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Publicado por Javier

Georgina Orellano, la reivindicación de las putas feministas

Texto: Manuela Castro / Fotos: Paula Villamil

 

Georgina Orellano se calza la bandera de puta feminista y se asume orgullosa como mujer pobre de clase trabajadora. Dice que renunció a tener empleada doméstica para no reproducir un sistema que busca una disputa entre la propia clase y se ríe de que antes se sentía “alguien” por gastarse un dineral en pilcha.

-Todo el día trabajando para comprarme unos Ricky Sarkany y después voy el fin de semana a caminar en calle de tierra a la casa de mi mamá. ¿Para qué? ¡Si el zapato no te hace nada! El taco aguja solamente en la esquina para hacerme la que “¡Ay! Tiene un zapato Ricky Sarkany” y disputar con las otras. Transformar todo eso es doloroso porque es sentir que fuiste una pelotuda ignorante durante mucho tiempo.

En 2010 asumió como Secretaria General de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR), la organización que, nucleada en la CTA, vela y lucha por los derechos humanos y laborales de las trabajadoras sexuales en el país. Tiene 30 años, trabaja en la calle desde los 19 y fue mamá de Santino (9) a los 21. De a ratos, también, estudió en la universidad, pero le aburrió.

-Uno a ciertas edades va transitando diferentes experiencias porque está en la búsqueda de su propio camino. Cuando salí del colegio empecé la carrera de Psicología. Después, con uno de mis clientes que es politólogo, los servicios eran un día servicio sexual y otro día discutir un libro o capítulo que me había dado para leer. Leí todo Marx y retomé el CBC, pero de Ciencias Políticas. Mi cliente me facilitó todos los medios: me llevaba, me iba a buscar y me incentivaba, pero también con esa doble moral de “tenés que ser alguien, pensar en tu futuro”. Cuando empecé a militar en la organización y a interesarme por las cuestiones de género, me hizo ruido esa postura. Me trabajaba la culpa al decirme que tenía que salir de la esquina, cuando él me había conocido ahí y pagaba por mis servicios. Él quería hacerme una mujer culta y yo no necesito ser culta para ser alguien, yo ya soy alguien: soy una trabajadora sexual.

 

La carrera abandonada en las aulas continuó en las calles desde el orgullo y el compromiso de la identidad asumida. En 2015 Orellano fue candidata a legisladora porteña en la lista de Alternativa Buenos Aires (ALBA), liderada por Pablo Ferreyra, y en 2016 logró junto a AMMAR la reapertura del taller “Mujeres Trabajadoras Sexuales” en el XXXI Encuentro Nacional de las Mujeres. Hacía años que el ENM no incluía un taller dedicado a discutir problemáticas de las mujeres que se auto-perciben como trabajadoras sexuales. El resultado de esa invisibilización, ahora revelada, fueron cinco aulas colmadas de compañeras queriendo escuchar.

 


“Yo no necesito ser culta para ser alguien, yo ya soy alguien: soy una trabajadora sexual”



-¿Qué significó para ustedes volver al Encuentro Nacional de las Mujeres y la repercusión que tuvieron sus talleres?

-Para nosotras había sido todo un logro que la Comisión Organizadora acepte la reapertura del taller, pero lo que sucedió nunca lo hubiésemos imaginado.

 

No solo la cantidad de chicas que asistieron, sino de la manera en que se dio el debate. Nosotras estábamos acostumbradas a estar siempre a la defensiva y fue justamente todo lo contrario. Había una forma muy amena de conversar con respeto y sobre todo mucho interés en escucharnos. Eso, en comparación a la mayoría de los espacios en los que el movimiento de trabajadoras sexuales viene participando, no es algo que se dé tan seguido.

 

-¿Por qué crees que dentro del movimiento de mujeres predomina una postura fuertemente abolicionista?

 

-Se ha politizado el debate de si la prostitución puede ser un trabajo o no. Antes, te recibías de feminista abrazando la línea abolicionista, no había otra posibilidad. Ahora, el movimiento de Trabajadoras Sexuales comenzó a organizarse y a nuclearse en centrales de trabajadores, y eso genera una disputa de espacios. Nuestra postura tambalea las estructuras.

 


“De fondo hay un tema no saldado con la sexualidad. No puede ser que no nos demos la oportunidad de repensar que no hay una sexualidad única y legítima”.


