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Texto: Laura Gambale | Fotos: Natalia Roca

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La activista Violeta Osorio: “Estamos institucionalizando la salud en el terreno de la enfermedad y esta pandemia lo está dejando bien al descubierto”

 

Violeta Osorio nació en Colombia, donde tuvo a su primera hija, Kiara, en 2007. Allí conoció cara a cara y por primera vez de qué se trata la violencia obstétrica, considerada como “toda acción ejercida por el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres expresada en un trato deshumanizado, con abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales”.  A partir de ese momento, decidió dedicarle su vida a la militancia, a dar información y asesoramiento a mujeres y a participar de toda movida que haya por el derecho a nacer en marcos de contención y cuidado. Violeta dice que “las violencias están tan naturalizadas que por eso nos resultan invisibles”, y enumera algunas de las más frecuentes: “las episiotomías de rutina, los tactos excesivos, las inducciones que aceleran nuestro proceso de parto y lo hacen artificial y mucho más doloroso, cuando nos impiden estar acompañadas por la persona que nosotras indicamos, cuando nos dicen que no gritemos o que no nos podemos mover y, por supuesto, cuando nos practican cesáreas innecesarias”.  

 

La historia de su primer parto es clave para entender su incansable lucha por los Derechos del Nacimiento. A doce años de distancia, todavía revive con angustia el engaño sufrido por parte de su obstetra. “El día del parto me dijeron que debía ser intervenida con una cesárea porque había algo en Kiara que andaba mal. Así, a secas, sin especificarme nada más. Con miedo y creyendo que nos estaba salvando la vida, accedí a que me realicen la cesárea. Al poco tiempo, con la cicatriz física y emocional en carne viva, me entero de que mi embarazo era totalmente sano y que la cesárea vino a resolver la necesidad exclusivamente de mi obstetra, ya que tenía un viaje programado y no quería demorar su vuelo”. 

 

En 2010, comenzó a militar en Fortaleza ´85, una organización compuesta por distintas activistas y profesionales de la obstetricia y de la epidemiología, y en el 2014, ya instalada en Argentina, se suma al equipo de Las Casildas, un espacio multidisciplinario que busca desnaturalizar todo tipo de violencias de género y que desarrolló el Primer Observatorio de Violencia Obstétrica del país. Además, Violeta es coautora del libro “Mujeres Invisibles. Partos y Patriarcado” escrito en conjunto con Francisco Saraceno, licenciado en obstetricia y partero, y con quien además comparte su vida y tuvo a su segunda hija.

 

Cuando comenzó la cuarentena, supuso que las violencias recrudecerían. Junto a esa primera hipótesis, y preocupada por la cantidad de consultas que efectivamente recibe desde el inicio del Aislamiento Obligatorio, impulsó una encuesta a través del Observatorio de Violencia Obstétrica (OVO) para relevar el trato que reciben las personas gestantes en este contexto. Los datos preliminares obtenidos este lunes comprueba lo que ella suponía: Sobre una base de 533 mujeres gestantes se supo que 5 de cada 10 tuvieron cesáreas innecesarias y que a 7 de cada 10 mujeres se le han suspendido los turnos de control obstétrico y a su vez, a más de la mitad de ellas no se le ofreció una alternativa de atención.

 


“Sobre una base de 533 mujeres gestantes se supo que 5 de cada 10 tuvieron cesáreas innecesarias y que a 7 de cada 10 mujeres se le han suspendido los turnos de control obstétrico y a su vez, a más de la mitad de ellas no se le ofreció una alternativa de atención.”


 

En 2004, se aprobó en Argentina la Ley Nacional por el Parto Humanizado (25.929) que defiende los derechos de las madres, personas gestantes y bebes al momento del trabajo de parto y post parto, donde está detallado que "toda mujer tiene derecho a un parto natural, a estar acompañada por la persona que ella desee, a elegir la posición en la que quiere parir, a transitar su embarazo, parto y posparto respetados en todos los sentidos, a ser protagonista activa y recibir información necesaria para decidir". Esto no se está cumpliendo.


 
-¿Cuáles fueron los principales derechos ganados a partir de la Ley 25.929 y cuáles observás que nuevamente están siendo vulnerados en contexto de Pandemia?

