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Sutottos: el humor como rebeldía

Texto: Manuela Castro / Fotos: Mariano Mascotto
 

Cuando Plaza Serrano no era el lugar de moda y no estaba todavía atestado de gente circulando en un continuo sin fin, los bares tenían espacio entre sus mesas para que unos adolescentes decididos montaran un espectáculo. Así, Gadiel Sztryk (29) y Andrés Caminos (31), en ese entonces con 14 y 15 años, se presentaron y ofrecieron unos números que dijeron haber hecho, anteriormente, en zona norte.

Gadiel Sztryk: Era todo mentira. Pero nos daban lugar y actuábamos los miércoles.

De esa manera germinó Sutottos, un dúo teatral que con un humor entre absurdo y delirante viene llenando la sala del teatro Beckett todos los sábados desde 2015 con Inestable, su séptima obra que ya es un fenómeno del off porteño.

Con un lenguaje propio y una alta dosis de neurosis psicoanalizada inherente a estos tiempos, Inestable habla de los miedos y de las angustias existenciales de dos seres humanos que deciden quedarse encerrados en un departamento, un sábado a la noche cualquiera. Enroscados en nimiedades que se retroalimentan hasta ser un mundo, o asustados por el timbre de un teléfono celular, Caminos y Sztryk van atravesando diferentes estados jugados al máximo, con un gran manejo de la comedia y haciendo estallar al público una y otra vez.

Escritores, directores y actores de sus propios espectáculos, empezaron como un trío en la época en la que todavía se pasaba la gorra en los bares de Palermo. Con el tiempo, el número de integrantes se redujo y las experiencias vividas se multiplicaron. Pero en ese primer momento, eran tres amigos que se habían conocido en un taller de teatro y compartían inquietudes de pibes de secundario.

Andrés Caminos: El amor.

GS: La careta de la sociedad, cosas medio adolescentes. En un momento, como los tres éramos de padres separados, creíamos que la familia era una farsa. Teníamos menos recursos artísticos que los de ahora, pero hay algo que no cambió: la voluntad de hablar sobre las cosas que nos movilizan.

AC: Sutottos es la evolución lógica de eso que fuimos cuando éramos muy chicos.

-Del amor y la familia a las fobias y las paranoias, ¿qué fue lo que los movilizó a escribir este espectáculo? GS: Empezó siendo una obra sobre la muerte, pero los ensayos y el material nos eran muy complicados.

AC: Como la muerte, que es algo rígido. En cambio, los miedos son dinámicos, más maleables y, en definitiva, son lo mismo. Todos los miedos derivan de ese miedo madre que es la muerte.

-¿Cómo es el proceso de trabajo desde que definen de qué van hablar hasta que llega a un escenario? AC: Si queremos hablar del miedo, entonces, un tiempo antes charlamos mucho sobre el tema, investigamos, estamos muy atentos a la observación de situaciones en torno a eso. Así, empezamos a generar un stock en la cabeza, como un backup, y cuando vamos a ensayar improvisamos sobre todo eso que ya estuvimos hablando y escribiendo. Ensayamos, más o menos, de nueve meses a un año. Hay una primera parte donde hay que desprejuiciarse, tratar de que aparezcan cosas nuevas, y para eso hay que tener la cabeza muy abierta.

GS: Sobre eso hacemos una estructura y la repetimos. Para Inestable, teníamos material como para cinco obras, descartamos cuatro y quedó una. Pero siempre lo que nos moviliza es un tema. En este caso, los miedos y sus derivados, y hacer una obra por la que pasemos por muchos estados de ánimo. Este es el resultado. [caption id="attachment_1785" align="alignleft" width="342"] Andrés Caminos[/caption]

-Si bien es una obra disparatada, en cuanto al humor y el delirio de los personajes, no deja de ser también muy introspectiva, de alguna manera psicoanalítica y de mucha identificación del público, ¿cómo lo viven ustedes? AC: Es una obra de gente medio psicoanalizada y de que los que la hicieron se psicoanalizaron. Pero al mismo tiempo, algo que está bueno en relación a poner los miedos en escena es que uno puede agarrarlos un poco.  Cuando al miedo lo callás, se hace más grande. Entonces, el hecho de que venga la gente y se ría de sus miedos lo vuelve algo más posible, más a mano. Es una palabra polémica, pero creo que hace bien.

GS: Es un momento de catarsis nuestro. Nosotros nos descargamos y la gente se ríe de ver sus angustias y momentos personales expuestos, compartidos con otros que también se están riendo. Es un alivio: “estamos acá, nos está pasando a todos”. Es como estar en una situación incómoda con alguien, y lo blanqueás y bueno… Es una fiesta del psicoanálisis.

-¿Con qué parte de la obra se sienten más identificados en lo personal? GS: Todo (risas).

AC: Todas las obras que hacemos están deformadas pero tienen mucho que ver con nosotros. A mí hay una parte que me gusta mucho que es la de la melancolía. Me divierte mucho esa situación de sentir cierto placer por angustiarse, de poner un tema de Silvio Rodríguez que te va a hacer llorar y pasar un rato.

-En un momento tu personaje justamente dice que va a ponerse a escuchar una “lista de reproducción para destruirse”. AC: Para hacerse daño en el corazón, sí. Pero hacerlo a propósito. A mí eso me parece muy lindo de lo que nos sucede como seres humanos. La definición de melancolía es eso: el placer con sufrir, y no sé qué es... Un domingo, a las siete de la tarde, uno ya siente que se empieza a poner mal y hay algo lindo de eso. Es horrible, pero pasa y me parece que está bueno.