 

La mayoría de las funcionarias que están en organismos de los que depende la agenda de la lucha contra la violencia de género tienen una postura abolicionista. Tanto en el anterior gobierno, como en éste. Además, cuando se abre la discusión sobre la regulación de nuestro trabajo, quedan a la luz los prejuicios que hay en torno a la sexualidad y la genitalidad de la mujer. Discursos muy morales. Nosotras comparamos nuestro trabajo con otros porque si no parece que las únicas explotadas somos las trabajadoras sexuales. El empleo doméstico está atravesado por un montón de situaciones iguales: la mayoría son mujeres pobres, no hay una libre elección, hay situaciones de explotación y de no reconocimiento de derechos. Pero el movimiento de mujeres acompañó fuertemente la lucha por la reglamentación del trabajo de empleadas de casas particulares. Entonces, ¿por qué se apoya fuertemente a ese sector y con el nuestro hay una negación? Me parece que de fondo hay un tema no saldado con la sexualidad. No puede ser que no nos demos la oportunidad de repensar que no hay una sexualidad única y legítima.

 


“Somos putas todas aquellas que nos salimos de las normas, que tomamos nuestras propias decisiones y que disfrutamos la sexualidad de la forma que cada una decide”.


 

-En toda discusión sobre identidades y derechos, los términos y denominaciones no son cuestiones menores. Ustedes se auto-perciben como trabajadoras sexuales y, desde hace un tiempo, abrazan el “puta feminista”, ¿qué lugar ocupa la palabra prostituta en todo esto?

 

-Nosotras no nos reconocemos como prostitutas. Ese término apela a una mirada abolicionista. Planteamos la reivindicación de las trabajadoras sexuales.

 
 

Con respecto a la palabra puta, es una palabra que se usa para denigrar a las mujeres y el estigma puta no nos atraviesa solamente a nosotras, sino a toda mujer que se salga de las normas establecidas. Se apela a eso para denigrar, invisibilizar y descalificar la verdadera toma de decisiones de las mujeres. Actualmente, la mayoría de las compañeras que estamos al frente de la organización somos sub-30 y crecimos en un contexto en el que hubo un avance de los derechos de las minorías. Se empezaron a hablar temas antes vedados respecto a la diversidad sexual. Y si los putos, las tortas y las compañeras trans tienen un día del orgullo para conmemorar, justamente, que hay un orgullo de esa identidad, nosotras queremos demostrar que no vivimos lo nuestro como una situación de culpa, sino desde la reivindicación. Nos dimos cuenta que teníamos que salir a disputar la palabra puta y que no podemos regalar más nada. Hay que tomarla como una identidad política más, revertir toda esa carga peyorativa que tiene y hacerla una bandera. Sí, somos putas todas aquellas que nos salimos de las normas, que tomamos nuestras propias decisiones y que disfrutamos la sexualidad de la forma que cada una decide. Corrernos del lugar de mujer víctima.

 

Georgina Orellano vive en un departamento pequeño en la zona de Facultad de Medicina, en la Ciudad de Buenos Aires, unos escalones más arriba del último piso que dicta el ascensor. Un cachorro inquieto y petiso raya desesperado el vidrio que lo separa de la sala y lo contiene en un patiecito desordenado. Adentro, de las paredes cuelgan imágenes de Frida Kahlo y hay un rincón ecléctico lleno de libros apilados sobre el piso, que reúne autores diversos: desde un feminismo rabioso a cargo de Paul B. Preciado y Virginie Despentes, hasta predicciones astrológicas por Ludovika o un clásico atemporal como La Odisea, de Homero. Títulos sobre sexualidad, prostitución y lucha obrera completan la colección. Un sillón, una mesa baja con un mate que va y viene y Santino que también viene y se va, interrumpe, pregunta y entiende todo lo que cuenta su mamá.

 

-Decirle a mi familia “soy una trabajadora sexual” era una necesidad, y que ellos me aceptaran… Bueno, ya está, quien me tenía que aceptar, ya me aceptó, los demás no me importan. En la escuela de mi hijo, cuando me tomo taxi… Antes decía que trabajaba en la CTA, y empezar a decir “soy trabajadora sexual”…

 


“Quien me tenía que aceptar, ya me aceptó, los demás no me importan”


 

 

Te empiezan a preguntar, algunos se enojan, otros no. Había una necesidad de contarlo a todo el mundo, de alzar la voz y decir acá estoy, esto es lo que soy. Creo que tiene que ver con tantos años de haberlo ocultado, con tantos años en el que querés compartirlo con alguien.

 

-Cuántas imágenes de Frida.

 

-Todo Frida. Frida, Frida, Frida. Una mujer que se corre de todas las normas establecidas, no se depila, vive libremente su sexualidad, se declara bisexual. Toda esa historia de sufrimiento, del accidente que tuvo y estar postrada en la cama en todo ese tiempo. Permitirse dibujar ese corset, a ella misma, y frente a las adversidades salir todo el tiempo adelante. Eso me dejó una enseñanza: si ella pudo en esa época y en ese país… hay mujeres que no tenemos nada para perder. Me enamoré de todo eso.

 

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