-A 16 años de promulgada la ley, podemos decir con certeza y angustia que en la mayoría de los nacimientos hubo y va a seguir habiendo hechos de violencia y vulneración.  Para arrancar, pensemos que hablamos de una ley sumamente sencilla y que aborda cuestiones de sentido común: Regula el respeto hacia nuestros cuerpos y deseos. A ese nivel sufrimos violencia las mujeres que necesitamos de una ley para ser respetadas dentro de una sala de parto. Pasaron 16 años y seguimos hablando de los riesgos del parto respetado, y de lo supuestamente riesgoso que son nuestros procesos sexuales y reproductivos, abordando al parto como un hecho enfermo, patológico, y no como algo que se inscribe en la generalidad de los casos en la salud. En relación a los avances, te puedo decir que logramos el derecho al acompañamiento por la persona que nosotras elijamos, ya sea el padre u otra persona; y también, aunque de manera relativa,  depende de cada institución, logramos que se nos respete el contacto piel a piel inmediato e ininterrumpido entre madre y bebe al momento de parir. Pero ahora que estamos en contexto de pandemia, en un gran número de instituciones nos volvieron a negar a las mujeres embarazadas el ingreso a la sala de parto con quien nosotras pedimos hacerlo. Y esto con total impunidad y a pesar de que el Ministerio de Salud de la Nación se pronunció por los Derechos del Nacimiento, explicando que si se cumplen las medidas de seguridad no tendría por qué impedirse el acompañamiento. Bueno, pero no, no se cumple y al día de hoy es una de los principales motivos de consulta y denuncia que recibimos desde Las Casildas. 

 


"Pasaron 16 años y seguimos hablando de los riesgos del parto respetado, y de lo supuestamente riesgoso que son nuestros procesos sexuales y reproductivos, abordando al parto como un hecho enfermo, patológico, y no como algo que se inscribe en la generalidad de los casos en la salud."


 

-Por otro lado, desde el inicio del aislamiento hasta la actualidad ¿qué datos se obtuvieron en relación a los índices actuales de Violencia Obstétrica de acuerdo al trabajo realizado desde Las Casildas? 

-Desde el Observatorio estamos viendo un aumento en la falta de respuesta del sistema médico a las mujeres: se le cancelan turnos sin demasiadas explicaciones, subieron los índices de inducciones, de cesáreas innecesarias, y de cesáreas programadas, dejándonos más vulneradas y violentadas. Y para comprender el nivel de angustia que están atravesando las mujeres embarazadas tenemos que pensar en los discursos de base con los que crecemos respecto al embarazo y al parto, y el nivel de pánico que se nos activa en este tipo de circunstancias.

 

-¿Un discurso que nos hace sentir vulnerables, en riesgo constante?

-Exacto. Nos dicen que el embarazo es algo casi patológico y que el parto, como devenir de ese largo proceso donde tuvimos que ser asistidas, medidas, intervenidas con miles de estudios, es un acto médico del que saldremos sanas y salvas gracias a la intervención de los y las médicas. Somos como bombas a punto de estallar y por eso debemos ser milimétricamente medidas, estudiadas y pesadas porque en cualquier momento podemos pasar de tener un embarazo sano a uno catastrófico. Por eso, lo primero que hacemos al enterarnos de que estamos embarazadas es correr hacia el sistema médico para que nos analice y haga todos los estudios necesarios. Porque esto es lo que debe hacer una “buena madre”. Con toda esta carga simbólica, ahora las mujeres que están queriendo cumplir con cada paso, se están encontrando con una respuesta que nos las contiene porque les cancelan los turnos sin aviso y sin demasiadas explicaciones.  



-¿Cuánto difiere un parto actual de un parto institucionalizado antes de la cuarentena?

-Ahora estamos ingresando mujeres a la maternidad con mucho más miedo y angustia, vulnerando derechos previstos en la ley que, yo creo, exceden a la pandemia, y que tiene más que ver con un sistema que es cruel y expulsivo. Ahora se suma la preocupación de ir a parir a un sitio donde se encuentra el fantasma de la enfermedad, y con el agravante de que la respuesta por parte del sistema médico, en este sentido, es insuficiente. Y creo que son varias las cosas que nos deberían hacer ruido.



-¿Cómo cuáles?

