Texto: Juliana Quintana / Fotos: Mili Morsella
¿Estás listx? Porque ahí viene Susy a darle una descarga eléctrica a tus ideas binarias de la realidad. Cuando se pone a hablar te da un (electro) Shock y disuelve el mundo tal y como lo conocemos. Su entrada al bar Torino de Juan B. Justo y Avenida San Martín podría ser tranquilamente el arranque de una de sus obras de teatro: ella no esquiva a las mesas, las mesas se apartan de su camino. El vecino pispea con disimulo, la voz de Susy hace temblar sus categorías hegemónicas.
Susy poeta, Susy cantante, Susy actriz, Susy activista y referente en la lucha por la diversidad, Susy te abraza fuerte y te sumerge en su pulóver de animal print. Todo lo que vos quieras, pero no te va a cebar un mate. Eso quedó por los ’90 en la Colimba. Cuando habla de sí misma intercambia el género de los artículos y los adjetivos arbitrariamente, cualquiera diría que se trata de una promiscuidad lingüística escandalosa, pero su lenguaje tiene vida propia, es una construcción y deconstrucción infinita. Como ella misma.
“¿Cómo me va a doler a mí algo que soy? A veces me causa gracia que voy por la calle y me gritan ¡travesti! Como si fuera un insulto, y yo los miro y les digo ¡héteros! Es como decir mesa, ventana, jaja o sea, estás hablando de una obviedad”. Las horas y las palabras no alcanzan para cubrir todo lo que Susy tiene para decir, pero ella es dueña de su tiempo y su discurso, los considera “parte de una batalla personal contra el capitalismo”.
-En tu poema Monstruo mío hablás de que «otros sean lo normal». ¿Qué sería lo normal?
-Ese texto es de muchos años y creo que la idea de lo normal se fue como ajustando. Yo creo que hoy lo pondría en lo binario, que es lo que no se discute, lo que se da por sentado que es lo normal o natural. Sobre todo, a mí me parece que deviene de una decisión política de ser construido y mantenido porque creo que las hegemonías ejercen su poder ahí. Lo normal sería ser hombres y mujeres en un mundo donde todo lo que no lo sea es lo anormal, entonces es lo abyecto, lo condenable, lo que hay que diagnosticar como enfermo, es lo que nos hace peligrar esa normalidad. Lo normal es violento porque disciplina lo que no lo es, porque genera muerte. Lo normal es creer en ese dios, lo normal es que la familia sea constituida de esta manera, que los roles femeninos y masculinos sean repartidos de esta manera, que haya dueños de tierras que están esclavizando. Nosotros cuando discutimos la hetero-normalidad estamos discutiendo un sistema que no puede creer que exista algo fuera de eso.
«Lo normal sería ser hombres y mujeres en un mundo donde todo lo que no lo sea es lo anormal, entonces es lo abyecto, lo condenable, lo que hay que diagnosticar como enfermo, es lo que nos hace peligrar esa normalidad. Lo normal es violento porque disciplina lo que no lo es, porque genera muerte»
-¿Considerás que todas las instituciones están atravesadas por una matriz hétero-binaria y normativa?
-La otra vez conocimos a una mapuche intersex en el sur y ella nos regaló un concepto poderoso que es el del «hetero-winca-patriarcal» y a nosotras nos encantó. El winca es lo blanco, el que no es mapuche ni de esta tierra y terminó siendo el patrón, el dueño de todo esto. Cuando la partera o el médico reciben a un niñito que nace, recibe a un heterosexual. No tiene la posibilidad de sostener otra aventura, a los grados terribles de que hay infancias intersex y, de repente, la medicina siente que tiene que actuar sobre esos cuerpos a grados de mutilaciones irreversibles, entonces ese niño es disciplinado en su cuerpo. No está preparada la medicina, no están preparadas las leyes. Y me parece que eso tiene que ver con la conquista también, porque nuestros pueblos originarios no eran heterosexuales. Simplemente eran. Y me parece que está bueno discutirlo como un concepto colonizador, como una conquista ganada sobre nuestros cuerpos. En nuestros continentes me parece híper necesario que comencemos a construir una mirada desde ahí.
