Si necesita pruebas de que Nueva York no está muerta, no busque más que Torey Thornton. La Gran Manzana Podrida juega un papel crítico y pronunciado en el trabajo del artista de 30 años, cuya práctica audaz y autoficticia atraviesa medios (pintura, escultura y video) y modalidades (diarística, absurda y minimalista) para arrojar luz sobre la tensión entre la identidad y la identidad proyectada, ya sea de uno mismo, de una comunidad o de una ciudad entera. “Nueva York me ha criado de muchas maneras”, dice Thornton, quien se mudó a Manhattan desde la zona rural de Georgia en 2008 para asistir a Cooper Union. “La oportunidad de comparar experiencias aquí, es toda la investigación la que informa el trabajo. Nueva York me recuerda mucho a las complejidades y matices de la vida”. Al igual que Nueva York, lo que hace Thornton desafía toda caracterización. En la Bienal de Whitney de 2017, presentaron una gran hoja de sierra circular adornada con rocas pintadas encontradas y la titularon “Pintura”, evitando ese medio líder en el mercado y luchando contra el fetiche para clasificar a los artistas. En su exposición individual de 2019 en Essex Street de Nueva York, Thornton convirtió la galería en un jardín de meditación lleno de desechos urbanos: Crocs, calabazas, revisteros de plástico y cables Croakies. Si el público esperaba respuestas claras, o que el artista descifrara un significado, en cambio se les presentó una misteriosa sensación de lo dispar y no resuelto. En su conjunto, la disposición de los materiales creó un retrato inquietante de todas las rutinas cotidianas de los habitantes de la ciudad: vestirse, ir y volver del trabajo, desvestirse.
Este invierno, el artista afincado en Brooklyn regresa a Essex Street con una exposición de piezas que comenzaron antes de la pandemia, pero cuyos gestos y consideraciones se vieron amplificados por la emergencia global. “El COVID puso de relieve preocupaciones que han estado silenciosamente presentes y cerniéndose sobre mí durante toda mi vida adulta”, explican. “Ha expuesto los puntos débiles sobre los cuales hemos estado construyendo durante años con sueños falsos y libertades falsas envueltas en capital holográfico y recubierto de azúcar. Lo que ha hecho el COVID es mostrarme quién y qué es más importante para mí ahora. Quién sabe lo que traerá el mañana”.
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Este artículo aparece en la edición de invierno de 2020 de Entrevista Revista. Suscribir aquí.
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