-Que la obstetricia y la pediatría están entre los primeros servicios de salud en haber sido reducidos. Y esto me hace ruido, no será que se nos estaba pidiendo estudios en exceso, me pregunto. Yo creo que estamos institucionalizando la salud en el terreno de la enfermedad y que esta situación lo está dejando bien al descubierto. Si lo primero que reducimos es la obstetricia y la pediatría, nos permite dudar acerca del verdadero terreno a donde pertenecen. Los embarazos y los partos, del mismo modo que el crecimiento de una criatura, suelen ser hechos sanos, por lo tanto, tiene sentido pensar que deberían estar del lado de la salud y no de la enfermedad. Por otro lado, ingresar a un recién nacido sano a una institución donde la enfermedad y la posibilidad de contagio de un virus está presente, ahora agravado por la pandemia, en realidad siempre debería generarnos temores, como está sucediendo ahora con la mayoría de las embarazadas que han parido y han sido dadas de alta y a los pocos días deben decidir si regresar al hospital para ser controladas o si se quedan en sus casas. Entonces, creo que es una excelente oportunidad para replantearnos por qué a un hecho sano y fisiológico como es un parto, lo ubicamos en el terreno de la enfermedad.  Y también podríamos avanzar y preguntarnos por la posibilidad de abrir Casas de Nacimiento como existen principalmente en Europa y ofrecer con mayor naturalidad la posibilidad de realizar Partos Planificados en Domicilio. En síntesis, lo que nos tiene que hacer ruido es que la salud esté ingresada e institucionalizada en el marco de la patología.

 

 


-En tu libro “Mujeres Invisibles. Partos y Patriarcado”, hablás de cómo cambia el rol de la mujer sobre su cuerpo cuando la medicina se apropia del parto. ¿A qué te referís puntualmente?

-La atención obstétrica dominante es, tal vez, la imagen más clara que podemos tener sobre el patriarcado. Si pensamos en la imagen de un parto en casi cualquier institución, con certeza imaginamos a una mujer mirando al techo con las piernas abiertas, los genitales abiertos, a quien se le dice qué hacer, cuándo pujar y cuándo quedarse quieta, que se la culpa por la violencia que está recibiendo diciéndole que no se está “portando bien” porque decidió gritar, o moverse más de lo esperado, asustándola con que está poniendo en riesgo la vida de su bebé. Y encima que esta forma de parir nos parezca algo normal, habla claramente de cuál es el lugar que seguimos ocupando como mujeres en esta sociedad. 

 

-De acuerdo con la máxima patriarcal “parirás con dolor”, las mujeres y cuerpos feminizados pareciéramos estar predestinados a que así suceda. Pero, ¿qué pasa cuando se descubre que podemos -y sabemos- parir, incluso con placer? ¿Por qué el sistema quiere silenciar el poder que tenemos para parir?

-Lo que pasa es que las mujeres cuando parimos trasgredimos lo normado por el sistema. Nos liberamos, y nos damos cuenta de nuestra autonomía y de nuestro enorme potencial. Una mujer que hace su trabajo de parto sin necesidad de intervenciones constantes, tiene la capacidad de convertirse en soberana de su propio cuerpo. En ese momento nos damos cuenta cara a cara con nosotras mismas que no hay tarea más titánica ni más poderosa que parir un hijo o hija. Y quienes nos han visto y han tenido el privilegio de asistirnos a ese momento, también los cambia para siempre. Hay algo que se fractura. Y justamente una de las cuestiones que ha logrado el patriarcado es hacernos creer que el sistema en el que vivimos es “lo natural” y que nosotras somos “el sexo débil”. Pero parir hace que esa idea quede sin efecto, y que descubramos nuestro inmenso poder.



-Desde Las Casildas también se cuestiona el estigma de la “buena madre”, como una micro violencia más hacia las mujeres madres. Y, a su vez, el patriarcado es tan cruel y nos deja tan encerradas que también logra enjuiciarnos cuando no logramos empoderarnos “lo suficiente”, o cuando no nos informamos como debíamos y algo “sale mal”. Las negligentes siempre somos nosotras. ¿Qué reflexión podés aportar al respecto?