Susy Shock se anima a muchas cosas, grabar discos es una de ellas. El primero, Buena vida y poca vergüenza, fue un homenaje a su abuela. “Una vez le pregunté: ¿Cómo hacés para estar tan linda? y ella me contestó: Buena vida y poca vergüenza». Ahora, junto a La bandada de colibríes, encara su segundo disco. ”Se llama Traviarca, es un disco con arreglos grupales, con colaboraciones de amigues, hermosos, talentosos, músicos que le pusieron las melodías. Hay zambas, hay chacareras, hay guainitos, hay chamamés. Y se nota que esas colaboraciones aportaron todo ese mundo de lo que son, ¿no? De los lugares de donde son. Hermoso”.
–¿Qué significa traviarca?
-Este es un homenaje a Lohana Berkins, que la sentimos nuestra traviarca en este juego de palabras entre lo patriarca, lo matriarca y lo travesti. La idea es poner ahí en primer plano nuestras miradas, nuestros cuerpos travestis. Nosotros en la Argentina, por lo menos, hemos atrapado ese concepto, le dimos un empoderamiento y es una mirada política. Es como cuando dicen «negro, negra» y de repente vos les contestás «soy negra».
-¿Cómo te parás frente al insulto?
-Quien pasa y se ríe o me insulta o pretende insultarme no sabe quién soy. Sé que hay alguna otra que quizás eso la puede lastimar o bloquear mucho más porque uno viene con una autoestima que viene de privilegios que uno también trae, ¿no? La gran diferencia es muy básica, digo, que a mí mi mamá y mi papá me hayan abrazado en mi casa, el haber conocido el teatro y el arte a los 14 años, el haber terminado el secundario es una situación de privilegio. No es lo que le pasa a mi comunidad, que somos expulsadas de hogares a muy corta edad. Cuando existió un abrazo es muy diferente el empoderamiento que construimos, el tiempo que ahorramos para decir «soy esto”. Entonces, en ese punto, el concepto trava es una discusión política. Esa normalidad que se quiere limpiar de todas las responsabilidades y decir que porque una es travesti nos pasa lo que nos pasa. Y en realidad no se sienten padres y madres abandonadores de niñitas.
«Hay infancias intersex y, de repente, la medicina siente que tiene que actuar sobre esos cuerpos a grados de mutilaciones irreversibles, entonces ese niño es disciplinado en su cuerpo»
-¿Creés que es importante nombrar(nos)?
-Yo pienso en las coyunturas y las épocas, en la Argentina del regreso de la democracia para acá es todavía importante nombrarse a partir de la búsqueda de pisos de estados de derecho que hayamos tenido muchas comunidades. Nombrarme trans, travesti, es también por algo puntual que nuestra comunidad necesita. Yo abono por un lugar en el que nombrarnos no sea lo importante. Finalmente, yo soy Susy: esta poeta, esta música. No necesito nombrarme para tener que ver con vos, para tener que ver con este mundo. Sobre todo, porque las categorías de nombrarnos son los límites que nos pone este mundo también. En realidad deberíamos poder construir un mundo que pegue ese salto y que nos veamos a partir de las personas que somos. Las diferencias tienen que nombrarse. “Ey, existo, ey, estoy acá, ey, hasta acá, ey, no me mates”. Para construir un orgullo indio, indígena, originario, hay que deconstruir primero esa opresión. Y como travas no estamos ajenas a eso. El término travesti o trava es un concepto también de clase.
-¿En qué sentido es un concepto de clase?
-Porque la trava es la pobre, la que está afuera, abyecta de todo, la que matan. Nos matan por travesticidios pero no porque somos mujeres, por más de que queramos, lo sintamos, abracemos la idea de quienes quieran serlo. Aunque lo digo desde el lado también gozoso, también nos disfrutan porque somos travestis. Nadie puede creer que cuando alguien está con nosotros por placer, deseo o gozo está con una mujer. Nosotros lo podemos leer desde ese empoderamiento, lo leemos desde donde nos lastima. Es un tema delicado entre nosotras que todavía no tenemos saldadas esas discusiones y que tenemos que saldar otras opresiones muy fuertes. ¿Qué somos? ¿Somos travestis, somos mujeres trans, somos feminidades trans? Somos lo que cada uno se autoperciba, pero somos otra cosa. Y esa otra cosa vale por esa otra cosa que es. Mientras tanto, como no tenemos laburo, no tenemos acceso a la salud, muy pocas personas que nos aman nos llevan de la mano en la calle, muy pocas tenemos el logro de una familia construida.
