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Texto: Franco Spinetta | Fotos: Guille Llamos Ilustración: Lu Ponteville

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Victoria Giarrizo, economista: “Especularon con un país fundido, sabían que no iba a poder pagar esa deuda”

Nunca es un buen momento para entrar en crisis, pero la Argentina está acostumbrada. Y la costumbre, aunque no siempre, a veces suele convertirse en una ventaja. La pandemia del coronavirus está destruyendo los términos de intercambio a nivel internacional, obligando a reformular las políticas económicas y financieras de los poderes centrales y sometiendo a más presión social a los países como el nuestro, embebido en dificultades irresueltas que arrastran años de decadencia.

 

Para Victoria Giarrizo, economista, investigadora de la UBA, directora de Producción de Concepción del Uruguay (Entre Ríos) y consultora de organismos internacionales, este es un momento clave para torcer el rumbo de la Argentina. Con un déficit fiscal que volará alto, tan alto como la emisión monetaria, una recesión que se asoma feroz, una compleja negociación de la deuda externa y una demanda de asistencia socioeconómica y sanitaria sin precedentes, Giarrizo evalúa como ideal el escenario para sentar las bases del desarrollo. No sin antes echar mano a dos reformas muy postergadas: la tributaria y la política.

 

-¿Por qué no llegamos a la instancia de planificar el desarrollo? Siempre estamos viendo cómo nos acomodamos en la ola, abajo o arriba.
-Coincido totalmente, pero crisis como esta son una oportunidad. Hay tres tipos de países. A los que tenían todo planificado, la pandemia les alteró la rutina, pero ya saben qué hacer después. Hablo de Suecia, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos. Después tenés países a los que esta crisis les da una oportunidad para replantearse algo de su desarrollo. Ahí estamos nosotros, se abre una oportunidad. Y por último tenés países a los que esta crisis les va a pasar de largo, no van a replantear nada, como puede ser Brasil, incluso Chile. Nosotros tenemos una oportunidad única de volver a plantearnos el desarrollo. Todos sabemos que la Argentina tiene un sistema tributario que es una porquería, que traba el desarrollo, es regresivo, complejo, engorroso, es un desastre. Son parches sobre parches, que se fueron poniendo durante décadas. Ningún gobierno quiso pagar el costo fiscal de hacer una reforma tributaria porque siempre tuvimos recursos limitados, entonces esquivaron la reforma por el miedo a la caída de la recaudación.

 

-Que es lo lógico que suceda cuando hacés una reforma, hasta que se acomoda todo de nuevo.
-Bueno, pero pará un poco. Hay un 35% de empleo informal, entonces una tiende a creer que si se bajan los impuestos al trabajo, debería crecer la formalidad. Lo mismo con el IVA y otros impuestos que son muy altos y que están hechos para que la mitad de la gente los evada. Sin embargo, ningún gobierno quiere pagar ese costo. Este es un momento espectacular para hacer una mega reforma tributaria, total con el déficit fiscal que ya vas a tener y con toda la plata que habrá que emitir… si vamos a entrar en un proceso inflacionario no va a ser por una reforma tributaria. Es el momento justo. Ahora, me preocupa que no veo a nadie planteando esto. Tenemos hoy un viento de frente fenomenal, que rompió todas las estructuras y que permite barajar y dar de nuevo, sin costo político y sin un costo económico mayor al que ya vamos a tener. Si logramos hacer esto, la historia económica de la Argentina va a ser otra. Seguimos pensando en el día a día. Nos desacostumbramos a planificar hacia adelante porque no se trata de juntarse entre los propios: hay que juntar a los que ya gobernaron, los que tienen experiencia y a la oposición. Pero, ojo, es un proceso que lleva meses, no años. No es tan difícil.

 

-El problema es que el sistema político no está pensado ni preparado para eso, con la fragmentación partidaria y elecciones cada año y medio.
-El sistema político juega para sí mismo. No les interesa plantear esto. Les interesa acumular poder político y lo hacen para nada. Nadie pudo hacer un cambio radical en el desarrollo argentino.

