Hay momentos en los que sobran las palabras, dolores inefables para los que no hay explicación, pero tal vez estas líneas sirvan para traer una pizca de consuelo, algo de justicia o, al menos, un sincero homenaje. Hace pocos días se nos fue un compañero, alguien que con enorme generosidad aportó su tiempo y sus ideas para que esta revista exista, un hombre sensible que entre cerveza y cerveza se transformó en un amigo.

Nicolás Pablo de la Barrera murió el sábado 22 de octubre de 2022, a los 35 años. Exactamente un año y dos días antes le habían diagnosticado un glioblastoma multiforme de grado 4 en el cerebro; en lenguaje llano, un tumor.

“Si la vida fuera una vela, la de Nico se consumió rápido”, dijo el diácono que ofició la misa el domingo en una capilla muy sencilla, a la vuelta de su casa al sur del conurbano bonaerense. “Desde el primer día en que salimos del vientre materno, empezamos a gastar la vida. Por qué algunos la gastan más rápido que otros, es un misterio del que aún no tenemos respuesta”. 

Como periodista, la búsqueda de Nico comenzó por las delicias de la gastronomía y con el tiempo abarcó un amplio espectro en el que se destacaron los avances de la ciencia, de la medicina, los desafíos que plantean la salud y el medio ambiente, pero también el color y el calor humano que habitan en los márgenes de la sociedad. Para la revista Almagro realizó enriquecedoras entrevistas que siguen estando entre las más leídas y que no tienen fecha de vencimiento. 

Conversó con el doctor Daniel Flichtentrei, una luminaria que él detectó con su particular y fino radar, sobre la medicina narrativa. Rescató en una profunda charla sobre matemáticas a la doctora Alicia Dickenstein, mostró las investigaciones de Enzo Tagliazucchi en torno a las posibilidades de los psicodélicos, plasmó las voces de jóvenes que viven con VIH, difundió el pensamiento del elemental ecologista Elio Brailovsky…

Y la lista de grandes reportajes sigue: su charla con la icónica DJ del tecno nacional Carla Tintoré, recientemente fallecida, es un testimonio de una época. La nota que le hizo al excéntrico Mago Fornes es una verdadera rareza, la que le hizo al Payaso Chacovachi, un acto de justicia, y la que logró con Laura Domínguez, la reina del mundo swinger porteño, una potente herramienta de apertura mental.

También entrevistó para este medio al doctor Julio Montaner, referente en la investigación del VIH, al curador de arte Rodrigo Alonso, a la escritora Gabriela Massuh, a Camilo Sánchez, a Walter Lezcano, al bartender Federico Cuco, a la enorme Elena Poniatowska, entre otres. Puso su particular sensibilidad al servicio de la identidad ecléctica de la revista, con total humildad enriqueció el entendimiento de miles de lectores, y no hay más que palabras de agradecimiento por esa entrega.

“Periodista sin terreno fijo”, se lee en un perfil que él mismo escribió en uno de los tantos medios gráficos en los que colaboró. “Podría haber sido un gran dj de música electrónica, pero no”, dice también. En palabras de nuestra compañera Manu Castro, quien compartió con Nico los años de formación en la escuela TEA, “conversar con él era como recostar la cabeza sobre una almohada mullida: bajar dos cambios y que el tiempo fluya a otra velocidad”. “Alto y flaco, con la remera suelta y la sonrisa astuta. La piel blanca, los labios gruesos y los ojos oscuros como agujeros negros en el espacio”, lo describe Manu. 

Y sigue: “Antes de que el mundo se apagara por un instante con la pandemia del coronavirus, Nico viajaba todos los días desde Burzaco hasta la capital pescando reportajes. Andaba con su mochila negra casi vacía colgada de un solo lado, sereno y con una curiosidad mansa, pero permanente”.

Desde la revista Almagro queremos recordar para siempre a Nico de la Barrera y acompañar en el dolor a Emilce, su novia desde los 18 años, y a sus hijos Santi, de 15 años, y Tomi, de 6. Esperamos que pronto salga el sol para ellos.