-En esa misma línea, no fue hace mucho que sumaron al Encuentro Nacional de Mujeres nuevos espacios de discusión vinculados a las mujeres trans.
-Es que es muy lento el camino. Hace muy poco que nosotras comenzamos a ser «las travestis» en lugar de «los travestis». Antes también todo se encerraba y éramos los putos, los maricones. Son momentos muy pequeños y muy cercanos que se va afinando también, y eso tiene que ver con las capacidades de activismo trans, travesti. Yo no soy partícipe de los Encuentros de Mujeres porque no lo soy y no abono a la mujer, pero sí me parece súper importante que incluyan a nuestras hermanas que sienten estarlo. Eso que debería implicar sororidad extrema no lo ha sido porque se han impuesto a los codazos estar ahí. Porque claramente le sigue haciendo ruido a la mayoría de «lo mujer» todo lo que porte pene.
«Que mi mamá y mi papá me hayan abrazado en mi casa, el haber conocido el teatro y el arte a los 14 años, el haber terminado el secundario es una situación de privilegio. No es lo que le pasa a mi comunidad. Cuando existió un abrazo es muy diferente el empoderamiento que construimos, el tiempo que ahorramos para decir «soy esto”»
-El feminismo y la lucha de los derechos de las personas trans, ¿se tocan, son la misma lucha o no tienen nada que ver?
-Yo creo que el feminismo nos dio un montón de armas, la primer arma fue decir «no soy mujer, me construyo mujer». Ya está, eso fue gigante. Ahora, me parece que a partir de ahí nosotros fuimos más abrazadores del feminismo que el feminismo de nosotras. En el sentido práctico, el feminismo no nació pensándonos a nosotras, no nació pensando en la mujer joven latinoamericana, en la negra yanqui. Es un feminismo que nació de clases medias, letradas, blancas, entonces, lo que hacemos es una apropiación. Yo creo en feminismos, no en un feminismo. Hay un feminismo biologicista que sigue sin entendernos como feminidad porque hay un pene en el medio. Y ese es un feminismo que me parece que ha resurgido nuevamente, peligrosamente. Porque ¿qué sería lo puro? De hecho, nosotras como travestis y trans también discutimos lo puro. ¿Qué somos finalmente si no somos las primeras grandes estafadoras de la naturaleza y de los designios de esa naturaleza cultural?
-¿Cómo le discutís a la feminidad hegemónica?
-Yo quiero entrar en algo que ya fracasó. Que ustedes como mujeres biológicas nos están diciendo «es horroroso casarse», «es horroroso el concepto familiar», y nosotras, que estamos afuera de todo eso porque todo eso nos expulsó, necesitamos sanar y creemos que para sanar es necesario entrar en ese fracaso. Pero la verdad, no sé si nosotros todavía lo podemos discutir porque estamos afuera de todo. Estamos en clara sobrevivencia. No te hablo de mí, Susy, que tengo una familia. Estoy hablando de que mi comunidad, el 85 por ciento, está parada en la calle y sin acceso de nada.
-¿Qué crees es lo más urgente a resolver en materia de derechos humanos?
-Yo creo que la comunidad trans, pensándonos desde los derechos humanos, tenemos que ir por todo. Pensándonos en cómo alguna vez se puso de pie la negritud. Primero, entender y hacer entender al mundo legal que cuando decimos travesticidio estamos hablando de que este país ha cometido un genocidio con las personas trans. Y las comete cada vez que abandona a las infancias por ser trans, las tira a la calle, a la prostitución. Somos un país hipócrita porque hablamos de la pedofilia pero metemos a pibes de 12 años en la prostitución. Yo creo que, como la negritud, nosotras tenemos que ir por todo y necesitamos una reparación para las viejas que están vivas que padecieron noches, días de estar en la cárcel solamente por ser travestis y caminar por la calle, suponiendo que ese era el delito. Pensar y darle otra mirada a las infancias trans que vienen.