-Es así. La violencia machista tiene la hábil capacidad de violentarnos y además convertimos en las culpables de haber desatado esa violencia. Las razones que se nos atribuyen son miles y conocidas, desde ser las provocadoras por tener la falda corta hasta no haber sido lo suficientemente buenas con nuestro compañero. El patriarcado nos enseña que somos nosotras las que ponemos en marcha esa energía violenta que es “propia” de los varones. Y encima, también tenemos que ser las encargadas de erradicarla. Entonces, si yo sufrí Violencia Obstétrica se supone que yo no hice lo que tenía que hacer, que era denunciar o informarme lo suficiente. Y algo más, la manera que se nos exige que erradiquemos esa violencia encima debe ser dentro de los cánones de la socialización femenina, es decir, de manera dulce, hablando bien, siendo pedagógica, siendo buenas chicas. ¿No es genial? Pensemos algo más: para que toda esta violencia la sintamos como “lo natural”, se ha construido alrededor de la maternidad la idea de que la buena madre es aquella que es capaz de sacrificarse, por eso mi valoración como buena o mala madre depende de cuánto pueda sacrificarme por mis hijos e hijas. En otros términos, si al salir de la sala de parto puedo decir que casi me muero, entonces soy una “gran” madre. Por eso estoy segura de que todos los mecanismos que se ponen en marcha en la violencia machista, en la maternidad se profundizan, y hasta incluso aquellas que estamos comprometidas con erradicar la Violencia Obstétrica, terminamos participando de este entramado que vuelve a poner a la mujer en condición de responsable o culpable. 

 


-¿Qué ha ocurrido con los Partos Planificados en Domicilio en estos meses de aislamiento? ¿Observaron algún cambio en especial?  

-Sí, hubo un aumento en relación a la elección y al interés. Aunque también es necesario decir que los partos planificados en domicilio todavía representan menos del 1 por ciento en nuestro país, y que, si bien hubo un aumento, no es suficiente para inclinar la balanza. La gran novedad que ahora se pone en juego es el miedo de ir al hospital y entrar al foco directo de la enfermedad que, en realidad, es donde siempre ha estado la patología, aunque ahora se vea más claro que nunca. Otras de las razones que hicieron que haya crecido el interés es como consecuencia de un sistema médico expulsivo, que nos cancela turnos, que se está manejando en la mayoría de los casos con prácticas autoritarias donde no se prioriza la autonomía de la mujer. Otra novedad que se ve son las nuevas preguntas que llegan sin venir desde el discurso del miedo o desde el prejuicio. Ahora efectivamente se está planteando con más fuerza que existen otros modelos posibles y que además son viables, legítimos, y que apuntan a garantizar nuestros derechos. Pero también quiero decir que no recomiendo elegir un parto planificado en domicilio desde el miedo. Porque el miedo nos paraliza, y para parir necesitamos sentirnos seguras. Parir en casa tiene mas que ver con una decisión política, porque consideramos que es el lugar más sano y más potente, más íntimo y amoroso. Porque consideramos que sí podemos parir sin necesidad de que otra persona me del poder que necesito o me diga cómo hacerlo. 

 


"Las mujeres no elegimos, lo que hacemos en el mejor de los casos, es optar por aquello que nos causa menos dolor. Pero tarde o temprano, lo vamos a cambiar"



-Por último, una de las principales frases del movimiento por el Parto Respetado es “infórmate para que no te pase”. ¿Qué opinás de este lema?

-Que es engañoso. Informarnos es un derecho, por supuesto, pero eso no va a evitar la violencia. Y nuevamente se pone a la mujer como responsable de erradicar la violencia. Entonces, cuando efectivamente se concreta el escenario de vulneración, la culpa es mía porque no me informé lo suficiente. Quienes deben ser observados y juzgados es el sistema médico dominante. En este sentido, los mensajes tienen que dejar de ser dirigidos a nosotras.  Este año el lema de la Semana Mundial por el Parto Respetado es “Tu decisión debe ser respetada”, ¿qué quiere decir? ¿yo tengo que construir una decisión si no tengo información y tampoco alternativas? Si existe una brecha desigual de poder ante las prácticas médicas, si he crecido con la idea de que ser madre es sufrimiento, de que la Violencia Obstétrica es lo que corresponde, y de que el parto es un acto médico, ¿de qué decisiones estamos hablando?, ¿en el marco de qué? Las mujeres no elegimos, lo que hacemos en el mejor de los casos, es optar por aquello que nos causa menos dolor. Pero tarde o temprano, lo vamos a cambiar.

 

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30/04/2024