Texto: Jada Sirkin / Fotos: Rocio Ruete, Mufasa Man y María Paula Piergentilli
En uno de mis primeros recuerdos con Ezequiel, él está sentado en un colchón y cuenta ideas para una película sobre la inmortalidad. Intento que las palabras no rodeen por completo los momentos, y mucho menos a las personas, pero no puedo evitar pensar que Ezequiel Ruete tiene un entusiasmo del tamaño de la eternidad. Así lo veo hablando, bailando, enseñando. Tomado por un descomunal interés por la vida.
De la primera clase de slackline que tomé con él, recuerdo ese entusiasmo. Y el entusiasmo, como el interés, es contagioso. Tal vez de ahí mi interés por esta conversación. El interés que Ezequiel tiene por lo humano, por los procesos de aprendizaje, por el juego. Qué más atractivo que conversar con alguien que juega con seriedad y que habla en serio sin olvidar que todo es un juego.
-¿Qué es el slackline?
-El slackline es conocido como un deporte o disciplina, a mí me gusta llamarlo práctica corporal. Consta principalmente de una cinta de polyester o nylon fijada a dos puntos, ese es el escenario. Puede tener diferentes usos, puede estar corta y tensa o larga y floja, puede estar baja como alta, puede estar dentro de una casa como entre dos montañas o sobre un lago. La práctica es balancearse sobre esa línea, caminando, saltando, sentado, acostado o de la forma que más quiera el practicante.
-¿Cuál es su historia y tu historia con el slack?
-El slack nace del mundo de la escalada en Yosemite National Park, Estados Unidos, en los años 80. En los días que no podían escalar, los escaladores empezaron a jugar con el balance; y usaban los equipos de escalada, cintas tubulares de nylon. Así, jugando, dieron comienzo a lo que después se fue desarrollando e independizando como el slackline. Es muy interesante cómo se va dando ese desarrollo cultural. Acá a la Argentina lo trajo Dean Potter hace unos 14 años. Esa visita de él con ese pequeño juego atrajo a escaladores argentinos, y así, por compartirlo y jugar un rato fue creciendo.
Mi historia comenzó hace 10 años a través de mi hermano. Yo practiqué capoeira durante cuarto y quinto año del colegio. Algunos de los chicos de capoeira escalaban y tenían amigos escaladores que habían estado con Dean Potter en el Chaltén. Quique, mi hermano, se hizo amigo y lo invitaron a la plaza Francia a hacer slack. Después él me terminó invitando y ahí lo probé… Fue un antes y un después, me costó mucho al principio, pero no podía parar de hacerlo, me hacía muy bien. De ahí empecé a hacerlo durante años en parques de Buenos Aires. En 2009 viajé por un año y lo llevé conmigo a Nueva Zelanda y terminé en Tanna, Vanuatu, una isla en el Pacífico donde viví tres meses en una escuela. Intercambiaba clases de slack y de percusión, ahí fue la primera vez que formalmente di una clase. Eran 108 chicos, fueron las clases más grandes que di en mi vida. Tres años después empecé con el highline (slackline en altura) junto con Federico Tiglio y Alejandro Salvó, dos monstruos con los que seguimos aprendiendo mucho… y ese fue otro cambio abrupto, la altura. Ahí comencé a entrenar más y a encontrarme en lugares más inspiradores, con una comunidad muy nueva e inspiradora; era como un sueño que se iba desplegando… y se sigue desplegando.
«La acción corporal, el movimiento, es una enorme forma de hablar, si no la más sincera de las formas de comunicación»
-¿Por qué das clases? ¿Qué te atrae de enseñar esa práctica?
-Son muchísimas las razones que podría dar, creo que la más simple es que es de los mejores servicios que puedo dar, es donde me siento más inspirado y creo que es un aporte concreto al mundo en el que vivo, una práctica que promueve el balance, el juego y la auto-superación. Te invita a conocer gente y lugares del mundo, para mí es gol desde donde lo veas.
Me atrae mucho también observar el proceso del humano, me atrae el humano como animal, su configuración social, mental, corporal, sus límites y sus decires, sus conversaciones internas y externas, sus miedos y proyecciones. Me atrae ver cómo es tan plástico y maleable, cómo funciona el entusiasmo, la repetición, la inspiración y su derivación en el accionar. El slack es como una excusa para un laboratorio más amplio sobre el humano en la práctica y en la exposición a lo nuevo y desafiante. Al principio parece difícil, pero después la repetición trae su beneficio y nuevos desafíos. Es una herramienta para investigar procesos sutiles que vivimos en nuestra vida, pero en una práctica que trae mucha info, si la aprendes a leer. Yo siento que recién estoy empezando a discernir las letras de esas enormes frases operativas que traen todos los cuerpos y personalidades que vienen a practicar, o con los que comparto práctica.
