Entrevistaron: Edison E. Avila y Julieta Bugacoff / Ilustró: Sofía Martina
La idea de una mujer trans cobra vida de modo muy concreto en el imaginario colectivo. Sin embargo no ocurre lo mismo con el concepto de varón trans. Es una situación desconocida para muchos: el mundo está pensado para hombres con pene.
Un varón trans no solo se encuentra en un lugar que ha sido negado a lo largo de los años, sino que la problemática que afronta es diferente a la de una mujer trans.
Alan Otto Prieto tiene 30 años y nació en la ciudad de Las Heras, Santa Cruz. Sin embargo, es en la ciudad de Buenos Aires donde eligió vivir y desarrollar una militancia activa como director de la organización trans Capicüa, una ONG creada en 2012 por un grupo de militantes trans. Capicüa trabaja en torno a la diversidad, la identidad sexual y el género. Dan talleres, charlas y proveen material informativo acerca de salud, educación e inserción laboral trans.
-¿Qué implica para vos ser un varón trans?
-Un varón trans es una persona que decide transicionar el género asignado al nacer y se posiciona social, política y culturalmente desde donde vivir la masculinidad. No podría haber una definición de varón trans porque no todos los varones transitan la masculinidad de la misma forma. Existen distintas categorías, varias formas de nombrarse. Hay quienes apuntan a ser un hombre y, por consiguiente, su implicancia social: la idea del macho, de lo fuerte, el proveedor como uno lo conoce. También están aquellos que deconstruyen esa masculinidad. Es como en el caso de las mujeres, no podríamos pedirle a alguien que defina el concepto de mujer. Hay tantas definiciones posibles como mujeres en el mundo que transitan el género. En el caso de los varones pasa lo mismo.
-¿Cómo creés que la sociedad entiende el concepto de masculinidad y cómo se fue incorporando la noción de hombre trans a lo largo del tiempo?
-Se trata de algo complejo. Para la sociedad, el varón trans no es algo que se visibilice. Vos le preguntas a cualquier hijo de vecino qué es un varón trans y se te queda mirando como diciendo: ¿de qué me estás hablando? No está instalado en el imaginario social. A partir del activismo y la militancia (sobre todo después del 2010 con la aprobación de la ley de matrimonio igualitario y la ley de identidad de género) empezaron a aparecer algunos varones de forma pública que le pusieron cuerpo y cara a aquello que estaba dando vueltas, lo contrario a una chica trans. El mensaje de las personas trans es que no hay una sola corporalidad para el ser mujer o para el ser varón. Así es como puede haber varones que tienen pene y varones con vagina; y existen mujeres que tienen pene y otras que poseen vagina. Entonces se rompe con lo asignado de forma biológica y que antes no se discutía. Es decir: si sos mujer, por naturaleza tenés una vagina, vas a ser madre, sos más débil; y si sos varón, tenés un pene y otras cuestiones. Consiste en pensar a partir de la concepción de otras corporalidades, otras formas. Nada está impuesto, cada uno se construye en el lugar que más le encuadra.
-¿Cómo ha repercutido la aprobación de la ley de identidad de género, en el caso de los varones trans?