-La ley de cupo laboral estipula que el uno por ciento de los puestos de la administración pública deben ser ocupados por personas trans, ¿qué opinás al respecto?
-El cupo laboral fue la ley Diana Sacayán, que en otra coyuntura de país y de gobierno -hoy es un momento de la Argentina donde las fuentes de trabajo se están perdiendo- casi que es una utopía insistir con el cupo trans. Sí creo que hay que insistir con la inclusión en los trabajos, pero para eso hay que discutir un sistema. Somos las más pobres, los y las pobres discutimos un sistema que nos mantiene pobres. Claudia Rodríguez, una poeta travesti chilena dice «yo no tengo que convencer a los ricos, yo nunca me voy a cruzar con un rico en mi vida, yo tengo que convencer al compañero pobre de que yo soy parte también de ese mundo que hay que cambiar, y que soy partícipe y que es necesaria en el camino y en la lucha con ese pobre”.
-Lizzy Tagliani fue la primera mujer trans invitada a cubrir el mundial en Rusia en representación de Telefé, ¿cómo lo ves a esto en términos de representatividad?
-Eso es un bussiness, son negocios. Me parece que a Telefé, al mundial, a Rusia, a los que sea les conviene eso. Es más, yo creo que Rusia es un país que está mirado con lupa porque es un gran perseguidor de las minorías sexuales. En Chechenia hay refugiados por ser homosexuales, hay persecuciones concretas del Estado. Ese mundial para nosotras ya tiene que estar en discusión por todo esto. Si Estados Unidos tuviera que pagar a generaciones y generaciones de negros se hubiera fundido, por eso prefirió aceptar la representación de todo. Hoy no hay guiones que no escriba un negro, no hay producciones donde no estén. A eso lleva, lo que pasa es que hay que hacer entender a otro que es también producto de toda la marginalidad que venimos acarreando.
-¿Sentís que las infancias, además de vivirlas, pueden acceder a la diversidad de géneros?
-Sí, de repente estos pibes y pibas tienen mucho más acceso que otras generaciones, más allá de lo que pase en la casa, de otras ventanas que se abren. El otro día viene un nene chiquito y me pregunta: «¿vos qué sos?», y ahí me viene bien una Lizzy Tagliani, una Florencia de la V, porque las consumen en la televisión. Yo le digo: «¿viste Florencia de la V? Bueno» y seguimos jugando. Se terminó, yo no le voy a mentir a esa infancia diciéndole algo que no soy.
«El feminismo nos dio un montón de armas, la primer arma fue decir «no soy mujer, me construyo mujer». Ya está, eso fue gigante. Ahora, me parece que a partir de ahí nosotros fuimos más abrazadores del feminismo que el feminismo de nosotras»
-En tu libro Crianzas cuestionás la educación hegemónica de la mayoría de lxs niñxs.
-Ojalá existiera una comunidad en la que estuviéramos todes protegides. Hay una organización de papás de niñes trans que se llama Infancias Libres que se juntan los domingos. Son muy nuevecites, van a cumplir ahora un añito pero son súper recontra potentes. A mí lo que me interesa marcar es el paradigma nuevo que significa que haya infancia trans jugando entre elles. Más de 40 niñes que puedan conocerse, que puedan explorarse, tener espejo. Digo, nosotras nos conocimos de grandes en la calle, en el activismo. Yo no tuve el espejo de una niña trans para hablar de nuestra infancia trans de eso que nos refleja. A pesar de que vos y yo seamos diferentes, no somos prepizzas, somos personitas, entonces, somos muy distintas pero a su vez hay cosas que son comunes y son intrasferibles al otro mundo. Porque otro mundo no nos lee.
-¿Qué sucede, en este sentido, con las infancias trans?
