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Texto: Julio De Bonis | Fotos: Guille Llamos

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El adiós de un yerno para Carlos Figueras: "Gracias por los caminos que abriste"

A las 23.30 sonó el celular de Agustina, era su madre que nunca llama después de las 21. Hay señales inequívocas, que revuelven las tripas. Esta fue tan nítida que no necesite ver el rostro de Agus tras terminar la conversación para sentir esa adrenalina única que segrega en nuestro cuerpo la cercanía con la parca. Esa noche Carlos Figueras era trasladado de urgencia al hospital Fernández para correr su última gran carrera, esa que termina en la meta común de todos los mortales, por más frenos que intentemos ponerle.


Los detalles de su último gran premio no son ni la mitad de espectaculares de lo que fue su vida, aunque sí consecuentes con su estilo. Los médicos dieron un diagnóstico demoledor: hemorragia interna, operación a corazón abierto y demás obstáculos superiores a cualquier ripio con especificaciones médicas indescifrables, la sopa de letras de mi memoria es clarificadora para fines humanos: alta complejidad, mucho riesgo, pocas probabilidades, cuadro crítico.


No sería ni la primera ni la última vez que el Colo emprendía un viaje en circunstancias complejas: con el motor averiado, no había dejado nunca de fumar, de hecho si reviviera mañana lo primero que haría sería prenderse un pucho; con los neumáticos a la miseria, venía de romperse los tendones; y andando con tres cilindros, ya tenía un stent en su corazón. Sin embargo, contaba con un tanque de reserva extra, el enorme amor que sentía por mi hija Nina, su nieta, más una copilota de lujo, mi mujer Agus que lo acompañó hasta al final, mientras atendía los llamados de su eterna compañera Estela. Y así fue como se repuso y llegó al final de una operación imposible, casi tan larga como su rally más extenso.


Así que después de ocho horas salió de la operación y quedó en coma. Imagino que entre tantos fármacos pudo ver a sus seres queridos, a quienes aún seguimos acá y a todos los fantasmas que nutrían su índice indispensable de anécdotas, quiero creer que lo palmearon fuerte, que sintió el deber cumplido y como tantas veces cuando terminaba una de sus tremendas travesías se dijo: “Esto no lo vuelvo hacer ni en pedo”, y entonces cerró los ojos definitivamente.


Los yanquis dicen “Live fast, die Young”; él siempre fue a fondo sin darle el gusto al proverbio. Pensé en ponerle una petaca de whisky en su solapa para que lo cremen con la misma, le hubiera parecido un desperdicio, a mí la verdad que también, así que la tomé en su honor por decisión unánime.


Hasta siempre colorado, gracias por todos los caminos que abriste.

 

Leé acá la nota que Julio De Bonis le hizo a su suegro, Carlos Figueras, hace pocos años.

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30/04/2024