-La ley de identidad de género fue un gran avance desde el momento en que el Estado te reconoce como sujeto o sujeta de derecho. Poder cambiar tus documentos en el caso de varones trans, que no sufrimos la exclusión tan cruda como sí es el caso de las chicas, que terminan prostituyéndose, o que las echen de su casa a muy temprana edad. En el caso de los varones trans, son otras las violencias por las que atraviesan. No son ni mejores ni peores: son distintas. Para los varones trans, poder cambiar su documento, ir a buscar un laburo como cualquier persona sin tener que aclarar, es un gran avance, sobre todo entendiendo que no todos los trans quieren militar. ¿Por qué tener que visibilizar el “hola, soy Alan y soy trans”? La gente no va por la vida diciendo “soy Carlos y soy cis, el término en latín significa “del otro lado” y es utilizado para referirse a personas cuya identidad de género es concordante con su género biológico”. ¿Es necesario aclarar? Hay quienes creemos que sí, permite visibilizar esta realidad mientras que otros desean pasar desapercibidos. Por otra parte, la ley asegura todas las prestaciones médicas para posibilitar los tratamientos hormonales o tener algún tipo de cirugía en su cuerpo. Esto hace que puedas construir tu cuerpo en base a tu propia identidad de género, sin que te patologicen. La ley argentina sigue manteniendo una percepción binaria del género: no te permite nombrarte como quieras, tenés que elegir entre ser hombre o ser mujer. Aun así, dentro de su carácter binario no implica tener que cumplir con determinados requisitos para acceder a sus beneficios, como pasa en otros países, donde te piden que lleves un certificado de un psicólogo, fotos, testigos que digan que sos trans. Acá, por el contrario, con la simple voluntad de la persona alcanza. Esto genera derechos, entonces mejora la calidad de vida de cualquier persona.
Me gustaría hacer el ejercicio de asignarle a cualquier persona un género opuesto al que posee por veinticuatro horas. Estoy convencido de que te terminarían mandando a la mierda, o diciendo “sí, ya entiendo”
-Hace alrededor de dos años salió una nota en el diario Clarín en la cual se habla de los riesgos que suelen enfrentar las mujeres trans. Vos hablaste de los riesgos que sufren los hombres trans como algo desconocido. ¿Podrías contarnos un poco más acerca de esto?
-La primera diferencia que tenés es el proceso de la visibilización –o no- acerca de tu identidad. Si vos no tenés información, ni referencias de lo que te está pasando, suponés que estás solo, no tenés modelos positivos o negativos. El primer problema es que sos invisible para la sociedad. No lo pensemos desde la perspectiva de Buenos Aires, si vos vivís en un pueblo y no estás feliz con la relación al género asignado, no hay información al respecto. La única opción es internet, donde encontrás de todo, bueno y malo. El segundo conflicto es que, por más que vos quieras transitar la masculinidad, la sociedad nunca te va a percibir como un hombre. Vos siempre vas a poseer una masculinidad con vagina, y a la vez, para el resto de los “hombres” no vas a tener ese lugar de hegemonía de macho patriarcal: el tener una corporalidad distinta implica que estés en otra categoría. Hay muchos tipos de violencia en las que la gente no se detiene a pensar: el mundo está diseñado para tipos que tengan pene, entonces vas a un boliche y no podes ir al baño porque sólo tiene mingitorios. Parece una boludez, pero desde un ambiente de esparcimiento, hasta asistir a la escuela se convierte en un problema. Ergo, un hombre trans ni en pedo se expondría a ir al baño.
-¿Qué sucede en el círculo inmediato, los amigos, la familia?
-El tema de la familia también es importante: no es casual que a una chica trans se la expulse del hogar y a un varón trans, no. Cabe preguntarse por qué; ahí opera el machismo. Hay familias que antes de reconocer a su hija como trans, prefieren expulsarla. En el caso de los varones trans, te siguen viendo como a una mujer, y eso es sinónimo de debilidad. Un padre jamás echaría a una mujer a la calle. No es casualidad que la mayoría de los varones trans sean personas muy tímidas que prefieren pasar desapercibidas. Si la sociedad no sabe que sos un varón trans, a la hora de tener que asumirte como tal va a haber sorpresa, algo que a veces conlleva el rechazo. Como decía, no es lo mismo ser un varón trans en Buenos Aires que en el conurbano o en cualquier otra provincia, donde visibilizar a un varón trans podría venir de la mano de la violencia física. Conozco muchos chicos que una vez que terminan quinto año se van a una ciudad a estudiar y ahí pueden vivir lo que en verdad son. Lo que ocurre es que el resto de las personas cis no atraviesan esa situación, no terminan de comprender lo que implica. Me gustaría hacer el ejercicio de asignarle a cualquier persona un género opuesto al que posee por veinticuatro horas. Estoy convencido de que te terminarían mandando a la mierda, o diciendo “sí, ya entiendo”.