-Entre los 9 y 13 años es donde afloran nuestras autopercepciones y es donde se empieza a hacernos pagar esto. Hay una cosa que dice Marlene Wayar para explicarnos: “no es más que esto, pero que esto es gigante”. Si a vos te dicen «paragua de mierda», vos sos niñita, volvés a tu casa y te abraza la cultura paraguaya, tu mamá paraguaya, el olor de la comida, la historia. Te dicen «judía de mierda» y está una mamá que te abraza. A vos te dicen «trava de mierda» y volvés a una casa heterosexual. Que capaz que, en el mejor de los casos, te abraza pero es intransferible lo que sentís. Esa es la enorme diferencia de las infancias. Y creo que puede ser también llevado a lo gay, a lo lésbico también. Papá es heterosexual, te ama, pero no podés llevar eso al cuerpo de lo que sentís. Las instituciones como la escuela siguen siendo bastante complejas, bastante violentas también pero hay más ejemplos adentro.
¿Qué somos finalmente si no somos las primeras grandes estafadoras de la naturaleza y de los designios de esa naturaleza cultural?
-¿Qué críticas recibe la comunidad trans?
-Se nos critica bastante que estamos en guetos. Yo digo, si los guetos y las tribus no existen, directamente no vivimos porque el gueto te salva, te da de comer, el gueto te hace dormir esa noche que no tenés dónde dormir, el gueto te da un concepto que vas a entender. Te enseña a maquillarte. Hay que partir de entender que este es un mundo muy cruel, ¿no? lo que vemos de hermoso es lo que le proponemos de hermoso. La verdad es que es muy difícil ser feminidad en este mundo, es muy difícil ser bonita, estar en la calle, estar sola, es muy difícil ser travesti, es muy difícil ser pobre. Es muy difícil ser negra y lo ha sido siempre. Nosotras aceptamos nuestra autoconcepción y somos esto. Nosotras no salimos del clóset, nosotras entramos. Y eso se paga. Las buenas voluntades no siempre están a mano de las personas trans. A veces el activismo y las leyes son más rápidos que el cambio cultural.
-El lenguaje hegemónico del castellano reconoce solo dos formas de nombrar al género. La desobediencia lingüística surge para responder un poco a esta forma binaria de entender el mundo.
-El lenguaje es otra idea de la normalidad. «Ustedes con la E están destruyendo el lenguaje». ¿Perdón? ¿Cuál fue el comienzo del lenguaje? La lengua está viva, va mutando, se va acomodando a partir de las necesidades de quienes la ponen en práctica. Entonces, tardarán muchas décadas, años, siglos pero el lenguaje va cambiando. El lenguaje que vos decís que está arregladito y nosotros desarreglamos ya viene desarreglándose antes que vos, y va a subsistir a vos porque está en movimiento. La lengua se muere cuando dejan de usarla. Me encanta lo que está pasando con las juventudes. El no-binario, no binarie, que se nombra, se siente y nos insiste y nos apura a la incomodidad hermosa de decir: yo no es que no me definí, yo no voy a ningún lugar, éste es un lugar. El no lugar es un lugar, un hermoso lugar.
-Muchas novelas gráficas, cuentos o películas cuando describen a unx personaje trans hablan de que se sienten extrañxs dentro de su propio cuerpo, ¿esto te parece que está bien representado?
-Es que ¿cuál sería el cuerpo correcto?, primer punto. Lo que pasa es que si vos estás afuera de todo y no tenés un reflejo porque no te criás con otras infancias trans te comés el diagnóstico de esa normalidad. Tiene que ver con una patología que insistía en la idea del cuerpo equivocado. Lo travesti no nace en un cuerpo equivocado. Lo normal nos patologizó los cuerpos. Yo no sé si necesito definirme, yo me definí de mucho más grande con estos nombres. Después, yo porque activé, porque soy una política en el fondo y me sostengo y me empodero desde lo travesti para discutir. Elijo la incomodidad de lo travesti para negociar con este mundo, con este bar, con el colectivo, elijo lo más incómodo, también, en nombre de todo lo que falta hacer.
«Creo que la comunidad trans, pensándonos desde los derechos humanos, tenemos que ir por todo. Pensándonos en cómo alguna vez se puso de pie la negritud. Primero, entender y hacer entender al mundo legal que cuando decimos travesticidio estamos hablando de que este país ha cometido un genocidio con las personas trans»
-Me gusta mucho lo que contestaste en una entrevista cuando te preguntaron cómo llegaste a ser Susy Shock: que vos no te “convertiste” sino que te seguís construyendo como Susy Shock todos los días.