-Las canciones también juegan un rol en la obra que tiene sus propios temas y momentos musicales, ¿cómo es su relación con la música? AC: Yo soy guitarrista, más allá de Sutottos compongo. Pero desde que empezamos usamos la música como parte de los espectáculos. Las canciones llegan para contar con otro lenguaje lo mismo que la obra, siempre de una forma más literal y concreta. En todas las obras que hicimos las canciones son como si uno hiciera un aparte y dijera: “esta obra habla de esto”. Tengo miedos, a montones... [caption id="attachment_1784" align="alignright" width="330"] Gadiel Sztryk[/caption]

GS: Para esa canción, él me había mandado la mitad de la letra y la melodía terminada. Teníamos una reunión en una productora y estaba con el teléfono escuchando el tema en la calle. No tenía trabajo, estaba mal y muy desesperado.  Me acuerdo que daba vueltas por dos manzanas de Colegiales y me estaba volviendo loco. Entonces, me senté en el bar en el que nos íbamos a encontrar y dije: “Basta, no me puedo comer más la cabeza”. Y escribí la otra parte de la letra: Miro al pasado, le tengo miedo a mi cabeza, que piensa mucho, se pone trabas, se tira abajo, se da manija, se boicotea. Ser un gran padre, millonario, comprensivo, bien amado, ser sociable, responsable, buena onda y re cercano. Tengo miedo de mí mismo, una angustia incomparable, lloro a mares en los baños de los bares. Yo soy de esos, los que se angustian...

-Son letras tremendas, trágicas, pero que también construyen la gracia con la que está cargado todo el espectáculo. Históricamente, la comedia fue tomada como un género menor en el teatro, ¿cómo se llevan con esa idea? AC: En una obra dramática, nadie pregunta "che, cuando empezaste a ensayar, ¿vos querías que la gente llore ahí?". En el teatro de humor sí. Por un lado, uno protesta por eso, pero por otro lado es la realidad. Pasó siempre y está bueno defenderlo desde algún lugar. Pero sí, tenemos una relación un poco histérica con eso.

-¿A qué te referís con “relación histérica”? AC: Lo que digo es que no es que nos juntamos y decimos: “ahora, en esta obra, se cagan todos de risa”.

GS: El humor es un vehículo para contar lo queremos contar. Planteamos un tema y hay algo en nosotros que naturalmente va a ese lugar.

"Todos los miedos derivan de ese miedo madre que es la muerte (...) Cuando al miedo lo callás, se hace más grande".

AC: Y nos gusta y lo defendemos. Siempre lo hicimos. En todas las obras anteriores hay humor. Pero no es la primera búsqueda, lo más importante es de qué queremos hablar. Después, hay una construcción de un lenguaje, desde hace muchos años que intentamos tener una poética propia y queremos contar desde esa poética que es la nuestra, nuestro lenguaje.


GS: Nosotros trabajamos el humor desde la rebeldía, de la denuncia, desde un lugar más rockero.  No es “que la gente se cague de risa y nada más”, es la manera de decir algo. Se están riendo de que digo que tendría que haber hecho otra cosa de la que hice en toda mi vida, y eso es una tragedia. La gente se ríe del golpe que les pega eso. Es una emoción la risa, como al llanto. En una obra que uno se ríe, también es una obra en la que uno se emociona. Hacemos humor desde ese lugar. Ese es nuestro vínculo.

-Ambos actuaron en tiras de Polka, en series web, publicidad, ¿cómo fueron esas experiencias y cómo se sienten en esos espacios? AC: Son diferentes lenguajes.

GS: El trabajo es distinto, lo que actuás es otra cosa, pero uno enriquece al otro. Hacer teatro te da más herramientas para cuando vas a esos espacios, e ir a esos espacios te hace abrir otros lugares, encontrarte con otra forma de actuar, con otros compañeros, con otros ambientes.

AC: También, dentro del teatro hay cosas distintas y participar de otras obras enriquece a Sutottos. De alguna manera, el dúo es un lugar donde volcar toda esa información, lo que te gusta y lo que no. Tener esa posibilidad siempre me gustó mucho.

GS: La lógica del dúo es más como una banda. Podés ir a tocar a otros lados, pero tenés tu banda con la que sacás tus propios discos.

-¿Y cómo cuidan “la banda”, el vínculo entre ustedes, después de tantos años? AC: Hay un tema con el ego que, por lo menos en relación al dúo, lo manejamos bastante bien. Hay algo que es más grande que nosotros, que es Sutottos.

GS: Al dirigir los dos es un quilombo porque nos indicamos cosas todo el tiempo, pero todo lo que se dice es para que el producto sea mejor y siempre hay un asistente que desempata. Y si, por ejemplo, lo que él me indica me incomoda, automáticamente se anula porque la prioridad es que uno esté cómodo. También entendimos que es una idea contra otra idea, no yo contra él, porque en la medida en que nos la juguemos de forma personal, nos peleamos entre nosotros. Entonces, pelean dos ideas, una va a ganar y la otra va a perder, o se fusionarán.

AC: Sí, en ese sentido nos pasó un montón. Uno siente que pierde uno y, sobre todo siendo dos, siempre hay una idea que gana sobre la otra, todo el tiempo. Se construye de esa disidencia constante. Entonces hay que amigarse con ese lugar de no estar de acuerdo porque pasa muy seguido.

GS: Y también coincidimos en muchísimas cosas porque si no, no podríamos estar acá. Las diferencias favorecen para que lo que se ve no sea tan plano, si no, sería todo un embole.

AC: Hay algo de tener distintas energías que le hacen bien a la cosa.

Inestable, de Los Sutottos Sábado 21hs, Teatro Beckett, Guardia Vieja 3556, CABA $200.-    

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18/05/2024