-¿A qué te referís con «frases operativas que traen todos los cuerpos y personalidades»?
-Como decía antes, creo que recién estoy comenzando a “afinar” mi observación sobre un otro cuerpo, teniendo en cuenta que para mí es una práctica que tiene mucho potencial para decirnos cosas sobre nosotros mismos. Me refiero a “frases operativas” en este sentido: el cuerpo habla permanentemente, la acción corporal, el movimiento, es una enorme forma de hablar, si no la más sincera de las formas de comunicación. Incluso la acción es un lenguaje que muchas veces “complejiza” a la personalidad, que para mi punto de vista está muy vinculada al lenguaje verbal, a “lo que nos decimos y lo que decimos y cómo lo decimos”. Exponerse a un lugar corporal de búsqueda del balance devela un lenguaje, como si fuesen partituras, frases, versos, etc, dados por operaciones. Por ejemplo, si aplico más peso en cierta pierna, si subo más un hombro que otro, si mi mirada la llevo a la cinta o la vacío o si uso más mis muñecas que mis codos, o cuántas veces pruebo lo mismo, cómo varío, o si me frustro rápido y cómo vivo mi frustración, o si intento más cuando estoy enojado que cuando estoy tranquilo, si giro usando la cadera o los hombros… y podría seguir. Creo que todo esto nos cuenta cosas de nosotros y cuando voy conectando cada una de estas operaciones, voy generando frases… y esas frases pueden significar diferentes cosas, lo que uno elija.
-¿Qué ves en las clases? ¿Qué sucede con las personas que aprenden slack? ¿Qué sucede en sus mentes y en sus cuerpos?
-Como te decía, para mí esto recién comienza. Afilar la lectura de la práctica en otra persona es un trabajo de toda una vida; siento que estoy viendo jeroglíficos e intuyendo qué es lo que son… si es que son algo. Lo que podría decir que observo tiene varios puntos de entrada, voy a tirar algunos. En principio observo el impacto de la cultura en los cuerpos. Por ejemplo, pareciera que estamos programados para no valorar el proceso de las cosas, nos obsesionamos con el éxito y nos olvidamos de lo que lo construye. Pertenecemos a una cultura resultadista, y eso deviene en que la gente se acerca a la línea, se sube un par de veces y si no resulta como esperaba ya casi que no quiere saber nada. Incluso aunque avance rápido, ya la quiere cruzar y se ofusca por no cruzarla. Es muy gracioso porque lo observo en mí y en otros y me causa ternura. Por otro lado tenés niños, o algunos adultos, que sólo están jugando a subirse y listo, ni les importa qué suceda, para ellos subirse ya completó el juego, no se quedan pegados a qué pasó cuando se subieron, sólo están entusiasmados en probar y probar. Observo también que lo que sucede en los adultos que permanecen es que encuentran valores propios impensados y se sorprenden de lo que llegan a hacer. He visto mucha gente progresar de formas muy variadas en la práctica y es muy inspirador cómo se va dando. Creo que principalmente hace que la persona comprenda lo que es la confianza, la perseverancia, el operar en vez de pensar, la sencillez del proceso y el juego como valores y los efectos que esto trae en la cotidianeidad.
-¿Cuál es tu vínculo con la educación y las prácticas de enseñanza no tradicionales?
-En el viaje que hice a los 20 terminé viviendo en una escuela de una isla con una cultura muy diferente. Esa experiencia transformó mi observación del mundo y me lanzó a investigar la educación y sus alternativas. Al volver del viaje empecé a juntarme con madres y padres que estaban intrigados por una educación diferente. En ese momento (2010) Dolores Bulit estaba convocando jóvenes interesados en educación alternativa y me uní.
«Pareciera que estamos programados para no valorar el proceso de las cosas, nos obsesionamos con el éxito y nos olvidamos de lo que lo construye»
Terminé siendo el único joven y quedé junto a un grupo de padres y madres estudiando todo lo que se nos aparecía en el camino sobre educación libre, viva, autónoma, democrática, una educación que respetara los procesos vitales del humano. Todo eso devino en el proyecto Tierra Fértil, una de las primeras escuelas libres primarias de Buenos Aires. Luego mi camino se abrió y continué trabajando y estudiando con Virginia Blaistein. En todo ese proceso me atrajo muchísimo la obra de Humberto Maturana Romesín, no tengo palabras para describir lo impresionante que es su obra y el impacto de sus reflexiones en mi día a día. Ante todo, siempre me entusiasmó trabajar con adultos, creo que ahí reside el futuro. No son los niños, ya que los niños reciben una trama de conversaciones y acciones y desde ahí se desarrollan, desde allí conviven. Por eso el trabajo que más me motivó siempre fue el de poner en reflexión nuestra trama de acciones y conversaciones como adultos y jóvenes.
-¿Podés desarrollar un poco qué es esto de las «tramas de conversaciones»?