-Yo no soy Susy, yo voy siendo y yo no sé qué voy a ser de acá a veinte años y ¿sabés qué? Lo más increíble es que a mí no me da miedo suponer que no voy a tener una definición porque va a estar buenísimo, porque hasta acá estuvo buenísimo todo lo que estuve siendo. Somos un gerundio constante. Si hay un aporte que tenemos que hacer desde el arte es instalarme en este lado de lo travesti sudaca. A mí me gusta presentarme así porque desde ahí me comunico y me vinculo, no de otra manera.
-En este sentido, ¿qué sentís cuando hacen alusión a tu “yo del pasado” o te desagregan, por así decirlo?
-El otro día en el slam de poesía se me acercó una chica a decirme «ay, yo te conozco de tu otra vida». Viste que a la hegemonía le encanta hacerse que tiene un secreto tuyo. Mi vida es la misma, ¿hay un cambio estético? Sí, ¿pero vos cuántos cambios estéticos tuviste en tu vida? ¿Y fueron otras vidas o es la misma vida explorándose? Somos enormemente más otras cosas aparte que solo eso, pero es una sociedad que no puede dejar de leer desde ahí. Porque, claro, no te atiende una moza trans, no subís al Uber y está conduciendo una chica trans, no te atiende en el banco, no te diagnostica una cardióloga trans, no los ves todos los días, entonces tampoco sabemos cómo abordarlo y le ponemos todos nuestro desconocimiento a la persona trans que tenés a mano, le agregás todos tus prejuicios y todas tus ignorancias sobre su cuerpo.
El lunes 18/06 se condenó a cadena perpetua a Gabriel Marino por homicidio agravado por odio de género, en el caso Diana Sacayán. Fue la primera condena por un travesticidio. En su muro de Facebook, Susy publicó una imagen de Diana y ella en unas hamacas. “Ahora capaz que puedo recordarte así, jugando, un ratito más…, ese hamacarnos suspendido en un nuevo tiempo trava que nos encuentre alguito de paz… gigante tu jugar Diana querida, que hasta en el final marcás huella, arrancándole a la Justicia patriarcal, machista una figura legal que ampare a otras… ojalá…”
-¿Cuál te parece es la importancia de incorporar la figura del travesticidio?
-Es un enorme avance, un enorme abrazo de la justicia que se pueda poner el tópico travesticidio para que se pueda leer los agravantes que significan, como los femicidios. De igual manera, nuestra cultura avanzó un montón y se quedó súper atrasada con una distribución muy arcaica, muy machista, muy patriarcal como la Justicia. Al punto que el otro día me explicaban que hay solamente tres casos donde se aceptó el agravante de femicidio. Entonces, estamos nadando muy a contracorriente. Lo que sí creo que es un juicio paradigmático que viene siendo abrazado por un montón, no solo por la comunidad trans-travesti, sino que hubo mucha lupa puesta ahí. Es un antes y un después para la comunidad travesti y para la Justicia.
-¿Qué opinás con respecto al trabajo sexual?
Yo no tengo postura tomada porque no ha pasado por mi cuerpo. Respeto claramente lo que los cuerpos de mis compañeras y mis hermanas dicen.
-Y dentro de las discusiones que tienen dentro de la comunidad trans, ¿cuáles son las disidencias más grandes?