-Recién repasaste acerca de la violencia. Hablemos, por el contrario, de cuál es el ‘lado A’ de ser un varón trans.
-Yo no sé si todo el mundo se piensa desde el género que transita, no se cuestionan en profundidad por qué hacen lo que hacen, o si se trata de algo impuesto. Las personas trans -quizás por la violencia y la exclusión sistemática por las que atravesamos- nos volvemos valientes. Es necesario pararse y decir “bueno, todo esto que ustedes pensaban, yo no lo soy”. A partir de esto, muchas personas trans comienzan a involucrarse en todo lo que pasa socialmente porque sabemos lo que es estar entre los márgenes. Para mí, lejos de ser una vergüenza o una cuestión dolorosa, ser trans es un privilegio. Es un privilegio pensarte. Yo elijo qué es lo que quiero ser, no sé si el resto lo hace. Conozco mucha gente que nunca ha decidido nada, hace las cosas porque alguien les dijo que debía ser así. Terminás la secundaria, luego vas a la universidad, y una vez que te recibís ya tenés que pensar en casarte; si sos mujer es un mandato tener hijos, un marido, ser buena madre y esposa. En mi caso particular no tengo de qué quejarme, con mi familia tuve siempre la mejor relación. Eso posibilitó que tuviese muchas herramientas. Lo positivo es poder comunicar quién realmente sos, y no vivir una vida que no te hace feliz. Las personas trans estamos pensando siempre en las próximas generaciones. Tenemos la necesidad de dejar algo para que quienes siguen puedan vivir en una sociedad un poquito mejor. Eso es muy valioso.
-Uno piensa en las chicas trans y la forma en que terminan prostituyéndose como única opción laboral, aunque quizás eso ha cambiado un poco. ¿Cómo es la relación con el mundo laboral para el varón trans?
-La ley de cupo laboral para personas trans se aprobó hace poco en la provincia de Buenos Aires -no es a nivel nacional-, lo cual es un límite. Lo del cupo me parece positivo, el Estado se tiene que hacer cargo de las personas trans. Acá hubo una violencia sistemática, un Estado que cuando teníamos 12 o 13 años y decidimos gritarle al mundo que somos trans, nos pegaron una patada en el culo. La ley es una medida que repara un montón de violencias sistemáticas por parte del Estado y que no sólo tiene que ver con la exclusión, sino con que te echaron de tu casa, tuviste que abandonar la escuela, y por ende no tenés la preparación ni la formación para pensarte en un trabajo. Además de eso, la única alternativa para comer es la prostitución. A los 12, 13 años, la noche y la calle, lo único que generan es el consumo de alcohol, drogas, y otras cosas. Es una exclusión estructural, y además de eso, como si fuera poco, el Estado se tiene que hacer cargo de que hoy la población que está en riesgo en nuestro país son las chicas trans, con un promedio de vida de 38 a 42 años, esto no se ha revertido. Todavía sigue siendo difícil conseguir laburos registrados por el tema de los preocupacionales. Vas a una entrevista, no se dan cuenta que sos trans, te mandan a hacer un preocupacional y ahí lo descubren. Permite que, de forma muy discreta, la empresa decida si te quiere tomar o no en base al género. Es lamentable que muchas empresas después de eso no te llamen más. Hoy la discusión ronda en torno al acceso al trabajo. Por un lado estamos las nuevas generaciones que gracias a la militancia de todas las compañeras trans y los compañeros, podemos tener otra mirada, otro proyecto de vida. Tenemos un gran porcentaje de nuestra comunidad trans con los que es necesario empezar a analizar todo esto. Son sólo algunos de los desafíos actuales y hay que apuntar a que se pueda ir revirtiendo la situación.