-La “trama” es la cultura, creo que la cultura está constituida por acciones y conversaciones. Por eso, lo interesante para mí es vivir hoy otro tipo de cultura, practicar otro tipo de conversaciones y acciones que devengan en otro tipo de suceder cultural. Por eso me inspira trabajar con adultos, porque creo que somos nosotros los que, sin darnos cuenta, sostenemos esta cultura que no queremos… y por más que enviemos a nuestros niños a escuelas lindas, si no transformamos nuestro conversar y accionar los niños vivirán en esa trama de conversaciones y acciones que justamente no queremos que se conserve.
-¿Qué observas en tu práctica docente en relación a los modos de aprender de las personas?
-Creo que cada persona tiene su forma especial de aprender, es realmente un misterio para mí. Cada vez creo que tengo menos idea de lo que sucede en ese fenómeno. Por lo que puedo ir reflexionando, tiene que ver con discernir los contextos en los que el fenómeno sucede. En todo lo que hago, principalmente, me enfoco en el contexto. Creo que mientras haya un contexto más relajado, la persona se da a un aprendizaje más auténtico, o que tiene que ver más con lo que necesita en cada momento. Si la conversación que circula apoya su proceso más que un resultado, si se siente con espacio para preguntar, para no saber, si no siente presión a responder o a rendir, si se siente respetado en sus tiempos particulares y apoyado a encontrarlos, si registra que es apoyado en dejar que su intriga se despliegue y si se puede ver a sí mismo a través de lo que está haciendo… Creo que el tema principal que tenemos, como cultura, es que aún no nos dimos la posibilidad de reflexionar y transformar activamente los contextos de aprendizaje, ya que el humano es un animalito que aprender va a aprender de todo, ahora, si ese aprendizaje se da en un contexto de competencia, desconfianza, controles, presiones, resultadismo y poca valoración de los procesos, es natural que lo que el animalito aprenda sea a vivir una cotidianeidad basada en esos mismos valores.
-También te dedicás a la Respiración Evolutiva y a la danza, como el Contact Improvisación, entre otras cosas. ¿Qué relación ves entre esas otras prácticas y la práctica del slackline y el área de la enseñanza?
-La primera vez que me animé a una sesión de Respiración Consciente fue en 2010 y desde ahí se fue agrandando la intriga por esa práctica, a tal punto que hoy vivo con el fundador de Respiración Evolutiva (Lehum Sbarra) y nuestra convivencia es un laboratorio permanente.
«Profundamente el humano está en acto de aprendizaje, sea cual sea su contexto»
La RE (como se le dice a la Respiración Evolutiva) es lo que sucede todos los días en mi casa, es mi cotidiano. El Contact Improvisación lo conocí también en 2010 y desde ahí me atrapó. Para mí es un lenguaje, una forma de comunicarme con otros sin hablar, es un espacio de juego, una práctica que redondea y ablanda mi mente, mi cuerpo y mis relaciones. Estando en Buenos Aires, bailo una o dos veces a la semana en jams. Hay una comunidad grande acá. Hace unos años, junto a Lehum, Karin Flores, Jazmin Ruffo y Gustavo Lecce empezamos con UNJAM, un espacio que una vez por mes junta bailarines a compartir sus danzas, es bellísimo. Todo esto es un complemento tremendo para el highline, incluso es lo que hace que el highline me sea tan profundamente transformador, me da herramientas concretas para abrazar la experiencia de la montaña y el volar sobre ella. En relación al mundo de la pedagogía, todo esto son fuentes de inspiración y alimentan mi ser reflexivo. Creo que reflexionar es lo fundamental en esa materia. La relación que veo entre todas las prácticas es básicamente mi vida, voy de lado a lado entre esas prácticas y formas de ver el mundo.
-¿Qué es aprender?
-¡Qué preguntón! Lo primero que tengo para decir es que lo que podría decir es un vago concepto que me hace sentido ahora, y quizás en 10 minutos no tenga sentido para mí ni para nadie. Si juego a definirlo, podría decir que es lo que sucede continuamente en nuestro convivir humano: aprendemos todo el tiempo, a nuestro ritmo y caudal, sea cual sea la circunstancia. Por ejemplo, si tengo una rutina y hago siempre lo mismo, o aparentemente lo mismo, estoy aprendiendo a conservar esa rutina en el tiempo. Si un día se me ocurre que puedo empezar con guitarra, podríamos decir que estoy aprendiendo guitarra, pero también estoy aprendiendo que puedo ponerme a aprender guitarra. Son matices, creo que profundamente el humano está en acto de aprendizaje, sea cual sea su contexto. Lo que vuelve más claro al proceso es que existe una reflexión en el lenguaje, eso asienta quizás un poquito más lo que se está atravesando… Ponéle que más o menos eso es lo que me sale ahora decir…