 

-Si tuvieras que describir el estado-situación en el que estamos para enfrentar esta crisis, ¿cómo sería?
-La pandemia nos encontró en la peor situación. Sin resto económico ni financiero. A las familias las encontró con ingresos deteriorados, a las empresas sin ventas ni rentabilidad. Es muy difícil. Marzo y la mitad de abril se sobrellevó con ahorros, préstamos, la gracia en alquileres. Venimos de dos años de recesión, las empresas estaban esperando la reactivación. Esta crisis terminó de romper todo. Hay mucha resignación, también. Hay empresas que cerraron, otras se reconvirtieron, otras aprovecharon los instrumentos del gobierno que ayudan sólo a salir del paso. Los créditos para pagar salarios están bien, pero si después no vendés, no recuperás rentabilidad… Hace poco hice un informe midiendo la deuda bancaria y no bancaria de las familias. La bancaria es de 1,2 billones de pesos, que es un deuda muy cara: tarjetas de crédito, préstamos personales, con tasas enormes, con moras. Y después hay otra deuda no bancaria que es de 500 mil millones de pesos, que se acumuló en un mes de cuarentena, y es la gente que dejó de pagar la cuota del auto, de la casa, el seguro, las expensas, las cuotas de colegios o clubes, el 80% dejó de pagar algún servicio. Es una cadena, ¿cuánto se puede aguantar la bola de las deudas no bancarias? Yo calculo que al terminar la cuarentena, vamos a salir con una masa de ingresos un 30 o 40% más baja que la que teníamos antes, con niveles de consumo bajísimos. Además creo que van a haber cambios de consumo muy grandes, porque estuvimos muchos días en los que vimos que no era necesario comprar tantas cosas. Todo eso va a pegar porque la Argentina es básicamente comercio, con un sector industrial no desarrollado, y las fronteras cerradas. Este es un momento para ponerle todas las fichas a la industria tecnológica, para exportar servicios, que es fácil y sin contacto, y para incentivar las industrias del sector interno para suplir la falta de dólares. El 90% de las industrias necesitan de un insumo importado para producir. Hay que desarrollar esa industria rápidamente porque no va a haber dólares para importaciones.

 


“Tenemos hoy un viento de frente fenomenal, que rompió todas las estructuras y que permite barajar y dar de nuevo, sin costo político y sin un costo económico mayor al que ya vamos a tener”



-¿Tan difícil es trazar un mapa del desarrollo?
-No. Yo te puedo asegurar que hay al menos 30 áreas de los diversos gobiernos que hicieron planes de desarrollo en los últimos 20 años. Se hacen en paralelo, de manera superpuesta, un lío. Hay que agarrar todo lo que está hecho y discutirlo.

 

-En el medio de todo este berenjenal, hay que resolver la deuda.
-Quieras o no, este quilombo te ayuda. Todos los activos del mundo se depreciaron. El coronavirus es una buena noticia en relación a la deuda. Primero, porque pasó a segundo plano, la gente está preocupada por otra cosa. Si hoy se te caen las acciones o sube el riesgo país, no se mueve la aguja porque nosotros no tenemos acceso al financiamiento y las tasas locales están más reguladas por el Banco Central, que es más intervencionista y nos cuida más. A ver, es más que evidente que la Argentina no puede pagar. Antes no podía y ahora mucho menos. Los acreedores van a tener que esperar, seguramente el gobierno les mejore la oferta. Yo no soy de las que piensan que si caemos en default, es una catástrofe para el país. Pienso que la Argentina es un país que en la medida que los mercados le sigan prestando, cada dos por tres vamos a tener crisis financieras. Por una simple razón: somos un país asistencialista, con un Estado de bienestar muy grande, al nivel de países europeos, pero sin los ingresos para mantenerlo. Entonces, ¿cómo lo sostenemos? Gran parte, con deuda. En paralelo tenemos una clase política que es un descontrol gastando, sin planificación. Entonces, si vos seguís comprando bonos argentinos, si mirás bien la economía argentina, sabés que cada dos por tres, la Argentina te va a defaultear. No es una sorpresa. Entonces, ¿por qué compran bonos argentinos? Los inversores no son boludos. Ningún país paga las tasas en dólares que paga la Argentina, incluso fueron negocio los pesos para pasarlos a dólar y después sacarlos del sistema, sin control y sin límite. Durante el poco tiempo que tuvieron esos bonos, ganaron un montón de guita. Ahora, el riesgo es muy grande. El que entró primero, se la llevó toda. El que entró último, quedó pedaleando. Pero todos quisieron especular con un país fundido, que ya se sabía que no iba a poder pagar esa deuda. La realidad es que Argentina tiene responsabilidad, podemos decir que somos un desastre, que pasamos del megaendeudamiento al default y eso es inviable. También es inviable que nos presten y que esperen que les paguemos. No hicimos nada distinto a lo que se venía haciendo hasta ahora. Por eso para mí este es un momento para volver a empezar de cero, después de la tragedia. Arranquemos de nuevo, pero arranquemos mejor.

