matás ensayando hasta tocar como los dioses; te conseguís un cantante que tenga un timbre muy personal de voz, que interprete la música como ninguno; y si además ese tipo escribe poemas que pueden agregar algo a la literatura nacional, fantástico. Por ahí podés empezar. Y si te conseguís un amigo que sepa algo de arte, que tenga alguna idea de cierta estética que pueda acompañar las cosas y pueda proponer, perfecto. Ya con ese paquete podés arrancar. Después tenés que tener suerte y otras cosas. Pero además de todo eso, conseguite una mánager que sea extraordinaria, que sepa moverse aunque nunca haya sido mánager, pero que tenga una intuición fantástica. Por otro lado, si el sistema te dice que para ser influyente tenés que hacer esto, esto y esto, agarrá y hacé una cosa: hacé todo lo contrario y probá con esa. Si el sistema te dice que tenés que ir a la TV, no vayas; si tenés que dar notas a periodistas influyentes, no las des; si tenés que pagar publicidad, no pagues; si te dicen que tenés que tener un productor que te banque, no les des pelota; si tenés que firmar con un sello internacional, no lo hagas. Entonces, con todo eso, quizá funciona.
-Y además está el contexto.
-Por supuesto. La primavera democrática, todavía algunas fuerzas de lo siniestro funcionaban. Los fenómenos de ese tipo, quizá no son repetibles de la misma manera. Las circunstancias nunca son idénticas, van fluyendo.
-También podría suceder que uno planifique todo de esa manera y no obtenga el mismo resultado.
-Está la intuición. De repente, muchas cosas no se piensan pero se hacen y a lo mejor son súper conscientes. Siempre dije, desde 1967, que el rock nacional era político. En esa época me decían que no, que no eran políticos, que no querían a la política. Resulta que a un grupo de jóvenes se les ocurrió ponerle letras en castellano a una música importada. Eso que parece obvio, fue la actitud política más grande que tuvo el rock nacional. Cantar un rock en castellano es como algo vulgar, grotesco, absurdo. Pero sin embargo persistieron en eso. ¿Qué determinaba? Una idea de identidad muy fuerte. No se produjo tanto ni tan bueno en toda América, salvo un poco en México. Acá crearon un género musical único en el mundo porque el rock nunca se pudo tocar acá igual que los yanquis o los ingleses; es una forma de tocar que alude mucho al tango.
-¿Eso se debe también a las letras?
-No, a cierta cosa que ya se tiene. Una sonoridad que va más allá de tu consciencia. El rock fue desde su nacimiento político. Fue ninguneado. Ya los medios, que entonces mentían como querían, habían decidido que al rock nacional no le daban cabida. No aparecía ni en la televisión, ni en la radio. Los recitales, que a veces eran masivos, no salían en los diarios. Durante muchos años estuvo escondido. Tuvo que haber una guerra como la de Malvinas para que se descubriera que había una música en castellano porque los milicos habían prohibido la música en inglés. Fue un hecho político que dejaran que sonara el rock nacional en las radios.
-Es que ponerse a discutir el origen de algo…
-No existe la cultura propia. Los Incas se la copiaron a sus antecesores. Los romanos a los griegos. El tango se lo debemos tanto al castejón español como al candombe de los uruguayos. Es todo una mezcla. El rock nacional no se parece a ningún rock.
-En la descripción sobre qué habría que hacer para ser Los Redondos hablás de derribar los mitos, pero paradójicamente se terminaron convirtiendo en un mito.
-Ah bueno, sí. Se puede convertir en un mito, en una verdad entre comillas, cuando la propuesta en realidad era que las verdades no existen. Este mundo, con este sistema, tiene la virtud de que cualquier cosa que vos elabores, por más que la hagas como rupturista, tarde o temprano va a ser atrapada por el sistema, cortada en pedacitos y envuelta en paquetes para regalo y revendida por millones dándole lugar al lucro a gente que no tenía nada que ver con su origen.
-¿Va a pasar con lo que hicieron ustedes, con Los Redondos y tu obra?
-Seguramente. En realidad ya ha pasado. Hay una edición del primer disco de Los Redondos en México que es absolutamente trucha, que tiene algunos dibujos míos pero tomados de otros discos. Es raro… lo copiaron y lo revendieron. No sé si hicieron negocio o no, pero la única idea que tenían era la de vender. Y toda la propuesta se perdió. Yo no tengo duda de esto. Una imagen que yo hice, que la hice para un aviso de Los Redondos –el esclavo con la cadena-, cayó rápido en mi olvido. Después la empiezo a ver en remeras, pintadas, banderas, tatuajes. En los primeros tiempos, esta empresa Locuras, hizo gran parte de su emporio con esa imagen. Yo, de esa imagen, nunca vi un peso. Ni siquiera cuando hice el aviso para Los Redondos, porque en esa época hacíamos las cosas tipo contribución. Ahora sí, la imprimo en serigrafías y trato de venderla. Quizá si hubiese hecho remeras en aquella época…
-Pero vos no lo vivías así en esa época, no estabas tratando de hacer el mango.
No, claro.
-¿Viste el documental del Indio?
-Vi un pedacito, pero después no tuve ganas.
-¿Qué te genera?
-No me gusta verlo así como… un poco tan… qué se yo. Me gusta verlo más ganador. Es ganador él. Lo veo así, esa imagen no me gusta.
-¿Pensás que tiene que ver con su enfermedad?
-Con todo, o sea yo tengo otro pensamiento. Por ahí estoy equivocado. No soy de exhibir mis debilidades. Si estoy enfermo, me encierro y cuando estoy bien, salgo. Como hacía Sandro, jaja. Cada cual es cada cual. Pero no me gusta verlo así, me amargo, me entristezco.
-¿Qué pensará Patricio Rey de todo esto?
-Patricio Rey está allá en Salta, tranquilo, en la plaza de Cafayate…
-¿Cómo? ¿Patricio Rey vive?
-Él siempre estuvo pensando y dando las directivas que nosotros después hacíamos. Él vive ahí, en Cafayate. Se llama Pancho Silva. Está vivo. Cada tanto voy a recibir sus…
-¿Qué hace?
-Es un gurú. Vende sus artesanías en la plaza, como hizo toda la vida. Recién últimamente dio permiso para que digamos que él es Patricio Rey.
-¿Cómo lo conociste?
-Lo conocí en Santa Clara del mar. Hace más de 30 años ya.
-¿Era parte de la Cofradía?
-No, era un gurú independiente. Jaja.
-Semilla Bucciarelli (N de la R: el bajista de Los Redondos) dijo alguna vez que si los agarraba Patricio Rey les pegaba una patada en el culo a todos.
-Sí, claro. Si los agarra Pancho Silva…
-Tendrían que hacer un gran asado, ¿no? Bah, ¿vos sos vegetariano?
-Yo no. Desde que vi que Horacio Guarany llegó a los 91 años comiendo asado y tomando vino, ya sé cuál es la verdad.