-Hay un montón, lo que pasa es que nosotros no tenemos tiempo. Como diría Marlene, necesitamos algún tipo de paz. Muchas estamos en marchas pidiendo que no nos maten. Y solamente nosotres, tanto masculinidades como feminidades trans, no es que saldamos todas las diferencias pero nos ponemos en juego. Por ejemplo, ¿tenemos que operarnos todas? ¿Todas fingimos la voz? Yo tengo la voz que tengo porque canto, es mi sonido y yo no puedo ir contra mi sonido, pero quizás porque ese es un privilegio y no le voy a exigir lo mismo a mi comunidad. A muchas les sigue doliendo o molestando el término «trava». Y cuando nos ponemos a hablar vamos entendiendo. Si yo no digo “no seas mujer”, dejame ser travesti. Hay muchas que no están de acuerdo con ser mujer, el feminismo busca desprenderse de ese «ser mujer». Nosotras aprendimos mucho eso de las tortas. Las tortas se consideran tortas y no mujeres. Poderoso. Lo primero que habría que hacer es que la diversidad empiece por esa capacidad enorme de ser un montón de cosas, la propia aventura, lo que te dejaron ser, lo que no pudiste ser, lo que te animaste y peleaste pero nunca es un molde. No debería serlo. La diversidad es que no seamos moldes, marcar la diferencia. No tenemos que pregonar la igualdad, tenemos que bancar la diferencia.
««Ustedes con la E están destruyendo el lenguaje». ¿Perdón? ¿Cuál fue el comienzo del lenguaje? La lengua está viva, va mutando, se va acomodando a partir de las necesidades de quienes la ponen en práctica»
-La policía pareciera ser una de las instituciones más violentas –si no la más- con la comunidad trans. ¿Vos sentís que de alguna manera, si se incluyera más personas trans dentro del cuerpo de la policía habría menos violencia?
-Hay ejemplos, eh. Y yo creo que la policía es la policía y sigue la lógica de la policía. No hay que confiarse en todos los órdenes de la vida en suponer que los lugares son decisiones que vos tomás. Vos sos un instrumentito usado para limpiar caras, y que finalmente no cambia nada. Porque yo creo que es el acceso de poder real, el poder sin voz, sin voto, pero también es el manejo de recursos, las decisiones políticas grandes que modifican los lugares que están porque si no es mentira, es una pantalla. La policía es uno de los lugares más horribles que no se ha podido purgar, es una de las deudas de la democracia. Ahora está mucho más empoderada, ha vuelto durante este gobierno a tomar un protagonismo muy fuerte.
-Has estado también en la colimba y tuviste la posibilidad de conocer cómo se entienden las masculinidades desde ese lugar.
-No, para mí fue un momento… Yo lo veo y como que no existí, no viví. Fue la primera gran violencia que recibí. Tener la obligación de estar en un lugar donde me exigían hacer todo y parecer todo lo que en ese nido que fue mi vieja, mi viejo y el arte que practicaba desde los 14 años jamás me exigió. Es un modo de transitar la masculinidad que te desaparece. La militarización de sus sentidos, de su vida. En un momento tenés que ir a servir a la patria en nombre de no sé qué, con conceptos terribles y con un modo muy agresivo de transitar esa masculinidad. Mi servicio fue en tiempos de democracia pero aun así, digo, es un concepto militar en la época del mundo que sea. Agradezco que las generaciones de pibes hoy no tengan que pasar por esa cosa horrible.
-¿Concebiste al amor siempre de la misma manera?
-De adolescente me enamoré más en silencio. Después, a los 21 años ya estábamos concibiendo a nuestra hija con una amiga, amor de mi vida, la Negra, que sigue siendo no mi pareja pero sí mi compañera de vida. Después me enamoré de Edu, abrimos la pareja y fuimos tres. Hace quince años que somos tres viviendo juntos. Edu, Mauri y yo. Y después siempre tengo amores que se abren y necesitan abrazos compartidos. Fui aprendiendo que el amor es un concepto más moldeable, menos opresor, menos rígido. No creo en la monogamia ni ahí, pero eso no me hace descomprometerme. Soy súper recontra comprometido con las personas que amo yo. Son mi familia, son mi tribu básica, son mi nido. Me veo envejecida con las personas con las que estoy, pero porque son otros los pactos, es otra la negociación.
-¿Para brillar hay que prenderse fuego?
-Para dar luz, sí, yo creo que sí. Me encanta que tantos pibes y pibas se tatúen esa frase. Yo te puedo decir un montón de cosas que me parecen de este mundo pero si yo no estoy en el trabajo de cuestionarte la normalidad y cuáles son las capas que he logrado sacar para demostrarte a vos en actos, en mi propia vida, esto que te estoy diciendo, son solo libritos lindos.