 

-¿Podría ser esta situación como nuestra “segunda guerra mundial”?
-Podría ser, pero la verdad es que no veo a la clase política en esa. Cada uno cuida su quiosquito.

 

-¿Cómo podría reperfilarse, por usar un término reciente, la Argentina?
-Tenemos un problema estructural. Nos cuesta exportar porque siempre incumplimos los contratos, por las crisis permanentes. Se han perdido mercados por no cumplir con envíos… tenemos mala fama. Pero sí tenemos buena fama como productores de tecnología, software, programación. El problema es que hay un desacople. Tenemos pocas empresas tecnológicas y las universidades de ingeniería siguen con una currícula muy vieja. Entonces las empresas tienen que capacitar a los jóvenes. Hay que destinar más recursos públicos ahí. Uruguay hizo una experiencia en ese sentido con el tema forestal. Envió a los rectores de las universidades para que se capacitaran en Finlandia, que tiene una industria forestal muy desarrollada. Eso se puede hacer acá, no lleva ni siquiera muchos años, es cuestión de meses. También se puede desarrollar tecnología vinculada al agro, con robótica, se puede hacer, está el capital humano pero faltan los recursos. El Estado tiene que apuntar ahí para reconstruir la economía.

 


“¿Por qué compran bonos argentinos? Los inversores no son boludos. Ningún país paga las tasas en dólares que paga la Argentina”


 

-¿Argentina es un país que te traba?
-Sí, es una buena definición. Hay empresas textiles que se terminan yendo a Perú para poder exportar. Es incoherente. ¡Necesitamos los dólares! Hay que sacarle ya las retenciones a todos los productos industriales, otorgar subsidios por los costos logísticos para los que están lejos de los puertos, y subsidiar la diferencia del dólar oficial, que está muy bajo. Ayudar con la condición de que te liquiden los dólares en el país. Hoy el agujero fiscal ya es grande pero al menos podés usar esos recursos para hacer más productiva la Argentina en traer dólares. Tengo la sensación de que hay una parte que no se ve, hasta pienso a veces que estoy equivocada. Pero somos muchos los que pensamos parecido. Siempre digo que tiene que haber un ministro de la coyuntura y el ministro de la planificación.

 

-En una entrevista con Visión Desarrollista decías que la Argentina es un país que hace diez años que se descapitaliza.
-Sí, porque no invierte. En lo único que se invierte es en renovar maquinaria obsoleta.

 

-¿Esto hace que cada vez más gente dependa de la asistencia del Estado?
-Sí. Y yo estoy segura de que si hacés una encuesta entre los empleados estatales, la mayoría no está contenta de trabajar ahí. Son trabajos rutinarios, burocráticos, muchos sin sentido. Atrás viene una camada de jóvenes que tiene otra relación con el mundo laboral, que quieren rotar, participar de cosas nuevas. El Estado no está preparado para eso y hay que hacer una reforma. El problema es que muchas veces, el Estado termina siendo el lugar donde se hacen devoluciones de favores políticos.

 

-Ese tema es central. Muchas empresas del Estado, que deben ser estratégicas y ocupadas por personas calificadas, es donde se reparten cargos para balancear las ecuaciones políticas.
-Es una estafa. Este quizá no sea un momento para hacer una reforma política, pero sí para reclamar que sea más eficiente el funcionamiento. Mirá, el gobierno sacó un montón de normas y resoluciones en este contexto y tardaron semanas en reglamentarlas… es muy ineficiente. Yo me conformaría con que todos los empleados hoy se pongan a trabajar. Si vos querés un país desarrollado, no es posible sin una reforma política e impositiva.

 

-¿No hay forma de encauzar el desarrollo sin reforma tributaria?
-Sin reforma tributaria y sin reforma política, no hay manera. Cómo se gasta y cómo se recauda, define el desarrollo. El gasto es el Estado, la gente que está al frente decidiendo hacia dónde van a ir los recursos, adónde apuntar para el desarrollo y también intentando bajar el costo burocrático. Si vos querés exportar, o hacer cualquier trámite en el Estado, son miles y miles de pasos para justificar puestos de trabajo que no resuelven nada. En el cómo recaudo, es cómo gravo a las empresas, a cuáles sí y a cuáles ayudar. Hay grandes empresas que tienen toda una artillería de contadores para eludir impuestos y tenés otras empresas chicas que tienen que pagar todo, pero como no pueden, tienen una parte de la producción en la informalidad. Entonces, al estar en la informalidad, no pueden acceder a un crédito, no pueden invertir, no pueden exportar. Por eso yo digo que no hay posibilidad de desarrollo sin una reforma política y sin una reforma tributaria.

 


“Este es un momento para ponerle todas las fichas a la industria tecnológica, para exportar servicios, que es fácil y sin contacto, y para incentivar las industrias del sector interno para suplir la falta de dólares”


 

-El secretario de Política Económica, Haroldo Montagu, dijo en esta revista que el principal problema de la economía argentina es la fuga de divisas, que no distingue entre empresarios y pequeños ahorristas que, en cuanto pueden, sacan los dólares del sistema.
-Sí. El tema es que hay grandes empresarios que hacen negocios a costa del Estado. Por eso hay que hacer una reforma política, eliminar los amiguismos. Grandes bancos de la Argentina crecieron gracias al Estado, pero cuando el Estado les pidió ayuda, les dieron la espalda. Muchas empresas hicieron obras, fueron favorecidas en licitaciones públicas, hablo de Techint, IRSA, todas recibieron ayuda del Estado. Todos estos empresarios son millonarios, tienen sus casas afuera. Y está bien. Ahora, hay que ser conscientes de que si le hacés favores a uno, la carga va para otros. Me parece que esas empresas son las que más tienen que colaborar, sobre todo en un momento como este. Hay un límite que se traspasa todo el tiempo.

 

-¿Hay un diagnóstico certero de la situación económica y social?
-Yo creo que no. El gobierno creyó que con el IFE iba a tener que asistir a 3 millones de personas y se anotaron 11 millones. Es verdad que ahí hay mucha clase media, pero la cantidad de gente que vive en las villas está subestimada. Yo tengo una ONG, Movida Argentina, con la que trabajamos en villas de Conurbano y ahí vemos que mucha gente accede a la salud y a la escolarización, que de otra manera no podría. Ambas de mala calidad, pero están. Ahora, hay mucha ayuda que va para esos sectores pero que quedan en el camino. Pasa con los bolsones, que los terminan vendiendo los intermediarios. Hay muchísimas casas sin agua. Tiene que hacerse una inversión muy grande, que significaría un ahorro en salud por los problemas que te evitás. El Estado gasta mal porque no conocemos a la gente. El ministerio de Desarrollo Social debería conocer a todas las familias, entonces la inversión llegaría a destino, habría una mejor escolarización, con hogares más articulados. Ojo que este no es un problema de este gobierno, claramente. Es estructural.

 

-Si sumás el bolsón, los diversos planes de ayuda social, el IFE, la Asignación Universal por Hijo, todo el paquete, ¿no convendría implementar un salario universal?
-Totalmente. Hoy se da una paradoja: hay sectores de clase baja baja que están con mejores ingresos que la clase media. Están recibiendo mucha ayuda, pero el cuentapropista, pongamos un peluquero, no accede a nada. Con un salario universal resolvés muchas cosas. Primero hay que reconocer que el Estado no está en condiciones de gestionar tantos programas y planes. Por otro lado, igualás un poco. Hoy no está claro cómo se asignan esos recursos. Con el salario universal, hay un solo criterio. Y es el momento ideal para hacerlo. Siempre se dijo que era una discusión que no correspondía para la Argentina. Con la AUH pasa que los chicos crecen y dejan de cobrarla y no es que los chicos se van de las casas… es un proceso que demora mucho más, les cuesta mucho. Las generaciones de hoy no quieren trabajar más en la construcción y no encuentran cabida así nomás en otros lugares, necesitan capacitación y muchos no terminaron el secundario. Lo mismo pasa con las chicas, que no quieren trabajar en el sector textil ni en la limpieza. Hay que ofrecerles oficios: peluquería, manicuría, dermatología, electricista, reparación de celulares… es un cambio de patrones y hay que reorientar la cuestión educativa.

 

-¿Vos creés que es un momento para revertir esto?
-Yo creo que sí y que está la gente adecuada en el gobierno. Hay cosas que me gustan y otras que no me gustan para nada, pero a diferencia del macrismo, creo que es un gobierno que le interesa la gente. Pero estamos demasiado en la coyuntura, encima con una coyuntura compleja. Por eso es necesario que haya una planificación a un año, pensando en la pos pandemia, ni siquiera mirando diez años para adelante porque, cuando hay un cambio de gobierno, cambia todo otra vez.

 


“Si vos querés exportar, o hacer cualquier trámite en el Estado, son miles y miles de pasos para justificar puestos de trabajo que no resuelven nada”


 

-Eso está atado a una reforma política, para evitar el famoso péndulo. ¿Tenés esperanza de que haya un cambio en ese sentido?
-Creo que de todas las manos que había disponible, lo mejor que nos pudo haber pasado es haber quedado en manos de Alberto Fernández. Si estuviera Macri, no sólo no sabría qué hacer, sino que estaría todo el peronismo boicoteándolo, en contra o a favor de la cuarentena. Hoy hay tres o cuatro gatos locos, Macri, Bullrich, que encima vienen de un fracaso estrepitoso, que agitan. Pero también tenés un Rodríguez Larreta que se abrió y dijo “juego en equipo”. Con la pandemia no hay margen.

 

-¿Creés que va a dejar una enseñanza política este momento en ese sentido? Me refiero a que la oposición empiece a ver que no es necesario boicotear al gobierno para tener chances electorales.
-Por más que a mí Rodríguez Larreta no me guste, y que se haya dedicado a hacer negocios en la Ciudad, cuando hay un debate por la capital él se dedica a mostrar lo suyo y no busca desacreditar al otro. Tiene un discurso constructivo. Esto nos lleva a pensar un poco en frenar con ir a los extremos y encasillar a todo el mundo. Larreta no es un liberal pleno y Fernández no es un intervencionista pleno. Quizá, entre los dos están mucho más cerca de lo que creemos.

 

-¿Puede haber un acuerdo programático en cuestiones de desarrollo?
-Yo creo que sí y puede sentar precedente. Lo ves a Larreta sentado con Kicillof y Alberto, después escuchás a Bullrich y parece más loca todavía. Ojalá después de la pandemia esto siga. Quizá es otra forma de gobernar que se viene, le pongo fichas. Hoy las encuestas les dan muy bien a ambos, este juego les sirve. La gente está harta del conflicto, de la guerra permanente. La mayoría quiere trabajar, tiene su empresa, no quiere estar pensando en las internas políticas, en una guerra que se libra por nada.


 

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16/05/2024